ÉL
"Llega a su hotel, se baña y se arregla para salir a cenar con una pareja de amigos. Alguien golpea en su habitación. Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, “Él” la empuja…”. Le ordena con ese dedito índice de la mano que haga silencio y la conduce amablemente a la cama. Ella, “que siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes”. Qué si grito, dice ella. No lo harás, dice él, y no lo hizo. Y todo quedó entre ellos, hasta el 19 de enero, en que Claudia Morales en su columna del Espectador, nos lo contó.
La columna de Claudia Morales la ha puesto en la ola de redes y medios, la ha convertido en tendencia me#too, comienza narrando, luego reflexiona y termina en un llamado. Su título: El derecho al silencio. Me causa curiosidad saber por qué lo rompió. No basta que no haya mencionado el año, y el violador sea encubierto por ella misma con el pronombre ÉL, para no presumir una traición al silencio. El nombre según ella misma, lo conocen, su marido, dos amigos periodistas y dos amigos no periodistas.
¿Por qué venir a traicionar su silencio a comienzos del malhadado año electoral de 2018? ¿Por qué dar tantas pistas? Claudia trabajó entre 2003 y 2004 como jefe internacional de prensa, para el gobierno de Monseñor Uribe. Un tipo que era poderoso y muy peligroso entonces, su jefe, que seguimos oyendo y escuchando todos los días en los medios, que ha hecho y puede hacer mucho daño, según escribe. Si no es Uribe, es su doble, o el doble de su doble. Claudia traicionó su silencio con la adivinanza del huevo, blanco es y gallina lo pone. No fue necesario más para que el país y el mundo malpensante, imaginara a Monseñor follándose a Claudia en la habitación de un hotel.
El 24 se abrió en la Fiscalía la investigación. Una que Claudia sabía que iba a provocar su columna. A la Fiscalía tendrá que decirle el nombre, en eso consiste la investigación. Y cuando Claudia cante, es su obligación judicial como forma de evitar convertirse en cómplice, la papa caliente le quedará en las manos a Nestor Humberto, que bien sabrá qué hacer con ella en el año electoral.
Reconozco todas las razones de Claudia para haber sepultado el hecho durante tantos años, su derecho al silencio, la protección de su familia y ante todo evitar el inmenso riesgo que corría y todavía corre. Lo que confirmaría la peligrosidad actual de un poderoso violador que anda suelto y todavía le puede hacer daño. Pero aun así, no entiendo por qué traicionó su derecho.
Con todos los indicios que Claudia dio, los datos aportados, hasta en el Centro Democrático se lo creyeron, así que emitieron un comunicado urgente sobre la honorabilidad y la pulcritud de Monseñor. El guiso que le faltaba a la papa caliente.
Lo que más me gusta del curso que ha tomado la denuncia es el efecto político que desencadenó, que no creo que estuviera completamente ausente de las consecuencias que ella como periodista anticipó. Por ejemplo, que Ivancito Duque, se hace desmadrar por la honorabilidad de Monseñor. Un profundo acto de lealtad o complicidad, para con ÉL.
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