Aquello estaba deseando ocurrir
En la Puerta de Alcalá, el primer cuento del libro, invoca en el epígrafe a Salinger (Franny y Zooey, 1961) y el cuento gira de Angola a Cuba en España, en un vértice preciso, Velásquez. El segundo, Nueve noches con Violeta del Río, es un bolero. Adelaida y el poeta: la relación entre una anciana y su director de taller de escritura creativa. Él se pregunta hasta qué punto tiene el derecho de incitarla a escribir. Sonatina para Rafaela: nostalgia pura, magnífica nostalgia, la de una pianista vieja. El epígrafe es de Casablanca. Según pasan los años, el amor, el amor, de cualquier forma. Los límites del amor, día a día, el diario de la lejanía, de la guerra y el amor. La muerte feliz de Alborada Almanza, exquisito. El destino…la fineza de la trama. La pared: el pelotero nostálgico, el hombre, el chico y el guante. Mirando al sol: la estrella negra del libro. La muerte pendular de Raimundo Manzanero: el concubinato circunstancial entre el cuento y la crónica, la valentía de los hechos y el tono narrativo. Noche buena con nieve: una nostalgia blanquecina, derretida como la nieve sucia. El cazador: una lección de tensión e iluminación.
Tengo la costumbre, al terminar de leer un cuento, de dejar una nota al final, unas pocas palabras, una línea quizá. Intento que el comentario recoja la impresión más fuerte. Creo que es ante todo un ejercicio de memoria. Cuando algún tiempo después regreso al cuento, descubro que lo he olvidado. Sé que lo leí, están los subrayados, los garabatos, y está la nota. A veces la nota me devuelve la memoria. Es su utilidad. Y cuando la nota de nada sirve, es porque el cuento ha pasado a la más pavoroso eternidad, la del olvido.
El primer párrafo de la columna reune los comentarios finales que hice al libro de cuentos de Leonardo Padura: Aquello estaba deseando ocurrir.
Recomendable, diez veces recomendable. Uno de los cuentos se me hizo inolvidable. Los límites del amor. Ernesto es enviado como soldado a la campaña en Angola, donde conoce a Magaly con la que termina seriamente enredado. En Cuba, él tiene mujer, Tania, que lo espera. El ombligo del cuento está en el penúltimo lunes antes de que el vuele a España de regreso a Cuba. El conflicto absolutamente previsible, el desgarramiento sentimental de un hombre entre dos mujeres, no le quita picante al cuento. El truco está en que algo previsible descubra un modo tan particular de contarse, que a pesar de lo previsible parezca original.
¿Es posible que el amor dure el tiempo que dura una campaña en Angola?
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