Poesía, poesía, poesía
Sé que la necesito pero no sé para qué
Ni siquiera sé cómo me llega al corazón
O si tengo un corazón para esperarla
De la cabeza no es bueno hablar
La razón no la traga, ahora quiere entenderla.
Lo que adoro de ella es su inutilidad sublime
Si sirviera para algo sería como la prosa
Y no, no, mil veces no, la poesía es otra cosa
Otra cosa Otra cosa
Música fortuita
Carcajada subjuntiva
Flores del mal
Fuego en el iceberg
Qué sé yo.
Sé que la noche en que Rimbaud
sentó a la belleza en sus rodillas
algo definitivo y oscuro pasó con la poesía
Nunca nadie lo había hecho
Pero la encontró amarga cuando la quiso besar
Y entonces la injurió, por su malva amargura
Y por lo que había sido
hasta que abjuró de la poesía
de su lívido pasado de puñal y lira
de toda la belleza que hubo en ella
de su mezquina dulzura
de su dureza de algodón y pólvora
Que le provocó un espasmo a la belleza
una contracción de vientre manoseado
que arrojó a la calle a la poesía moderna.
No pude evitar que sus palabras
parieran en mi y se quedaran
y se me anunciaran como arcángeles categóricos
de una poesía que nace en los albañales del cielo
“Conseguí desvanecer en mi espíritu
toda esperanza humana”.
Las palabras de Rimbaud
fueron el primer disparo en un duelo.
2 comentarios
marino agudelo hoyos -
mejor no creo que se pueda decir lo que se siente con la poesía.
Joyita del Mar -
Me gustó tu poema.