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Alberto Rodríguez

Del animal político a la bestia impolítica

Del animal político a la bestia impolítica

El desorden bajo los cielos, en las calles, los aeropuertos, la bolsa, los ministerios, que se ha instalado en Venezuela, desborda la capacidad de contención y el margen de gobernabilidad del engendro bolivariano. Nicolasito parece que quisiera hacerse echar del poder (tal vez no sea para menos). Hace todo para darle combustible a una oposición envalentonada, que se le quedó con el poder legislativo en las últimas elecciones y que tiene a más de medio país de su lado, de manera efectiva, saliendo a tomarse las calles. Para el jueves se han propuesto la “toma de Miraflores”.

El costo político de haber encerrado a Leopoldo López, y los demás dirigentes de la oposición, fue haber desboquetado el bloque bolivariano de poder, que no conoce de separaciones, se perdió la joya de la corona, la Asamblea Nacional. A Nicolasito le quedan la Corte Suprema, la Corte Electoral y las Fuerzas Armadas, ellas completamente fisuradas por razones que van desde el “futuro de la revolución”, hasta el narcotráfico. Y que revelan un potencial contrapoder, que al Ejecutivo no le da paz.

Ahora, valiéndose de leguleyadas bolivarianas, trucos de juzgado municipal, demandas insustanciales, a través de sus Cortes, Nicolasito revoca el proyecto de revocatoria que la oposición tiene como su bandera principal. Lo que parecería un acto defensivo que detiene una acción completamente legal, amparada en la constitución, equivale a darle todo el combustible que le falta a la oposición, para chamuscarle el rabo y sacarlo de Miraflores.

La toma de Miraflores va ser una demostración de fuerza civil que no va a dar al traste con el esperpento ejecutivo de Nicolasito. No va ser un golpe de estado, no va a terminar en que Nicolasito sale con sus maletas por la puerta de atrás de Miraflores. Ningún régimen está dispuesto a dejarse tumbar, para evitarlo hace lo que la constitución le permite, y lo que no le permite. Es, y ha sido la historia del poder. Y no va cambiar en Venezuela.

Venezuela dejó de ser la democracia más frágil de América Latina, para convertirse en hegemonia, en la forma de gobierno cívico-militar, también más frágil, de América Latina. La “revolución bolivariana” no tiene futuro, así se quede un tiempo más en el poder, a punta de torcerle el cuello a su propia constitución, y de la acción efectiva de los colectivos paramilitares.

Pero si bien la toma de Miraflores no equivale a la toma de poder por parte de la oposición, que conllevará la restauración actualizada de lo que había antes de Chávez, va a significar un mayor desgaste político que no hay cómo pagar; menor legitimidad; un duro golpe a la gobernabilidad que se refleja en el imposible que parece el intento de una mesa de negociación, avalada por el Papa; condiciones aun más críticas para la economía, y una fragilidad internacional, que no le compensan los aplausos de Irán, Corea del Norte y Nicaragua.

La revocatoria de la revocatoria fue el mayor error político del régimen. De haber sido un demócrata, o de haber sido inteligente, Nicolasito habría ido a la revocatoria este año. Le habría dado un aire político al gobierno, habría confirmado el pasaporte democrático de la comunidad internacional, y de paso habría hecho la más grande campaña bolivariana a favor de la revolución, que le habría dado aire, imagen, osadía. Pero no, Nicolasito lo que está buscando es que lo echen.      

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