Fantasmas
El lugar de los acontecimientos: dos apartamentos, calle de por medio, desde uno de los cuales un hombre vigila a otro. “Una calle tranquila, poco transitada, no lejos del puente, la calle Naranja, quizá. Walt Whitman compuso a mano la primera edición de Hojas de hierba en esa calle en 1855…”
Ghosts publicada en 1986 por Paul Auster es una novela del color, de trama simple y compleja. Una novela del color, no solo, porque todos los personajes tengan nombres de color. Así, Blanco "quiere que Azul siga a Negro". Azul se sorprende al descubrir que Negro es el editor del Club de Clásicos, Walter J. Negro, Copyrigth 1942. Y Castaño es el maestro de Azul.
Ghosts es la segunda novela de la trilogía de Nueva York. La primera es Ciudad de cristal y la última, La habitación cerrada. Y no es una novela que abuse de la simbología y la mitología del color. Más que una especulación sobre el color de la novela, Auster hace un ejercicio de iluminación. Le da una luz a fantasma, como la de Kafka, utilizando un filtro-Kafka y un filtro-Orwell, para iluminar sus escenas, para dar color a la novela.
No puedo imaginar una novela sin color. Puedo imaginarla hasta en blanco y negro, pero no sin luz. Toda novela tiene una iluminación que nos deja ver, asistir, adentrarnos y hasta perdernos. Una novela sin luz propia es como una novela sin atmósfera.
Auster dedica su novela al oficio de la iluminación. Nos propone uno de sus pequeños laberintos en Brooklyn, a los que es tan afecto. Selecciona dos colores y los sitúa en la calle Naranja. Negro escribe en su habitación, es todo cuanto hace. Y Azul vigila a Negro mientras escribe, es todo cuanto hace. Azul informa a Blanco de los resultados de su trabajo de seguimiento en reportes escritos que envía semanalmente. Hasta que descubre por las respuestas de Blanco, que Negro habla con él.
Auster es un escritor que se ha hecho valer por su credibilidad escénica. Esa impecable verosimilitud que nos impone, que nos pone como condición para leerlo. Esa maestría convincente en el arte de inducir al lector. Aún con ciertos dejos dramáticos innecesarios con que gusta iluminar sus finales. No voy a revelar quién mata a quien. Si quieren saberlo léanla.
El diálogo tiene tres virtudes: es cotidiano sin ser local, responde a lo que son los personajes y tiene el don de intensificar. El diálogo reparte color escénico en virtud de las voces. Esas en que se escucha hablar a los personajes. No me canso de escuchar los personajes de Auster, no me canso de releer algunos pasajes de Brooklyn follies, es tan imaginativamente digno.
Nos deja la frase entrañable: “Hay cosas más importantes en la vida que vivir mucho tiempo”.
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Mareña -