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Alberto Rodríguez

La colombianización del negocio mexicano

La colombianización del negocio mexicano  El negocio de la droga es transnacional por naturaleza. Los ritos de violencia local que impone, las complicidades políticas que necesita y las rutinas logísticas propios de la oferta subterránea, son las mismas aunque se trate de distintos países. El  narcotráfico mexicano revive con saña y fuerza, el modelo del narcotráfico colombiano, que en los últimos 25 años creó un modelo de negocio, que infiltró a la guerrilla, al Estado y al paramilitarismo, y que expandió sobre la sociedad civil, una bocanada de conductas y símbolos agresivos.  

La narcocultura: una forma de referirse al efecto global del negocio en la sociedad civil, se levanta sobre una red de complicidades culturales, sin las cuales el negocio no tendría de dónde agarrarse, no tendría como hacerse histórico. Si bien nadie en público defiende o patrocina las actividades del narcotráfico, con las que de paso se sataniza hoy a cualquiera, aunque no tenga que ver con el negocio, en privado y clandestinamente, se refuerzan las amarras de complicidad con los ejércitos del mercado negro. El narcotráfico produce una simbiosis de aceptación comunitaria, en la medida en que da trabajo, hace fluir el dinero, valoriza a los muchachos dándoles un lugar remunerado en sus ejércitos (en México la edad promedio de los sicarios es de 17.5 años) y además abre oportunidades de movilidad al consumo - participación adquisitiva - entre sectores nada despreciables de la población que no deben nada a los partidos ni al Estado.  

El narcomodelo colombiano ha hecho carrera en México, es cierto, con una fuerza explicable por las tensiones del mercado en la frontera con USA, el mayor consumidor en el mundo. La guerra en México, podría llegar a ser más dura y prolongada que lo que ha sido en Colombia. Mientras la tasa de ganancia se sostenga la repartición violenta será la ley. Los socios naturales del narcotráfico mexicano son los colombianos, que necesitan de la expansión, como forma de sostener el mercado directamente o a través de alianzas. Pero las alianzas siempre entrañan muerte.  

En el 2007 el índice de muertes por los negocios de narcotráfico en México subió un 22%. Para quienes descreen de las estadísticas esto equivale a 2514 ejecutados. Los tres focos principales de las vindictas están en Sinaloa, Guerreo y Michoacán. Como en Colombia, es un negocio que surte para todos, por lo cual engendra un espectro muy grande de conflicto. El Estado aunque oficialmente lo combate, no puede impedir que miembros de las distintas ramas y fuerzas adhieran por lucro. Dando vigencia criminal al principio clásico de sostenibilidad histórica de la mafia. Aún así el costo de víctimas entre los miembros de las fuerzas armadas va en este año en 197.  

La mafia, en Colombia, en México o en cualquier país, necesita Estado. Las armas utilizadas en la mayoría de los asesinatos en México son de uso exclusivo del ejercito: nueve y 7.62 milímetros (cuerno de chivo). La violencia ha tocado a los 32 estados.  

Pero el Estado mexicano como el colombiano, compartiendo esa bochornosa, hipócrita e inútil posición de “combate frontal” contra el narcotráfico, apoyada por las exigencias inmorales de las certificaciones de la Casa Blanca, no sólo no logran frenar el narcotráfico, sino que por el contrario lo estimulan. Cualquier medida que afecte el sistema de distribución por acción represiva de las autoridades, no hace más que ayudar a subir los precios en las calles de USA. Y a ambos estados, lo único que se les ocurre es aplicar más fuerza. Y para eso, la fórmula mágica es subir impuestos. Se calcula que cada 24 horas los mexicanos tributan un adicional de 453.872 pesos para mejorar la calidad de los operativos de la Policía Federal.  

El Estado mexicano, si de verdad quisiera darle un golpe cierto y mortal al negocio, debería estar promoviendo un sistema multilateral de acuerdos entre la comunidad internacional, para la firma de un pacto de naciones por la legalización del consumo. Es lo único que tornaría creíbles, legítimas y efectivas las acciones de una política nacional de lucha contra el narcotráfico, en México y Colombia.    

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