El museo del libro
Mi nieto tiene cinco años. Me visitó durante cuatro días. En el día utiliza su tablet, le gusta más que la tele, aprendió a leer y a escribir sin que nadie deliberadamente se ocupara de enseñarle, porque sus padres le leyeron desde que nació. Es capaz de intervenir con su escritura un libro que le deja espacios en blanco junto a las ilustraciones. Una mañana caminábamos por la casa, le mostraba el jardín y el salón de talleres abajo, y la librería. Cuando entramos a la biblioteca de la Casa, un salón oscuro, con muebles oscuros y libros oscuros, dijo: Abuelobatalla, ¿tú por qué tienes un museo aquí?
En treinta años las bibliotecas como reservorios culturales de impresos serán museos. El “museo del libro” estará en una burbuja con temperatura artificial y preservativos, en algún lugar vistoso, dentro de un centro multilenguaje: una biblioteca universal como la de Borges, que reúne todo lo que se ha hecho y se ha dicho, todo lo gráfico, lo grabado, lo escrito. En memoria de Funes.
La tarea de digitalización el acervo de las bibliotecas y hemerotecas se habrá puesto al día, aunque la cantidad de información que se producía cuando comenzó el trabajo, se haya duplicado.
Qué tontería esa de estar hablando del “fin del libro”. El fin del libro es el fin del hombre sobre la tierra. Imagino que la expresión apocalíptica se refiere al fin del impreso, de las producciones y reproducciones bidimensionales. La realidad virtual habrá abierto tanto el espacio de banda, hacia mitad de siglo, en los próximos treinta años, y a unas velocidades de ficción, que la lectura tal como la trabajamos hoy, será algo todavía mucho más plural y diverso. Cada lenguaje habrá hecho desarrollos que estamos tan lejos de imaginar, como estaría Platón de imaginar el cine, a pesar de que fue con su adorable mito de la caverna, el primero que imaginó, tal cual, una sala de cine y la situación a su interior.
La lectura alfabética asociada a la enseñanza y uso regular de textos impresos está siendo modificada al paso de la cultura impresa a la cultura virtual. La lectura será la de todos los lenguajes. Una palabra como alfabetización habrá desaparecido, las aulas presenciales habrán desaparecido, y por fortuna, la Escuela habrá desparecido. El sueño jamás cumplido de Manolito.
Y las bibliotecas de papel, que terminarán siendo los “tigres de papel” de la maldición maoísta, serán museos, como el que ya tengo en mi casa. El hipertexto multimodal habrá trazado tantas rutas posibles de comunicación, como rutas imposibles hay en el laberinto universal donde Borges vio en su magnífica ceguera la sombra infinita de una biblioteca.
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Rosa Matilde Nieto -