De burros y elefantes
Que recuerde nunca unas elecciones en USA habían tenido tan en vilo al mundo, por razones que tienen que ver con la seguridad del mundo. Y tampoco, nunca la Casa Blanca había tenido aspirantes tan grises, tan postizos y con tanto pasado sucio. Son los más impopulares entre los candidatos impopulares. Pero ambos, la una entre “burros”, y el otro entre “elefantes”, han conseguido que los mastodontes tercos y fuertes de los partidos, se desnuden y dejen ver las fisuras, sus debilidades y sus miserias. El demócrata se fracturó con la opción de un viejo socialista que dice lo que Hillary no puede ni quiere decir. Aunque ninguno de los dos pueda hacer lo que dice que va a hacer. Es hora de que el partido demócrata se divida. El republicano le retiró el apoyo de las mayorías al candidato oficial del partido, un outsider que se les coló y los puso en los aprietos de una división de facto.
El expediente de Donald es como el de un miserable de un cuento de Bukowski. Rudo, maltratador, directo, sin mayores escrúpulos, al que un rifle y un pedazo de culo, hacen feliz. No es una coincidencia histórica, que el hombre que encabeza la cruzada que podría ponerlo en la Casa Blanca, sea el que quiere recuperar América para los americanos, haciendo buenos negocios. El sheriff que ha llegado a poner orden en el pueblo, a levantar muros, echar a los forasteros y enfrentarse a quien tenga que enfrentarse. Donald: el candidato de Putin.
Con relación a las encuestas hay algo interesante. Ellas son capaces de medir todo lo que sea medible. Y eso es lo que revelan los sondeos. Pero han engrandecido su método hasta el punto de que en ocasiones alguien podría creer que lo miden todo.
Hay un insondable de decisión electoral que cambia a la velocidad en que se mueve la información en las redes. Algunos de los ciudadanos que tenemos acceso a las redes hacemos campañas. Muchos ciudadanos se organizan como grupos de presión civil. Se mueve más información no formal que formal y la opinión y el juicio tienen ahora unos rangos de variabilidad que las encuestas no alcanzan a medir, tanto por su velocidad, como por su contradictoriedad. Las variaciones de intención de los indecisos, por ejemplo. Técnicamente todas las encuestas dan un empate, o una diferencia que no sobrepasa el margen de error. Nos han dicho, cada encuesta es una foto. La foto hoy nos muestra a un burro y a un elefante, afuera, frente a las rejas de la Casa Blanca.
Lo último que quisiera ver, sería a Donald en la oficina oval, viendo un partido de golf en horas de trabajo. O hablando como un sheriff con Ángela Merckel o Teresita May. A pesar de ser un halcón, Hillary tiene una idea más precisa del cargo que quiere ocupar. Ella no quiere América para los americanos, ella quiere el mundo para los americanos. Ambos modelos, para fortuna del mundo, quebrados desde adentro.
Ya quisiera verla a ella en la oficina oval, trabajando en horas que no son de trabajo. Pero dos días antes de las elecciones, sigo teniendo la fastidiosa impresión de que “si los norteamericanos pusieron un hombre en la luna, bien pueden poner un imbécil en la Casa Blanca”.
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