La herencia de la guerra fría
La organización "Ecologistas en acción" ha denunciado la hipocresía de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea en el conflicto de Georgia, Osetia del Sur y Abjasia. El conflicto ha puesto sobre el tapete, una vez más, la política de dobles raseros, de las dobles morales en la política internacional. De una parte llama la atención que Estados Unidos y la Unión Europea pongan el grito en el cielo por el reconocimiento de Rusia a Osetia del Sur y Abjasia, donde la mayoría de su población quiere la independencia de Georgia, y que ya funcionaban con independencia de facto ntes del conflicto. Este comportamiento es especialmente contradictorio cuando ambas potencias acaban de reconocer a Kosovo. Pero, por otra parte, también resulta llamativo que Rusia aplique un criterio tan distinto en Osetia del Sur y en Abjasia frente al de Chechenia, donde han masacrado, cuantas veces ha sido neceseario a su población, cada vez que se ha levantado a luchar por su independencia. Ecologistas en Acción denuncian la escalada militarista, la violación de los derechos humanos y el incremento de la tensión que han aportado las intervenciones de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea al conflicto. En ningún caso se trata de defender los intereses de las poblaciones locales, sino sus intereses geoestratégicos y los de las élites locales que les sirven de operadores. En nada hemos avanzado, respecto a los juegos sucios que hicieron carrera durante la guerra fría. El conflicto envuelve un juego espeso de intereses petroleros, como los que rondaron en el conflicto de Irak. Rusia envía su flota a bloquear los puertos georgianos y Estados Unidos manda su VI flota a la misma zona. En respuesta Rusia reconoce Abjasia y Osetia del Sur, pero Estados Unidos pone un radar antimisiles en Polonia. Entonces Rusia dispara un misil que puede traspasar el escudo antimisiles. En respuesta la Unión Europea “estudia sanciones contra Rusia”, a lo que se responde con una amenaza velada de corte del suministro de gas a Europa. La desgracia de los pueblos sigue siendo estar en manos de las grandes potencias, que muy por encima del modelo democrático de exportación, utilizan a los pueblos para dirimir sus conflictos de intereses.
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