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Alberto Rodríguez

Temas de opinión

La popularidad de la distopía

La popularidad de la distopía

En una nota publicada ayer en FB, dije que me sentía como si hubiera caído en una distopía. Paises en caurentena, sectores enteros de la economía desplomándose, el barril de petróleo a 30 dóares, dólar a 4200, los deficientes servicios de salud y las sucias entretelas de la política en tiempos de peste. Y la respuesta fue de una intensidad que me llevó a pensar en qué tan popular se llega a ser por el hecho de haber caído en una distopia. Todos los que reaccionaron lo hicieron espantados, condolidos y solidarios. Y todos dieron por sentado que estamos en la época en que aquello que la literatura anunció en el siglo XX, hemos comenzado a vivirlo.

Una pandemia global como la del coronavirus es de la magnitud de un "desastre nuclear orgánico". Con una velocidad de transmisión superior a la de otros virus conocidos, actúa con la táctica del blitzkrieg, veloz y contundente. De no detener la ola expansiva en condiciones habituales los sistemas de salud y la infraestructura hospitalaria del mundo, colapsaría. Ji Xinping lo hizo bien, teniendo en cuenta que fue el primer sorprendido, tiene todo el dinero, todo el poder y un sistema social que puede reaccionar de manera vertical y unificada. Mucho más que disciplina social, el poder militarizado. Trump lo hizo mal, y sabe que le va a costar en campaña, no tiene tanta plata, carece de un sistema de seguridad social en salud y preside una democracia liberal. No debió haber sido sorprendido.  

Estoy en cuarentena decretada por el Estado, para "protejer a los viejos" dice el presidente, y tengo un problema de hiperiluminación a causa de un par de cataratas maduras que me han ido haciendo difícil leer, más que escribir. Es un problema de cantidad de luz. Para poder leer me he tenido que ir acercando, en el último año, a la oscuridad, he tenido que ir sacrificando la luz natural para guiarme por la luz del texto; cada vez necesito menos luz, va a llegar el momento en que pueda leer en la oscuridad total. El cristalino es como una ventana, si está limpio, la luz pasa directo, no se desvía, pero si está manchado, velado en partes, la luz no puede pasar directo, se abre y crea un efecto de dispersión que nubla la visión. 

La hiperiluminación crea un efecto más parecido a la ceguera blanca de Saramago, que a la ceguera negra de Sábato. Y comienza con una coincidencia de origen inconsciente, entre lo que me está sucediendo, y lo que le sucede al personaje de la novela que estoy escribiendo, que poco a poco, a medida que resiente accesos repentinos y fugaces de ceguera, se acerca a la luz que necesita para iluminar un sueño.

La luz que reclamó Goethe al momento de morir. La luz de meseta africana que Rimbaud quería volver a ver. La luz siniestra del infierno de Blake. La luz polinésica de Gaugin. La luz relativa de Turner. La falta de luz del último infierno de Dante.

A qué huele la India?

A qué huele la India?

 La India huele mal, el Taj Mahal es precioso, pero nada más entras el olor es nauseabundo, no te puedes imaginar. Así le escribía una turista norteamericana a su novio en USA. No creo, continua, que alguna vez volviera a este país. Si no huele mal, huele a curry. ¿A que huelen las ciudades? ¿Tienen un olor que las identifique? De la misma manera que la identifican sus sabores, su lengua, sus acentos.

 No es un olor global, como decir Washington huele a cerezos, son olores puntuales de una parte del paisaje, como el gran mercado de mariscos y peces de Lima, o el pabellón de las papas en la plaza de mercado principal de Cuzco, o el olor a combustible y podredumbre en el Piñal de Buenaventura, o el olor a marihuana en Amsterdam.

 Madrid debería oler a vino y comida. No sé si alguna vez olió a eso. No encontré ningún olor particular que me permita recordarla, salvo el olor de los fumadores en las puertas de los establecimientos. Distinto fue en Lisboa. Lisboa huele a río, huele a Tajo, huele a humedad curtida y bacalao. Es una ciudad más pequeña, en la que se encuentran los olores un poco más concentrados. Alfama huele a piedra y sofrito, y callejones que huelen a pasado. Venecia huele a podredumbre clásica, pero también a ropa limpia, a salsa bussara y a pan recién hecho.

 ¿Qué tanto importa el olor para hacer memorable una ciudad? Quizás, no mucho. Tenemos atrofiado el olfato. Me quedo sorprendido cómo un somelier, al oler y probar de una copa, puede decir: huele a metal, regaliz y romero, o sentir el aire de jazmín de un Moscatel, o la grosella en un Suavignon. Alguien me hacía a caer en cuenta de que los fumadores perdemos el olfato, con lo cual nos quedamos por fuera de la memoria de los vinos. Solo percibimos un reino acuoso y colorido cuya fragancia se la traga el alcohol.

Turismo para ñoños

Turismo para ñoños

Mientras todos cenaban yo tomaba en la cabecera de la mesa un Carlos primero en una copa que parecía una teta pequeña. Burk había regresado ese mismo día de Frankfurt, a propósito de un negocio, socialmente había venido para acompañarnos en la celebración de los treinta años de la caída del muro de Berlín, y de matrimonio, que no nos sorprendieron en Lisboa.

 Fuimos a un modesto hostal a cincuenta metros de la Fundación Saramago y nos hicimos en la mesa junto al vidrio que da a la calle con la inscripción de marca del negocio. Al hombre que parecía un libio, sus tres hijos lo acompañaban en el negocio. Pedimos el vino de la casa. Trajeron una botella, me dieron a probar, eché un buche y como si supiera algo de vinos, lo rechacé, trajeron otro que dije me había parecido mejor. Una botella, que acompañaron con paté picante de sardina, aceituna negra de Andalucía, bolitas de bacalao, una baguete y una ristra de lonchas de queso manchego, del más seco. Y celebramos los treinta años de matrimonio con la misma conclusión de otros aniversarios, que el matrimonio no es más que una larga conversación que no termina.

 En un momento, ya la cena terminada, mientras se bebían los chuponcitos coincidimos con Burk en salir a fumar a la plaza Mayor, a cincuenta metros de la gran tapería donde nos habíamos encontrado después de la cata de jerez. En la plaza, a diez grados, echamos de menos el encendedor, preguntamos donde estaba la cigarrería y el mesero de un restaurante nos dijo que bajaramos. Lo hicimos por un tramo muy largo, hasta llegar a la esquina, atravesamos la calle hasta llegar a la cigarrería. El regreso lo quisimos hacer por la que parecía ser la paralela por donde habíamos venido, tomamos otro trago y llegamos a una placita muy menor. No pudimos entender cómo no llegábamos a la Plaza Mayor, entonces nuestro hombre en Frankfurt, que no había utilizado su smart, activó los Gmaps, se localizó y enrumbó a Plaza Mayor. Ya lo tengo, dijo, así me dejé conducir por calles desconocidas durante un largo rato hasta que se nos acabó el licor. Nos detuvimos a fumar otro cigarrillo y la Plaza Mayor nunca apareció.

 Al día siguiente vine a enterarme que Burk estaba tan deliciosamente prendido, que había elegido la ruta en modo avión.

 No hay dos manzanas iguales en el centro de Madrid, son triangulares, circulares, oblongas, rectangulares, irregulares, hasta cuadradas. No se rigen por un sistema numérico de coordenadas, tienen nombres propios. Una ciudad para quienes viven en la ciudad. No llegamos, porque al subir por la paralela se interpone a mitad de camino una placita que obliga a ingresar y cruzarla hasta un callejón angosto que lleva a la plaza Mayor.

 Dejarse perder en el sentido de buscar lo que no se nos ha perdido es un turismo muy ñoño, de viejitos y escritores, pero es el que te muestra algo que solo verás si has ido. De todo lo demás, se encarga NatGeo. Ir con el plan turístico estándar premiun, te deja ver lo que ya has visto, en mejores condiciones y con más tiempo. No es lo mismo verlo que estar ahí, van a decir, y tendrán sus razones. Les juró que he gozado más en el Jardín de las delicias, proyectándolo con un video bean en el sótano de mi casa y quedándome las horas viendo cada figura y bebiendo ron. Más, al menos, que en los dos minutos y medio que estuve frente al original en el Prado, rodeado de alemanes.

 Hay dos formas de hacer turismo, eventualmente complementarias. La primera, la del plan cerrado, ruta fija, lugares “predestinados”, distancias, tiempos invariables, imperdibles estereotipados, como las Ventas en Madrid, o Alfama en Lisboa y costos tasados. La segunda, sin plan, sin ruta, sin distancias. Llegar a Lisboa y perderse en el laberinto donde están las cocinas y los bebederos y se escucha la música dulce del portugués en las peatonales adoquinadas del Chiado.

 Hay dos formas de entrar a una ciudad que no se conoce, descubriéndola en la sorpresa, o fijándola en  la confirmación. La primera ni siquiera necesita un teléfono inteligente, le basta tener la dirección del hotel, la segunda todo lo tiene en el teléfono. Sabrá que está a siete minutos de la Puerta del Sol en la ruta de menor distancia. Y aun siendo algo que me causa admiración pueblerina, sigo sin desear que algo o alguien evite que me pierda. De no haberlo hecho en las ciudades donde me he perdido, no tendría el color local, el sabor local, ni el calor local, encontrado al azar, en el metro, en la cigarrería, en un restaurante hindú, en una sala de masajes, en las librerías; no tendría algo que solo obedece a haber estado ahí, el alma del paisaje urbano. Sin ir, tengo la versión personalizada de NatGeo. Andrés Neuman dice en Fractura, que es un turismo de viejos, que además de todo, se están despidiendo. Lo que hace Yoshi Watanabe cuando tras el incidente de Fukushima, alquila un carro para ir a meter a la zona del desastre en una ciudad fantasma, donde quedan 15 personas. Y ha cumplido ochenta años.

 En la gran ruta turística está el Museo del Prado, el Reina Sofía y el Tissen Bordemisza. En la ruta antiturística, está ir a ver gente a la salida del metro, en la Puerta del Sol, en la Gran Vía, en la Plaza Mayor, y en los restaurantes al aire libre mientras bebemos un cogñac. En cada museo un par de horas, para ver personajes que ya conocemos. En la calle la tarde entera para ver los lugares cotidianos, a las personas que habitan una ciudad desconocida y que con seguridad no veremos jamás.

 Al Prado, en razón del tiempo disponible, dos horas, fui a ver cuatro cuadros, a los que he gastado mucho tiempo contemplando, quizá más por la presunción de conocer el original, que por tener una experiencia que ya he tenido, ante el cuadro proyectado o las impresiones. El triunfo de la muerte, de Bruegel, las Meninas de Velásquez, El jardín de las delicias del Bosco y Los fusilamientos del cuatro de mayo, de Goya.

 

Yantar en Madrid

Yantar en Madrid

Joder, Madrid es un restaurante de mil años. En su cocina se junta el sabor seco y avinagrado de los árabes, el alambicado punto fino de los franceses, el de los patés de siervo, y el rústico sabor campesino de los quesos manchegos, los cocidos, las codornices y los callos.

 No conozco una ciudad distinta a París donde la gastronomía esté tan ligada al espíritu ciudadano. La mesa todavía es para compartir, a pesar de los smartphone.  Las mesas al aire libre en toda la ciudad, a pesar de un otoño frío que entra temprano, las de adentro con clima artificial, congregan a gentes que comen y hablan a la vez, en voz no tan  alta como los italianos, aunque pareciera que siempre estuvieran   en una polémica. Son apasionados al hablar y al comer, las dos cosas que le dan sabor real a la mesa madrileña. Desde un bocadillo vegetariano de dos euros en la calle de las putas ancianas, hasta una cena de degustación en una terraza, de 125 euros.

 Se podría permanecer un año en Madrid, yendo todos los días a un restaurante distinto. Se gastaría el mismo tiempo saboreando un vino en cada cena. Sus embutidos son de una gama inverosímil, los españoles lo embuten todo. Conservan el regusto de lo ahumado, de lo conservado, de lo especiado, como un sabor vivo de antes de la refrigeración, de las épocas precolombinas en Europa. Los arroces naufragan en distintas humedades y texturas, y hay en todos una fragancia de olivar y los que contienen bichos de mar y tierra, pulpos y liebre, los entrañan en un engrasado solidario.

 Los vinos, todos serían de consagrar en Madrid, me refiero a que todos los que se venden pasan por tan dignos, como para ser elegidos para un maridaje. Con una aplicación evaluadora de vinos, tuvimos información completa sobre cada uno, bodega, sepa, tipo, año, lo que pudiera satisfacer a un enólogo, o a un somelier, y una calificación promedio de quienes lo han probado.  Solo a los vinos cuya copa es más barata que una Fanta, no les haría falta consagrarse. Ya lo están.

 Al Botín –el sobrino del Botín- había que ir. Un restaurante que aparece en al menos treinta novelas, donde alguna vez fueron a hartarse de cochinillo y cordero asado, Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Graham Green, Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y George Orwel, en la calle de Cuchilleros 17. El más antiguo de Europa, abrió en 1725, setenta años antes de la revolución francesa. En el lugar funcionaba una hostería desde el siglo XVI. Nos llevaron al sótano, una u invertida forrada en ladrillo crudo y añejo, la disposición de las mesas es la de un taller medieval, el mismo aglomeramiento, el mismo aire pesado. En la mesa del señor Hemingway, en donde él yantaba. Y todavía debajo, la cava, donde reposan como en un osario las botellas de otros siglos cuyos vinos han perdió valor. Prueba para claustrofóbicos.

 Ir al baño por las escalerillas de velero hasta el último piso es una experiencia que usted no debe perderse si va al Botín. El primer tramo del ascenso, desde el subterráneo, termina en un sendero que se bifurca en una secuencia de muy angostos corredores que también se bifurcan, aunque solo uno lleva al mingitorio del Botín. Cuando salí alcancé a ver en el corredor el fantasma de Paul Bowles de sombrero ladeado, escurríendose como si estuviera de afán.

¿Lo contrataría usted?

¿Lo contrataría usted?

Diego Cadena tiene 39 años y sus mejores clientes son de la mafia. Tiene un avión privado, como Maluma y Madona, que cuesta ocho millones de dólares. Tenía una empresa en Miami que ofrecía charters de lujo a clientes exclusivos, como los del finado Jeffrey Epstein. La liquidó el 30 de abril de 2018. Fue quien sirvió de intermediario entre capos de la mafia, periodistas y políticos para informarles que sabían quién había matado a Álvaro Gómez y contar de los montajes de que habían hecho víctimas a los hermanos Uribe Vélez. Es un vallenato que se crió en la Tuluá de los años noventa. Un día llegó al pueblo chicaneando en un Lamborghini de color blanco, escoltado por un exparamilitar. Tiene una calvicie galopante y (tuvo) un poder firmado por Álvaro Uribe. El negocio se dañó por cuenta de que Cadena dejó todos los rastros que pudo y lo chuzaron a gusto. Entonces los abogados decentes de Uribe –Lombana y Granados– hicieron saber que su defendido prescindía de los servicios del doctor Diego. Del que dijo el expresidente que todo lo hace bien. Dijo, sin embargo, que si el doctor Diego procedió con los pagos para alinear testigos fue a sus espaldas. De haberlo sabido, le habría dicho, no proceda, doctor Diego. Cadena tiene un “asesor a la sombra” para el caso Uribe, un exjuez, alias Cachelito. En una de las grabaciones en la que hablan del caso, se le escucha decir, imitando a Uribe: “Es una cosa de ley a la que todo el mundo tiene derecho, usted y cualquier hijo de puta”. En otra grabación, Cadena habla con una mujer que ama los hamsters, él le dice que es un abohamster y ella le pregunta donde consiguió la Glock.

 Lo del aboganster es un chiste que venía encajado en la cortesía privada y que solo lo habría hecho de no haber sido verdad. Cadena fue el abogado de Uribe hasta que se le quemó. Quien se lo recomendó en Bogotá, lo hizo por lo que era, con el perfil para moverse bien en las cárceles de los Estados Unidos y de Colombia. No era un abogado a sus espaldas. Podría ser la pasta para el aforismo, dime quién es tu abogado y te diré quién eres.

 

 

 

 

 

Me limpio con la voluntad de lucha

Me limpio con la voluntad de lucha

“Mientras haya voluntad de lucha”, se lee en un cartel detrás de donde aparecen los integrantes de las nuevas Farc, dando el anuncio al mundo, de que amparadas en el derecho universal a la rebelión, vuelven a las armas.  Lo que a mitad del siglo pasado tenía el significado heroico de las causas liberadoras, hoy es un chiste, el hueco lugar común, telón de fondo, del proyecto de tres o cuatro grandes operadores del narcotráfico, que trajeron a Colombia al cartel de Sinaloa. Es cómico, agridulce, ofensivo, que ex guerrilleros que nunca dejaron el narcotráfico, pedidos en extradición, que traicionaron un proceso de paz (peligrosamente defectuoso), que buscan refugio en Venezuela, donde manda el gran operador de todos los negocios del mercado negro, nos vengan a decir, que es necesaria una asamblea constituyente y un nuevo presidente. 

 Se salieron del proceso de paz para seguir traqueteando y metidos en negocios como los que habían cedido al sobrino de Iván Márquez, hoy testigo protegido en USA. Es su única esperanza, la que corresponde a la voluntad de seguir dando bala para defender sus propios intereses. El proyecto que los devolvió a primera plana es profundamente antipolítico, ni siquiera es militarista. Toda la historia que conocemos de ellos, no da lugar sino a ver la aparición siniestra de un nuevo cartel, que anuncia que va a seguir traficando, que no secuestrará, pero en cambio extorsionará. ¿Con qué política van a manejar las relaciones con Sinaloa y con Maduro? De hecho, no hace más de un mes, una columna de las Farc, se enfrentó con la Guardia Nacional, por razones del negocio.

 Por mí, la voluntad de lucha se la pueden meter bien adentro. Yo me limpio con ella. Y la esperanza, ¿cuál esperanza mientras haya gente como ellos?

 

El discreto encanto de la corrupción

El discreto encanto de la corrupción

 El señor Jeffrey Epstein era millonario, amigo de los presidentes, de los senadores, de Madona y Lady Gaga. En su libreta aparecen miembros de la casa real británica. Comenzó su carrera como corredor de bolsa y terminó por convertirse en asesor financiero de algunos ricos, incluyendo la monarquía saudí. Tenía aviones privados, islas privadas en el Caribe e ingreso a los clubes donde va Donald Trump. Su afición, no tan privada como hubiera deseado, eran las niñas. Por centenas se cuentan las demandantes y las posibles demandantes. Epstein: un depredador con instinto de gourmet que se hacía llevar desde New York y Miami, o California, carne fresca en vuelos chárter atestados de adolescentes blancas, que servían de plato fuerte o de postre, según se lo mire, en sus fiestas, que envidiaría Silvio Berlusconi. Andrés Pastrana, alguna vez viajó en un avión de Jeffrey, ahora dice, que sí, pero que fue a Cuba, para hablar con Fidel Castro.

 La señora Maxwell, primero fue la mejor amiga de Jeffrey, según Vanity Fair, era la heredera del imperio caído de medios, de los Maxwell, luego fue su pareja, durante un poco más de dos años. Tras la separación se convirtió en su operadora principal. Fue ella la que condujo, como regalo al Príncipe Andrés de parte de Jeffrey, una adolescente norteamericana, hoy demandante. La casa real se ha apresurado a negar. Maxwell, la reclutadora, era quien más se lucraba de él. Los gustos de él, su apetito, su necesidad de un menú rico y nutritivo, eran tan ostentosos como costosos. Ella siempre se arriesgó para proveerlo con lo que necesitaba. Ahora se ha quedado sin negocio y en el centro de un tortuoso escenario donde todas las luces apuntan.

 Jeffrey, después de una investigación abierta en el 2008 y en 2010, cuando fue detenido por primera vez, fue capturado hace casi un mes. Tenían con qué joderlo. Demasiadas niñas, demasiados rastros, como si jamás se hubieran percatado del riesgo que suponían sus aficiones. Lejos del beneplácito social que debería haber causado la captura de un depredador sexual, y la consecuente reivindicación legal de las víctimas, lo que más importó, lo único, a muchos, fue la libreta de Jeffrey.

 Dos días después de su detención en una celda de alta seguridad, monitoreada, en las condiciones óptimas de seguridad, el lugar más apropiado para el rico gourmet, el Centro correccional metropolitano de Manhattan, Jeffrey se suicidó. Lo encontraron inconsciente y con heridas. Murió al llegar al hospital.  

 Dos días antes de morir, Jeffrey Epstein firmó un “testamento sin beneficiario”, de sus casi 600 millones de dólares de patrimonio. Tenía 66 años.

Alias Uribito

Alias Uribito

 

En Colombia las penas judiciales son tramitables, un defecto rentable que la misma justicia se ha encargado de incorporar, como en las operaciones del Cartel de la toga. Así que los 17 años que la Corte Suprema de Justicia le clavó a Alias, son un infortunio comprensible. Que no resulta fácil tramitar por la condición de prófugo del sujeto. Huyó a los Estados Unidos, y hasta allá, dicen los uribistas, la garra de Santos movió los hilos para que terminara encerrado y pedido en extradición.

Le hicieron un favor con la extradición, se lo mandaron a un gobierno que le da trato preferencial, un expatriado VIP, su gobierno, sus amigos, sus cómplices. Y que lo convierten en el centro de la acción de la bancada en la próxima legislatura.

El uribismo ya encontró bandera para empantanarle las iniciativas al gobierno en el periodo, la “ley Alias”, que autorizaría la segunda instancia procesal a los “aforados”, un grupo de personas (magistrados, fiscal, procurador, contralor, registrador, congresistas, militares, ministros, diplomáticos) a las que solamente puede procesar la Corte Suprema. ¿Cuál sería la instancia que podría conocer y fallar sobre los fallos de la Corte Suprema?

¿Y qué creen que va a pasar? Que la mayoría de aforados, no sabiendo cuándo van a caer, aprobarán la ley Alias, por simple solidaridad de cuerpo. Que la ley tiene nombre propio. ¿Y qué? Igual nos favorecemos todos los aforados. No sean fariseos.

Y a continuación la Corte Suprema, deberá dividirse, para que las partes conozcan cada una de una instancia. Si la Corte acepta ser ella misma la que conozca en segunda instancia, Alias podrá ponerse la corbata y ser recibido por el uribismo en pleno. Habrá terminado el largo sufrimiento de un perseguido político que no se robó un peso. Los que sí robaron, devolvieron una parte, pagaron cárcel y fueron embargados, todos agricultores ricos.

De lo contrario la Corte tendrá que reafirmarse en el principio de cosa juzgada, cerrarle la puerta al espectro de la Corte Única, una supercorte que conocería de las segundas instancias, rechazar por anticonstitucional la pretensión adicional de que la ley Alias, sea retroactiva, para que cubra y exonere todo el pasado criminal de algunos aforados.

La estratagema para sacar a Alias, no se limita a una ley Alias, es más, se necesitaría una Reforma Alias, que supone una reforma a la justicia con nombre propio. ¿Y qué? ¿No nos favorecemos todos?  

Estado de no opinión

Estado de no opinión

Un señor, Mauricio Botero, que tiene una columna en El Espectador dominical, dijo hace un par de semanas, que no les presta atención a las opiniones sobre arte de los políticos, ni a las opiniones políticas de los artistas. “Me parece tan peregrino un Roy Barreras hablando de arte, como una Doris Salcedo, hablando de política”. El señor debe ser uribista, no sé si pura sangre, media sangre o mala sangre. No parecería posible que hoy, siglo XXI, hubiera un columnista que pudiera rebuznar en tono tan elocuente.

Las opiniones sobre arte de los políticos, cuando las tienen, son tan legítimas como las opiniones políticas de los artistas, cuando las tienen. En el arte, como en todas las cosas de la vida, hay instalado un juego de poderes, en sentido de acción y reacción, que es político. En la paralógica de Botero, los artistas no pueden opinar de política, por reducción intelectual, o porque su opinión no tiene pertinencia. Y los políticos, de arte, porque no saben de eso.

Roy Barreras escribe un libro de poemas, que ajeno a su calidad, muestra una expresión frente al drama del país. Y Dorios Salcedo hace un contra monumento con las armas fundidas de las Farc, para que los espectadores se paren en él. Algo que el señor Botero jamás ha hecho, ni hará. ¿No les da su trabajo el derecho a hablar de lo que nos concierne a todos? La política y el arte. Aunque para él sería más conveniente que solo los políticos hablaran de política, y todos los demás nos dedicásemos a hacer columnas como las de él

No sé qué profesión tenga el señor Botero, pero cualquiera que sea, no le autoriza a hablar ni de arte ni de política. Qué peregrino columnista, que subestima las audiencias, que patea los derechos de expresión. Debería tener un poco de pudor para hacer en público y por escrito la revelación infame de su condición. Una semana después, Piedad Bonet, le responde en el mismo periódico, con una decencia casi rosada.



Donde manda López no manda Coronell

Donde manda López no manda Coronell

Le edición 1935 de Semana es histórica, abre con un editorial sin firma que reconoce los errores que la llevaron a no publicar, antes que el NYT. ¿Por qué Semana se tragó una información que tenía desde febrero sobre la directriz del ejército para afectaciones en combate? Las explicaciones que la revista da en primer plano son las que Coronell se dio el lujo de pedirle públicamente. Y que según dice, las que en su momento le dieron, no lo convencieron. ¿Es el ejercicio del contrapoder desde el poder, o el deber periodístico de reclamarle al medio el derecho de las audiencias?

Semana reconoce sus errores. 1) El trabajo de reportería le llevó más tiempo que al NYT, la verificación de la información, las fuentes, la sostenibilidad informativa del hecho. Faltó agilidad periodística. 2) Jerarquizaron mal las fuentes, desviaron las pistas, desgastaron la investigación 3) Una parte de la información no se puede usar sin protección de declarantes.

El editorial en tercera persona descarga el agua sucia de los errores en la persona de Alejandro Santos. Debería haberlo firmado él, con la ventaja de que lo hubiera dicho en primera persona. Él es el director.

Para María Jimena Duzán, pierde Semana (López & Gilinski). Coronell es arrogante y soberbio, como si el López fuera él. Apenas  Coronell. Lo que ocurrió fue un reto al poder, arrogante en sí mismo. Y Santos autorizó la columna. Todavía más soberbio. Y termina acusando, ella, a Coronell de pirómano, fue a “incendiar la revista”. No entiende por qué tanto interés en el asunto, habiendo cosas mucho más urgentes.

Vicky se pregunta si el despido de Coronell es una forma de cobrarle la incomodidad que le causa a algunas personas e instituciones en Colombia. Para ella Coronell está en el derecho, como cualquier columnista, de criticar a su propio medio, sobre el supuesto de que todos nos equivocamos. Y le dice a los dueños de medios que tendrán que entender que “su negocio no existe sin los periodistas”. Un medio no puede exigir libertad de prensa y luego patearla. Semana queda herida, Vicky espera que sane.

Caballero entra matando, el error principal, es que Semana se haya tragado la información. Un segundo error, la arrogancia de Coronell para pedir explicaciones, como si fuera López, para terminar dando un portazo y salir diciendo, sus explicaciones no me satisfacen, porque sostiene Caballero, solo le satisfacen las suyas. El toro ibérico enviste sin casta. A las claras está en el mismo palco con López, que solo le satisfacen las suyas. No es el momento para un debate sobre la libertad de prensa, debió haberlo dicho con el índice, porque, digo yo,  podría afectarse, “incendiarse” el medio. Caballero no está de acuerdo con que  se lo haya despedido, como si López hubiera tenido alternativa. Al golpearse la credibilidad de Semana “nos deja huérfanos, columpiándonos entre los poderes…”.

Samper se sorprende con la abrupta decisión y con el corazón le declara su solidaridad a Coronell. Luego se deslíe en  reconocimientos a Semana y su libertad de prensa, sin ahorrase adjetivos. Termina en un directo contundente contra López, que se llevó por delante la autoridad y legitimidad del director de la revista. Y entonces nos revela que los jefes no son los dueños, anarquista pervertido, sino las audiencias. Se indigna y dice que quiere protestar pero lo hace como humorista, con un complicado juego de inferencias, que probablemente solo entiende él: 1) lo que haga un columnista es problema del columnista. 2) lo que haga un director respecto al columnista es problema del medio. 3) lo que haga el medio que censura es problema del columnista. Deplora que el asunto principal, que Semana se haya tragado la información y haya quedado oculto por un debate que debería haberse dado adentro. Asume las consecuencias de su desacuerdo, a sabiendas de que no lo van a echar. Se declara discípulo de López y enfatiza su “completo rechazo”.

Una panorámica editorial de opiniones que revela el empoderamiento de los periodistas frente al poder económico de los medios. “Su negocio no existe sin los periodistas”.

 

 

 

 

 

 

 

Semana negra

Semana negra

Felipe López le vendió la mitad de Semana a los Gilinski como una forma de solventar la crisis financiera de la revista. La presidencia del grupo editorial la legó a su hija, María López Castaño y la dirección periodística se la había entregado a Alejandro Santos desde 2012. Cuando estalló el escándalo López estaba en París, ocupado en la preparación de su boda con Lila Ochoa, la directora de la revista Fucsia.

Alejandro Santos trinó una vez publicada la columna de Coronell -La explicación pendiente- donde le pregunta a Semana, por qué se guardó una información que tenía desde febrero, sobre el resurgimiento del modelo de falsos positivos en las fuerzas militares. Dijo: ”En Semana siempre defenderemos la libertad de expresión, aún la de los columnistas que critican a su casa editorial. Actuamos con rigor y responsabilidad y jamás hemos engavetado -ni engavetaremos- investigaciones periodísticas de interés público.#EnSemanaHayLibreExpresión”.

Felipe en su piso en París recibió una llamada, escuchó atentamente lo que le decían desde Bogotá, luego llamó a Alejandro Santos y se la puso clara, la pauta estatal o Coronell. Luego llamó a  Coronell y le agradeció sus servicios por los catorce años de trabajo. Al minuto, Coronell trina: “Felipe López, fundador de @RevistaSemana, me acaba de comunicar la decisión de la empresa de cancelar mi columna. Le agradezco a él, a @asantosrubino y especialmente a los lectores por estos años”.

Matador respondió diciendo que Semana se había disparado en el pie y la Silla Vacía, fue más allá, tituló “Felipe López patea la Lonchera”. Explica, que cualquiera que haya sido la causa que llevó a la decisión de cancelar  la columna es una agresión contra las audiencias. Si se cuida más la pauta que a la audiencia, ya sabremos a qué periodismo atenernos.

La independencia de los medios, repetida por ellos durante años, terminó siendo un mito tan nefasto como el de la objetividad. ¿Qué pesa más en un medio, el negocio de la prensa o el periodismo independiente”?

A manera de especulación: A quien más le convenía que Coronell saliera de Semana es a Monseñor Uribe. El fiscal mediático que ha develado los entresijos más oscuros del accionar del presidente eterno. Semana pierde su gancho editorial, va a perder suscripción (ya circula en redes un movimiento de cancelación), su circulación irá a la baja y Alejandro Santos sin autoridad, con el pecado y sin el género, desautorizado y a merced de quienes cobraron la cabeza de Coronell. De ser él, yo me iría. Y exigiría que mi renuncia se hiciera en el espacio que dejó Coronell. Y los Gilinski, que compraron su parte de Semana para hacer más dinero, habrán aprobado, conocido y sugerido a Felipe, lo que se vio en la necesidad de hacer para salvar la revista. Alguien se estará frotando las manos, muy complacido de ver el espectáculo de cómo se le corta la cabeza a Coronell.

Para las audiencias va a quedar claro por qué Semana no publicó la directiva del jefe del ejército, General Nicasio Martínez, en materia tan sensible como la actualización del modelo de los falsos positivos, como táctica de corrupción de guerra, un negocio para los militares leales.

Solo hasta el sábado 18 de mayo en que aparece el informe del N.Y Times, firmado por Nick Casey, que debió salir corriendo del país por amenazas, nos enteramos. Casey fue incómodo en Colombia, hasta para el Embajador de USA. Dos días después, ante la histeria uribista, acerca de la falta de pruebas, Casey trinó: “Anexo dos documentos que formaron la base del reportaje que salió el 18 Mayo, y fueron publicados este fin de semana por mis colegas de @ELTIEMPO y @BluRadioCo. Un fuerte abrazo a todos los que defienden al periodismo independiente”.

¿Qué hicieron los medios respecto a la directiva militar de afectaciones que se dio a conocer a comienzos de año en Tolemaida? Todos, como Semana, se guardaron la información, por las mismas razones  que pudo haber tenido Felipe López.

Si no es por el N.Y Times, no nos enteramos, incluyendo a Daniel Coronell, cuya columna es a propósito de la revelación de Casey. Los medios industriales en Colombia han sido cooptados por el poder y la presión política y de pauta del gobierno. Ninguno, habiendo de por medio en asunto de seguridad pública y de derechos humanos, se atrevió a decir nada. Supongo que todos lo hicieron por las mismas sensatas consideraciones de Felipe López.

Aquí en Colombia, en medio de lluvias y malas noticias, las cosas apenas comienzan para los medios, en Paris, al final de una linda primavera, Felipe y Lila continúan con sus preparativos de boda.

El ciego ojo de ciclón

El ciego ojo de ciclón

Jesús Santrich, ciego, exguerrillero, negociador de paz, encarcelado por presunción de narcotráfico, liberado, acusado, pedido en extradición por USA, lleva su kuffiya a lo Arafat. Le proporcionó con su primera liberación ordenada, la papaya madura al Fiscal Cianuro para que se tumbara y salir del cargo a defenderse. Y al gobierno de Uribe, para prender las alarmas histéricas que llevarían a la conmoción interior o a la asamblea constituyente.

Una decisión de la Corte Suprema mostró la catadura uribista. El Muñeco condenó a Santrich, en Tv, en un juicio sumario frente a los empresarios que lo apoyan. “Respetan a las altas cortes”, pero invitan, como lo hizo el doctor Cianuro, a marchar contra ellas. Están invitando a desconocer a las cortes, el exfiscal, el presidente, el presidente del senado, el procurador.  Están desistitucionalizando el aparto de Estado, se lo están llevando por delante, por el crónico forcejeo en la única cancha en la que el uribismo quieren cotejarse, la del 2 de octubre.

Santrich salió de la cárcel y fue  la casa del Partido Farc, y en un discurso donde parecía gozar de cabal salud, atizó la división, tomó partido declarado por Iván Marquez, cuyo sobrino, un hampón de Florencia, lo tiene entre sus palos. Los gringos se lo llevaron y ahora a cambio de dinero va a contar todo de los negocios con el ciego. A la par, la Corte Constitucional, el villano de la historia, validó la objeción a las objeciones y le dijo al Muñeco que tenía que firmar la ley estatutaria de la JEP, tal como le llegó.

Yo creería que alguien que ha hecho parte directiva de una organización que además operaba como un cartel, es propenso a continuar sosteniendo relaciones comerciales en el mundo del narcotráfico. Pero que uno lo crea o no lo crea, no es al asunto. El asunto es que por escandaloso que resulte la liberación y el reconocimiento de aforado de Santrich, obedece al lineamiento de una legalidad jurídica. Llevamos más de un milenio tratando de ordenar los procedimientos para dirimir los conflictos de la sociedad, así que si desde el gobierno, por partidismo oblicuo y visceral, por temor a que se sepa la verdad, porque las cortes hubieran tomaron partido, porque se desconfía del poder judicial, se desconoce el respeto a la independencia y autonomía de poderes, entonces apague y vámonos… para Venezuela.

Un gobierno que envía el mensaje de que los fallos de las cortes son parcializados, porque no satisfacen las expectativas, en particular en el caso de la JEP, es un gobierno que está llamando a la violencia política. La conmoción interior, es una forma de asalto en favor de facultades extraordinarias, que amplían el control del orden público, y que por ejemplo, le permitirían al Muñeco extraditar a Santrich, por decreto.

Mucho más grave que el caso Santrich es el de un gobierno que socava y deslegitima las cortes. Es lo que hacen, dijo Roy Barreras en un noticiero, los gobiernos fascistas. Y si lo dice un liberal.

Tres explicaciones

Tres explicaciones

 Cómo se puede entender la renuncia del Fiscal general, Néstor Humberto Martínez, el hijo del mestro Salustiano. Se me ocurren tres formas.

 Hace parte de una conspiración de los “enemigos del proceso”, comenzando por el Muñeco, contra la JEP. En simultánea a la renuncia, Monseñor Uribe lee una declaración ante la prensa, dice que en La Habana se firmó un pacto entre el gobierno Santos y el narcotráfico. El bachiller Macías sale a la plaza de Bolívar a decir: golpe de estado, golpe de estado. Y Edward Rodríguez  responde: constituyente, constituyente. El Fiscal en su declaración lo que dice es que la JEP se entregó al narcotráfico, que desconoce el pedido de USA, echa abajo la extradición, favorece a los narcos de las Farc. Carece de independencia y fue cooptada. Mejor dicho, apague y vámonos.

 La otra forma, sería una “retirada táctica” del fiscal de Odebrecht y de Hyundai. Los procesos contra Martínez avanzan en la Corte Suprema, la semana entrante comparece. Podría parecer más digno que sea él quien deje el cargo, a que la Corte le pide que se retire. Es tan defectuosa como la primera forma. El Doctor Arsénico sale del ring. Alguien le trae un vaso con glifosato muy frio que bebe con gusto. Y eludiría su responsabilidad en la investigación y esclarecimiento del genocidio de líderes sociales y políticos en el gobierno del Muñeco. 

 Y la última, Martínez fracasó recomendando al Muñeco las objeciones, su candidato Vargas que se quemó en las elecciones y los ventarrones del cartel de la toga que podría despeinarlo, siente que se está quedando sin apoyo político suficiente, entonces "se suicida" en mitad de la velada para salpicar a los contertulios, con la esperanza de que su renuncia va a causar un impacto tal, que lo suyo parezca una modesta investigación, de la que sin duda saldrá bien librado.

 En cualquier caso, bien ido, cuando un fiscal está con la mierda al cuello, es mejor que no termine el periodo. Que se dedique a defenderse, o que huya.

 

Amlo y el perdón

Amlo tuvo una idea que lo puso bajo el reflector mundial, cuando en una carta dirigida al papa y al Rey Felipe VI, los instó a pedir perdón a los mexicanos por la conquista. Habrías podido pedirlo para los latinoamericanos, y habría parecido con efceto continental y tercermundista.

  Coincido con Amlo, así hayan pasado quinientos años, hay que pedir perdón, no dizque el perdón sana, pero siempre hay que ser más incluyentes. Quinientos años no son nada, la prueba es que todavía estamos resentidos después de cien generaciones. Si es hora del perdón, que sea general, no solo Felipe VI –el Pequeño- y Pachito el Che, por lo de Felipe II y por lo de la inquisición. Los españoles les deben exigir el perdón a los moros por lo de los siete siglos, los árabes a los ingleses por lo de Palestina, tanto como los surafricanos y los hindúes. Que China le reclame el perdón a los japoneses por haberla invadido. Que Portugal le pida perdón al Brasil, que los españoles vuelvan a pedirle perdón a Cuba y Filipinas. Que los romanos le pidan perdón a toda Europa. Que Italia le pida perdón a Etiopía. Que los rusos pidan perdón a Chechenia y Afganistan. Que los gringos le pidan perdón a Vietnam, Afganistan e Irak. Que los japoneses pidan perdón a los norteamericanos por lo de Pearl Harbor. Que los alemanes le pidan perdón al mundo. Y los gringos por lo de Hiroshima. Y que los chinos le pidan perdón a los tibetanos.

       Se podría organizar un día universal del perdón en el que en las Naciones Unidas, todos los países implicados pidieran sus perdones, a las víctimas de la historia, hasta que al final de la jornada, el mundo quedara debidamente perdonado.   

       Estoy seguro que si nos perdonamos, vamos a tener un mundo más impune. No importa la canallada, somos capaces de perdonarlo todo, somos nobles. Quitemos el espejo retrovisor de la historia y perdonemos, como los católicos se lo perdonan todo entre sí.

Pido perdón por esta columna.         

El anillo ya no es sagrado

El anillo ya no es sagrado

 Se lo veía divertido ante el besamanos interminable de quienes vienen a postrarse para besarle su anillo sagrado. Pachito se lo toma como un juego, se complacía echando para atrás su mano derecha, dejando los besos sumisos en el vacío, movía los brazos en el acto de eludir el beso. Tal cual una mujer que se retira cuando un hombre quiere besarla sin su consentimiento. Como si les hubiera dicho a los besamanistas, no besen más el anillo y mírenme a los ojos, no se arrodillen, el anillo ya no es sagrado. Su mano blanca de viejo rehuía el beso fariseo de los obispos, el beso ciego de las monjas ancianas, el beso mediático del político, el beso sarnoso de la mujer del político y el beso comprado que se vende para turistas. A nadie se le ocurrió, después de tantas veces, agarrarle el brazo y besarle el maldito anillo. Eso sí que hubiera sido viral. Y mucho más viral, que un día de estos se aparezca sin anillo, al que ya no concede gracia,  y que haya que terminar besando la mano vieja del más desafortunado de los argentinos.

La objeción

La objeción

 Lo primero que  queda en claro es el carácter obediente del Duquecito. Tenía que mostrar que era el títere perfecto y es lo que está haciendo. Es consecuente, basta ver las iniciativas que está orquestando: cooperativas civiles de seguridad, armas para la gente de bien, glifosato con longaniza, prohibición de la dosis mínima, la memoria y el archivo nacional a desmemoriados ilustres, y ahora, lo que todos esperábamos: objeción a seis artículitos de la ley reglamentaria de la JEP.

De fondo, la preocupación ronda la actitud autoritaria y retadora, que consiste en desconocer los fallos de la Corte Constitucional, por motivos de conveniencia (¿para quién?), que son el cerrojo del sistema de reglas de juego entre poderes. El presidente está facultado para objetar un proyecto que ha aprobado el examen de constitucionalidad, es una regla del juego. Pero en la circunstancia del enorme peso político que tiene viabilizar o torpedear el reglamento a la JEP, cuando se objeta por conveniencia se lo hace investido de un poder “supremo”, que le permite la maniobra de denegar la constitucionalidad por la conveniencia en favor del CD. Una actitud igual a la que Chávez y Maduro se fueron abrogando progresivamente, hasta convertir a todas las cortes en aparatos de bolsillo del ejecutivo.

   En un país leguleyo, el destino de la objeción, una vez la tenga el Congreso, será objeto de argucias, arreglos, componendas, trapisondas, chantajes, compra ventas y negociaciones bajo la mesa. Si la aprueba el senado y la desaprueba la cámara. Del efecto político en la votación presionado por  la llave Gaviria-Carrillo. Del silencio de CR, que tendrá que ver con que el doctor Vargas se está valorizando. Del bloque de oposición sin Petro, porque Petro no tiene WA. (Lo debió cerrar por la incómoda congestión de mensajes tras el incidente del video del billete).

 Nadie pensará en el país, ni en la conveniencia nacional de la paz, ni en las víctimas, ni en la reparación, ni en la justicia. Todos defenderán los intereses momentáneos de sus pandillas políticas, que devoran todas, la misma presa de poder.

Lo que veremos será la puja de conveniencia alrededor de un viejo y profundo debate, entre acepatar o rechazar el hecho de la reincorporación civil de las Farc a la vida política del pais. Entre una paz imperfecta y una paz imposible. Entre la vía militar y la vía política como método. En el mejor de los sentidos la viabilidad y el derecho a un debate público que nos concierne a todos, debería ser para abrir un camino práctico en el que la paz equivalga a hacer justicia. El asunto, sin embargo, es que ni en eso hay acuerdo, porque a muchos no interesa que se haga justicia.

Con el menos cabo de su imagen, la corrupción rondando por sus instalaciones, procesados que se niegan a asistir a los llamados de la corte, los lios administrativos que ya han hecho crisis, la JEP podría estar corriendo la misma suerte que la justicia ordinaria.

Pongamos una vela para que no.

Bluff

Bluff

Voy a partir de un supuesto, la “invasión gringa a Venezuela” es un bluff. No quiero decir, que ni en la izquierda ni en la derecha de los países de la región y en USA, no haya grupos que insistan en tener la opción de fuerza sobre la mesa, y otros que denuncian una posible agresión del país de la política de las cañoneras. Aun así, es un cañazo. La señal más evidente: “5000 tropas a Colombia”.

USA está de salida de Irak y Afganistan, lo cual es un error estratégico para ellos. Pero, dice Trump, que ya derrotaron a Isis y que han entrado en conversaciones con los talibanes para una transición pacífica. Y además que regresar las tropas era un promesa de campaña. Así que no tendría mayor sentido político abrir un frente militar en el patio trasero para desalojar a Maduro.

Para hacerlo, Trump necesitaría una aprobación del Congreso que como están las cosas no tendría mayores probabilidades. La caja no está para financiar otra guerra en el lugar donde hay más petróleo en el mundo, contra una Venezuela que tiene militarmente, más capacidad táctica que la que tenían Irak y Afganistan, cuando fueron invadidas.

Pensando en reelección, una guerra  no es buena propaganda para Trump, aunque sí para los demócratas. Putin está pasando por la peor crisis económica y política que le ha significado un bajonazo de popularidad, al punto que si mañana fueran las elecciones, perdería. No es el momento para embarcarse en ninguna cruzada militar para apoyar a un grupo mafioso enquistado en el poder. De hecho siete compañías rusas de petróleos que tenían negocios en Venezuela, se han ido del país, buscando preservar sus intereses privados.  Pero, ante todo, no se necesita una solución de fuerza, cuando la estrategia del “presidente interino” fraguada por el Grupo de Lima, el Departamento de Estado y la OEA, les ha resultado tan bien. Debilitaron a Maduro con algo muy sensible, el hambre y las necesidades no satisfechas de la población venezolana y unieron a la oposición, fuera y dentro de Venezuela.

La ayuda humanitaria es una compota envenenada, a ninguno de los donantes les interesa, por encima de todo, salvar vidas humanas. Se trata de una estrategia de humillación a la tiranía, entrar  a salvar con comida sobrante del ejercito de USA, a los venezolanos, de la “revolución bolivariana”. Atizar el conflicto interno entre grupos de hambreados y la Guardia Nacional y la policía. Mostrar a una “revolución” que mata a sus hombres y muchachos en las fronteras. Y dar cuenta del deslizamiento diario de miembros de las fuerzas armadas  que se pasan del lado de Guaidó y cruzan la frontera. La deserción como trofeo. Lograron que más de cincuenta países reconocieran a Guaidó, apretaron todas las clavijas económicas y comerciales que pudieron para quitarle oxígeno a Maduro. Saben que es una cuestión de tiempo.

 La estrategia de asfixia, humillación, de agresión simbólica tan dura contra la “revolución”, es un efecto propagandístico más devastador que un bombardeo selectivo sobre los aeropuertos militares. El espectáculo del paramilitarismo motorizado de Maduro reprimiendo a cientos de venezolanos que marchaban a la frontera en busca de comida y medicinas, tiene el poder suficiente, para causar más daño, que una acción de comando.

 Mañana la tensión aumenta, para darle argumentos al bluff, Trump envía a Penn a Bogotá para conversar con el Grupo de Lima, una señal de amenaza, que refuerza la idea venezolana de que la ayuda humanitaria es la punta de lanza de la invasión. Ahora que fracasado el plan de meter la compota envenenada a Venezuela, seguirá el plan B, seguramente menos amistoso. Recuerden, Trump tiene plan C,D,E y F.

Díaz Canel se refirió hoy a Duque como un payaso, ayer Maduro lo llamó de la misma manera. ¿Qué cosa es tan graciosa de Duque que hace que cubanos y venezolanos rían de él? A mí me parece que no hace nada gracioso, qué payaso se sostendría sin hacer algo gracioso. Él es un señor bien puesto que hace la tarea, cumple las agendas de Washington, rompe los protocolos de paz, declara la guerra al ELN, dinamita la JEP, rinde cuentas cumplidas a su presidente eterno y siempre dice sus oraciones antes de dormir.

El fin de Nicolás

El fin de Nicolás

 Cuando Pérez Jiménez huyó de Venezuela en 1958, a Santo Domingo, al llegar al aeropuerto, con miles los venezolanos pisándole los talones, no encontró escalerilla para trepar al avión. Hubo que izarlo con cordeles como si fuera un fardo, en la maniobra se le cayó un maletín negro de fuelle, que en los afanes se le olvidó. Contenía trece millones de dólares.

 Hoy por primera vez algunos medios especularon acerca del fin de Maduro. Pensar con el deseo, tal vez no sea práctico, pero nos hace sentir tan mágicos, que no vale la pena renunciar. Hay hechos en particular, concatenados,  que pudieran servir de coartada a quienes así piensan, una deserción progresiva, desde el 2018, de ocho mil hombres de las fuerzas armadas bolivarianas, 189 procesos militares disciplinarios contra incómodos miembros activos. Entrega de todas las industrias y negocios del estado a los militares. Reubicación de los militares críticos a guarniciones de frontera. Las fuerzas armadas por ser el único cuerpo constitucional de fuerza en cualquier país, está en disposición de alterar el curso nacional, el curso del poder.   

 La evolución de las relaciones internas del "triunvirato venezolano", que medios norteamericanos han calificado como la cabeza de una “industria criminal” implantada en el aparato de estado, definirá los acontecimientos, a partir de un punto de quiebre en la crisis venezolana. De una parte, el gobierno de Trump puso todo su aparato para axfisiar económica y diplomáticamente a Maduro, valiendose del muy eficiente papel del Grupo de Lima. Y de otra, la jugada de elegir presidente interino que le devolvió a la oposición, en la Asamblea Nacional, presencia, fuerza, iniciativa que les da oxígeno interno, suficiente para que la oposición, afuera y adentro de Venezuela, cerrara filas, alrededor del gobierno de transición de Juan Guaidó. Algo del coraje mestizo de Chávez veo en él.

  En el momento en que Nicolás pierda el apoyo de lo que hasta ahora ha sido su aparato de bolsillo, por diferencias con Diosdado Cabello, el fiel de la balanza tendrá que inclinarse, y si no lo hace, se tendría que autoproclamar. Me refiero a Vladimiro Patrón, el Patrón bolivariano. Si se tratara de fidelidad al chavismo, como proyecto, como ideología, el primero en la sucesión sería él. Nicolás es una bestia probada de carga del chavismo al que cayó en desgracia y para desgracia de Venezuela, reemplazar al Comandante. Chávez comparado con él, es un pensador. Diosdado, apenas está por el billete. Es el mafioso del triunvirato y al mismo tiempo el eslabón más débil, porque está pillado por la justicia internacional, porque han rastreado sus cuentas, los movimientos, sus negocios, porque está vinculado a procesos que lo implican en conciertos para delinquir. Un concertista maestro, que no podría salir de Venezuela, porque a donde vaya lo van a ir a buscar. Porque al cambiar el régimen le echarán mano en Venezuela. 

 Un salida, que ya se propuso hoy, que la OEA, de donde todavía Nicolás no se ha hecho expulsar, o una comisión de la ONU, le propongan al Patrón que convoque a elecciones, para lo cual sería necesario, para que fuera diplomáticamente viable, que el Patrón le diera un golpe de estado a Nicolás. Pensar con el deseo.

 El final de Nicolasito: con el bloque comercial más completo, con las empresas rusas en retirada, con una baja explotación petrolera, con la inflación caminando a millón, con fisuras en las fuerzas armadas, con el grupo de Lima moviéndose con saña, con la oposición venezolana organizada como gobierno en el exilio, sin medios, sin twitter, sin FB, sin gobernabilidad, Nicolás huye un con un “puñado de leales” a lo más profundo de las selvas venezolanas para “organizar la resistencia contra la invasión imperialista”, recibirá el apoyo del ELN y se dejará crecer la barba.   

La negación de la inteligencia

La negación de la inteligencia

 No sé si cuando los griegos hicieron explotar su carro bomba en la General Santander, previeron que el costo diplomático de semejante barbaridad, terminaría pagándolo el gobierno cubano. Le hicieron un grande favor a Duque, le dieron munición para poner entre los palos a los cubanos. Son criminales, pero ante todo estúpidos, sin visión, torpes de solemnidad. Los griegos y la inteligencia se repugnan.

Los griegos no creyeron  en el proceso de paz con Santos, que venía de firmar con las Farc en La Habana, mucho menos con el Dux. Le apuestan a lo que se le apuesta cuando una participa en algo en lo que no cree, a obtener alguna ventaja necesaria, a modificar en positivo una situación en particular, un buen motivo inconfesable que los obliga, a que después del atentado se apeguen al cumplimiento estricto de los protocolos. Es una pésima broma hecha por unos estúpidos a los que habría que amarrar.

Cuando uno se sienta en una mesa a encontrar salidas a un conflicto, no puede más que actuar como político. Ya no es un problema de cómo hacer la guerra, cómo intensificarla, es un problema de cómo terminarla. Los griegos en esto son primitivamente torpes. La comprensión nunca ha sido su fuerte.

 El sentido de la conversación, cuando las armas no están sobre la mesa, obedece a que las partes creen que hay cosas sobre las que se puede hablar sin armas. Pero los griegos se sientan a la mesa con segunda intención, que en realidad es la primera. No están pensando en paz, están atrapadas en la ventaja de tener una guerra con una mesa. Por eso es que divorcian el aparato de guerra de la conversación y permiten acciones que a ellos mismos no les sirven. ¿De qué les sirve a los griegos el atentado de la Santander? Los puso en el visor del repudio mundial y nacional, en la mira del dolor de las familias de todas las víctimas. Lograron que la mesa, por la que el Dux no daba nada, se levantara. Que se les quitara la inmunidad con la que el gobierno los había investido para su desplazamiento a La Habana, lograron que se activaran las circulares rojas de Interpol y pusieron al canciller cubano a decir que condenan y persiguen el terrorismo, sin que nadie todavía sepa, si los van a detener y a expatriar a Colombia.

 ¿Qué van a hacer los cubanos? No es el momento, por los ajustes necesarios a la sociedad cubana, bajo Díaz Caney, de quedar en el visor mundial como auxiliador de terroristas, o cómplices de la violación de los derechos humanos, a causa de la idiotez natural y la falta de sentido de uno de sus huéspedes oficiales en una negociación de paz.

 No podría decir si los cubanos, en algún nivel, sabían lo del atentado a la Santander. Podría anticipar, eso sí, que si hubieran sido informados se habrían opuesto. La acción es tan estúpida como malévola, porque si de algo podían estar seguros los griegos, era de la reacción del Dux, el gobierno de Monseñor, frente al bombazo. Aun a sabiendas de las consecuencias que tendría para el gobierno cubano, se empeñaron en hacerlo. Si así actúan con un gobierno que los ha recibido para proteger la mesa, que les da garantías y logística, cómo será con un gobierno que no los quiera. Ahora, que si no anticiparon las consecuencias, porque no ven más allá del cañón, la malevolencia se atenúa, sí, pero se multiplica la imbecilidad.

 Si los cubanos actúan atenidos a derecho –más que por quedar bien con la comunidad internacional- lo único que tienen que hacer es detener y expatriar a los griegos, ni más ni menos que entreagarle a toda la dirección al gobierno del Dux. Me es difícil creer que la decisión que el gobierno debe tomar, lo más pronto posible, cualquiera que sea, se tome sin ideología. De fondo, el gobierno cubano está enfrentado al dilema práctico entre tener que irse por un orden legal internacional frente al terrorismo, o por el camino de alguna confusa, secreta o perversa complicidad. Entregárselos al Dux, que no por ningún talento, sino más bien por la imbecilidad de los griegos, es mandarlos a “la boca del lobo”. De no hacerlo, lo urgente es ayudarlos a salir, si ya no lo han hecho. Y luego soportar la condena mundial dirigida por el Sheriff Trump en persona, el Dux, la ONU, la OEA y el perro bravo de latinoamerica, Jair Bolsonaro.

 Imbéciles y además desagradecidos

Él ha venido a salvar al Brasil

Él ha venido a salvar al Brasil

Brasil encima de todos. Dios encima de todo. Así podría describirse el “programa de salvación” del ex capitán Jair Bolsonaro para el Brasil. No se descarte que sea quien represente a ese dios que ha puesto en lo alto, a la manera de las más rancias teocracias. Él ha venido a salvar al Brasil.

Bolsonaro tiene las mismas tripas de Trump y Duterte. Es de la misma estirpe de depredadores evangélicos, que practican el fascismo ordinario y que los hace un poco hampones. Todos se declaran religiosos, portadores de una fe. Mi único  pecado, dice Duterte, son las ejecuciones extrajudiciales. Trump no reconoce pecados.  Pero no se le perdonará el campo de concentración para niños, en Tornillo, Texas.

El Capitán Bolsonaro fue bautizado por una iglesia pentecostal, como, Jair Mesías Bolsonaro. ¿Qué tal que fuera el hijo de dios? Dejemos que tome las riendas del Brasil y que nos lleve por “la senda preclara de la libertad y el progreso”. O de manera un poco más prosaica, que con algo como veneno para insectos, purgue a la sociedad de todas esas horribles degeneraciones, propias de las minorías.   

Lo de Bolso no extraña. Aun sin que el PT hubiera caído en su orgía de corrupción, Bolsonaro probablemente habría ganado.  Estamos de temporada. Victor Orbán en Hungría y Jaroslaw Kaczynski (como el nombre de Unabomber), en Polonia. Putin en Rusia y Mohamed bin Salmán en Arabia Saudita. La misma que envía, un equipo de quince expertos para arreglar el cadáver de Khashoggi, una vez asesinado en las instalaciones del consulado saudí en Estambul. En la China, el emperador Xi. Y en las repúblicas bananeras, el mafioso Nicolás y Ortega, el pater familia de una dinastía peor que la de los Somoza.

La más obvia explicación del triunfo fascista en Brasil, es que la sociedad reaccionó frente a la corrupción del PT. Un voto mayoritario contra el manejo “socialista” del poder, de cuando el péndulo estaba allá. Lo mismo que pasó en Argentina, en Ecuador, en Colombia. Lo mismo que ha servido para explicar el triunfo del Brexit y el ascenso de Donald.  

Hoy el péndulo está aquí. El Mesías B ha llegado para salvar al Brasil. Lo primero será devolver a todos los negros al África, que ya no son capaces ni de reproducirse. A los indios, que se corran a Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia. Las mujeres que se tengan, todas tendrán su derecho a ser violadas. Y a los artistas, pena de muerte, son los peores. A la sociedad del Brasil hay que sanearla de todas las degeneraciones ideológicas, ambientales, de género, de condición humana. Lo que se necesita es alguien a quien no le tiemble, ni la mano ni el tinto.  Y ese es, el Capitán Jair Bolsonaro.

Pero si por alguna desconocida razón no llegara a ser el hijo de dios, y resultara el hijo de alguien más, estaríamos frente a un relevo militar en el gobierno del Brasil. El general Mourão será vicepresidente, el general Heleno será ministro de Defensa y el teniente coronel Ponte será ministro de Ciencia y Tecnología. El general Oswaldo Ferreira guió la campaña electoral.

Dijo Bolso, el día antes del triunfo, que va  a sacar a las calles a las fuerzas militares, para hacer frente al crimen. Desde "este momento el Brasil está en guerra”.  Un mesías guerrero, un fauno dispuesto a militarizar el país. Por la fuerza, por la fuerza, resuena el coro del fauno en su laberinto.