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Alberto Rodríguez

Un golpe de fuerza en medio del tablero

Un golpe de fuerza en medio del tablero

Un golpe de estado en Turquía no es una novedad histórica, ocurren más o menos cada diez años desde los años sesenta. Hacía veinte años no ocurría uno. Por la información fragmentada y tendenciosa de todas las agencias es muy difícil hacerse a una imagen precisa del momento. Parecería ser que una facción pequeña del ejército intentó un golpe, a la manera de Chávez en Venezuela, incluyendo el fracaso. Una facción que evidentemente está contra Erdogan. Hay varias maneras de estar contra Erdogan y lo que él representa: el viraje de una sociedad laica liberal a una sociedad cerrada, islámica.

Lo primero que se observa es una participación activa de la sociedad civil turca frente al golpe, que la llevó a salir a las calles, a rodear con sus carros los tanques, a poner las banderas en los cañones, a hacer mítines en la avenidas y a poner las redes a funcionar a todo vapor.  Un respaldo convocado por las redes desde el gobierno que movilizó una base social amplia que conjuró el intento. La fuerza de Erodogan es activa, presente, extendida.

«Hay un ligera posibilidad de que fuera un golpe escenificado», aseguró Fethullah Gülen, desde su exilio en Pensilvania, el “enemigo público” de Turquia, el adversario a muerte de Erdogan, quien afirmó de manera extraordinariamente rápida que algunos de los militares sublevados recibieron «órdenes de Pensilvania» El presidente turco solicitó hoy a USA la extradición de Gülen y anunció que promovería la reinstauración de la pena de muerte para los golpistas, suspendida desde 2004. John Kerry dijo que no ha recibido petición de extradición o pruebas «legítimas» de la participación de Gülen en el golpe.

Gülen es un teólogo sufí que tiene su propio movimiento moderado en distintos países, Hizmet, es hijo de imán, e inmensamente rico, está autoexiliado en USA desde 1999 en las épocas en que Erdogan era el alcalde de Estambul, y que hoy es señalado como el instigador del golpe.

 El otro centro a que lleva a mirar el golpe, son las fuerzas armadas turcas. El ejército turco cuenta con 630.000 efectivos, sin contar las reservas. Tiene 283.000 soldados profesionales y es veterano de Afganistán, y de la guerra contra los kurdos, en la que participaron las unidades de los llamados “lobos grises”. Es el segundo más grande de la Otan, situado en el enclave geoestratégico más importante del conflicto sirio. Participa en la coalición de países que con los Estados Unidos está involucrada en el conflicto sirio. Es de un gran valor en la estrategia europea de defensa. Quebradas las fuerzas armadas de Turquía, se quebraría la palanca de la Otan en la región del conflicto.

 Así que la división de hecho entre militares fieles al gobierno de Erdogan, de orientación suní, y los golpistas, revela más allá de una división entre partidarios de una república laica o una república islámica, las diferencias que podría haber entre alas chiíes y suníes dentro de las fuerzas armadas. ¿Cuál es el peso que tendría el viraje laico a estado islámico, al que está llevando Erdogan a Turquía, en las fuerzas amadas turcas? ¿Y cuál el efecto que puede tener para Europa la división del ejército estratégico bisagra en el conflicto más grave del planeta?

No es un golpe más en la tradición turca de golpes, quizás su efecto rápidamente contrarrestado, no evita que se sientan entre bambalinas militares, cambios y reacomodos que llevarían a una redistribución riesgosa de fuerzas en el futuro más próximo del conflicto sirio. 

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