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Alberto Rodríguez

British exit

British exit

Estuve intentando comprender los argumentos de las partes durante un mes antes de las elecciones del Brexit. Pero me siento demasiado lejano a la City, como para especular con confianza. Así que no alcancé a tener una idea clara acerca de la distribución de los riesgos, de la inconveniencia efectiva, o de la conveniencia práctica. Supuse que los ingleses que se jactan de no cometer idioteces en privado, no incurrirían en una de carácter público. Si fuera ciudadano del Reino Unido, habría llegado a las elecciones sin saber cómo votar.

Pero pasados tres días de las elecciones, en El Tiempo, me encuentro con un artículo firmado por Chris Patten, excomisionado de la Unión Europea para asuntos exteriores, titulado: una tragedia británica en un acto. Y entonces encuentro alguien que finalmente me explica qué significa salirse de la CE, el costo de la desintegración, en medio de una Europa, que frente a la amenaza yihadista, tendría que estar más integrada que nunca para esperar salir con vida.

Para el Reino Unido ningún escenario es más posible, que el de la pobreza durante las próximas décadas. La gente de Escocia e Irlanda del Norte, que votó mayoritariamente por permanecer, no creerá en que se ha ganado mayor libertad, a costa de perder sus trabajos. Abrirse de la CE es abrirse del mercado  con el que el Reino Unido tiene  46% de su comercio y todos los beneficios arancelarios. El triunfo del Brexit parece más un acto de autismo federalista que de inteligencia estratégica.

El Brexit no tendría que haberse llevado a consulta popular.  La discusión sobre la permanencia o no debería haberse evaluado en la academia, el mundo empresarial, el gobierno, el parlamento, los grupos de opinión, los sindicatos, la banca. La naturaleza de la convocatoria no tiene consecuencias vinculantes, aun así nadie pediría que se revocara el resultado de una elección, que además de tener consecuencias desastrozas, terminó por dividir el Reino, respecto a su destino continental o insular.

Los defensores del Brexit en la campaña aseguraron que la salida significaba más ingresos para el Reino Unido, reducción de la inmigración y aumento en los recursos para la salud pública. Un programa populista perfecto para imbéciles, tan perverso como el de Trump o el de Maduro. Ningún gobierno que reemplace al actual, una vez David Cameron se haya ido, puesto que no podía ir a Bruselas a defender algo que no compartía, podrá cumplir lo prometido. Los ingleses tendrán que elegir un primer ministro que administre el Brexit, y que seguramente saldrá de los laboristas, que con tanto empeño apoyaron durante la campaña la desintegración.

Se hizo campaña diciéndoles a los viejitos, a los campesinos, a los mineros, a las amas de casa, a los cesantes, que la permanencia no le servía sino a Londres. Parecería que la campaña la hubiera dirigido Donald Trump.

Creo que los ciudadanos del Reino que votaron por salirse, casi la mitad de la población del Reino, cometieron la peor estupidez, como la cometerían los norteamericanos si eligieran a Trump. La prueba de la equivocación es quienes la aplauden frenéticos: toda la gleba de nacionalismos, toda la derecha, el fascismo, los ultranacionalistas: el Frente Nacional de Marina Le Pen en Francia; la derecha antimusulmana holandesa, PVV; los ultranacionalistas austriacos del FPO, los fascistas de Alternativa para Alemania, AfD.

Triunfó el populismo tropical en el Reino Unido. Las derechas europeas se agitan contra Bruselas. El grito nacionalista de lucha contra el centralismo se levanta en las calles. El futuro económico del Reino es tan oscuro como una tragedia de Shakespeare. La fortaleza de la comunidad continental se ha resentido. ¿El final del reino de Bruslas?

Cuando más cohesionada, organizada, cooperativa se esperaba que estuviera la CE, se agrieta precisamente en todas las fisuras nacionalistas. Si Europa se divide, será mucho más difícil atender un problema de toda  la comunidad, las migraciones sirias. Tendría que tener una fortaleza descomunal frente a la embestida yihadista. Pero se le mintió a los votantes, mintieron los políticos y los sindicatos, mintieron los medios, y dividieron el Reino.

La consigna ahora es: salirse del Reino Unido y volver a la CE. Ayer el Primer ministro escocés se refirió al asunto.

Los ingleses, desde Newton, bien saben que lo único infinito es el universo y la estupidez, y sin embargo cometieron a vistas de todo el mundo, una infinita estupidez. Dios y la Reina se los premie o se los demande.   

 

1 comentario

Rosa Matilde Nieto -

El BREXIT es una alarma para las democracias. Los países que sigan haciendo parte de la UE tendrán que trabajar para reforzar las economías que funcionen para todos y no solamente para los multimillonarios. Por ahora triunfó el populismo.