El anillo ya no es sagrado
Se lo veía divertido ante el besamanos interminable de quienes vienen a postrarse para besarle su anillo sagrado. Pachito se lo toma como un juego, se complacía echando para atrás su mano derecha, dejando los besos sumisos en el vacío, movía los brazos en el acto de eludir el beso. Tal cual una mujer que se retira cuando un hombre quiere besarla sin su consentimiento. Como si les hubiera dicho a los besamanistas, no besen más el anillo y mírenme a los ojos, no se arrodillen, el anillo ya no es sagrado. Su mano blanca de viejo rehuía el beso fariseo de los obispos, el beso ciego de las monjas ancianas, el beso mediático del político, el beso sarnoso de la mujer del político y el beso comprado que se vende para turistas. A nadie se le ocurrió, después de tantas veces, agarrarle el brazo y besarle el maldito anillo. Eso sí que hubiera sido viral. Y mucho más viral, que un día de estos se aparezca sin anillo, al que ya no concede gracia, y que haya que terminar besando la mano vieja del más desafortunado de los argentinos.
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