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Alberto Rodríguez

Corrupción o muerte

Corrupción o muerte

Ayer han detenido a Lula en el Brasil. Se ha llegado a la cabeza del proyecto socialista en Brasil. Doña Dilma ha perdido su mentor y soporte, y el ícono del milagro se ha venido al suelo, por corrupto. Por lo mismo que podría caerse la Presidenta.

Terminó una “década perdida” en la Argentina, en la que un matrimonio osado, llegó al poder para promover una red de corrupción que se metió en el negocio de los bienes raíces, las drogas legales e ilegales, las armas, el futbol, la banca, los hoteles, el tráfico de divisas. Los K metieron sus manos en la justicia para proteger a los socios externos de los ejecutores del atentado contra la mutuaria judía. Sobre la Señora K siempre recaerá la sospecha de su intervención en el “suicidio” del Fiscal Nisman. El lunes la iba a demandar, por el caso de la mutuaria, con todas las pruebas recopiladas durante más de veinte años, y el domingo por la noche lo suicidaron.

La corrupción bolivariana en Venezuela es un capítulo aparte. Clanes de militares activos y retirados organizaron dentro de los organismos del estado revolucionario una red de corrupción industrial, que se tomó Pedevesa, la industria de las armas, el mercado de las expropiaciones, la usurpación de tierras –de la que la familia Chávez tiene alguna experiencia–, el mercado de la droga, y el mercado negro, que con Nicolasito en el poder, ganó en poder y autonomía. Fue el reparto del botín lo primero que dividió al chavismo, en vida del caudillo. Perdida la fuerza de mando y liderazgo, las bandas corruptas en Venezuela entraron en una guerra de rapiña por el poder, que dieron motivos, tiempo y acción a la oposición, para que en las últimas elecciones se quedara con la Asamblea Nacional. Hoy se está hablando de la revocatoria de Nicolasito, tras haber tenido que reconocer la profunda crisis económica en que anda metida Venezuela. Los sobrinos de su mujer, tras las rejas en USA, por narcotráfico. Y Diosdado, ideólogo del Cartel de los soles,  en minoría en la Asamblea Nacional y en lo que queda del chavismo.

En Nicaragua, es toda una familia la que se ha tomado el poder para convertir el país en su propia finca, que maneja con mano de hacendado corrupto. Maneja los negocios de fronteras, los negocios de importación, los medios de comunicación y tiene un plan expansionista en la cuenca del Caribe.

Correa en el Ecuador se toma demasiado en serio su papel de hombre providencial, al que nunca tumbaron los indios, el que dolarizó la economía, el que invirtió en infraestructura, e hizo inversión social, el que instauró el delito de opinión, montó una censura fascista, condeno al ostracismo a los editores de la prensa de oposición, terminó con la libertad de prensa y tuvo tratos con las Farc. Ha sido el anfitrión de los diálogos de acercamiento entre el gobierno colombiano y el ELN.

       Miren en que quedó el socialismo revolucionario, latinoamericano, bolivariano, peronista, de los trabajadores, del siglo XXI, o como quieran llamarlo. Unos gobiernos imputados con pruebas, una ristra de corruptos denunciada, ladrones, malversadores, que exactamente igual que las castas de políticos tradicionales de todo el continente a las que reemplazaron, siempre por la vía electoral, se organizaron en pandillas para robarse el país. Los unos robando a nombre de la democracia, y los otros a nombre del socialismo.

       El socialismo en América Latina nació corrompido, nació en otras manos, nació en el reino de las revanchas, en la bastarda herencia de los corrompidos. No importa con qué bandera, con qué consigna, con que grito de batalla.

¡Corrupción o muerte! 

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