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Alberto Rodríguez

De la misma saga de “Un sheriff con las botas untadas de mierda de perro”

De la misma saga de “Un sheriff con las botas untadas de mierda de perro”

Ser una potencia, en la jerga gepolítica significa al menos tres cosas: influir en la economía del mundo, tener una máquina de guerra y hablar como potencia. El gobierno de los Estados Unidos, comandado por Donald el megalomaniaco, cumple las tres condiciones. Tiene dinero, fuerza y habla duro.

Del desquiciado, como salido de una mala comedia de televisión, la Sociedad Norteamericana de Psiquiatría, ha dicho que no es apto para gobernar, porque tiene una personalidad megalomaniaca; casi el 70% de las mujeres lo detesta; los jueces estatales le desmontan sus directrices sobre inmigración; el muro mexicano es un proyecto muy costoso, inútil y muy poco ambiental; la comisión de presupuesto de Congreso lo bajó de la idea de desmontar el Obamacare; los altos funcionarios salen corriendo después de la segunda reunión con el sheriff; los republicanos se lo aguantan como a un suegro gruñón y malhumorado que va a heredar; y los apostadores en Londres, dan tres a uno a que Donald no pasa de este año.

Todo lo anterior para hablar solo de las alergias y salpullidos roñosos que causa su forma de gobernar entre los norteamericanos. Por fuera ya tenía cantidad promisoria de enemigos antes de ser presidente, ganó más durante la primera semana de gobierno y ahora suma una legión.

Una personalidad megalomaniaca es una constante de conducta en los grandes depredadores del poder: Hitler, Stalin, Mussolini, Somoza, el Doctor Francia, Gadafi; Franco; Pol Pot; Ceausescu; Sesu Seko, Idi Amin, Papa Doc Duvalier, Castro, Chávez, Duterte y Kim Jong Un. Y todos no pueden menos que darle el sello de su personalidad a “su” gobierno, a sus actos, a las acciones de efecto social. Todos manipulan las constituciones (hacen una a la medida o desconocen la que hay), todos comparten el gusto perverso por perpetuarse. Se trata de una plaga, la plaga del poder, la más peligrosa y letal de la historia. Todos los gobernantes por demás, sin tener el carácter maniático de los paranoicos brutales, son responsables de alguna clase de depredación. La corrupción es apenas una de las más visibles.

Donald juega a ser el sheriff que vino al pueblo a poner orden. Y como en cualquiera de las malas películas donde se recrea el vicio del poder, es un provocador, boquisuelto, retador, rápido y furioso. Así que si USA tiene un arsenal es para usarlo, será la política del Pentágono. La diplomacia boba y cobarde del Negro y de “Vil” Clinton, tiene que ser reemplazada por hechos. Todos tienen que saber quién es el más fuerte. No más acuerdos que no beneficien a los Estados Unidos.  

Ayer fue Siria donde el régimen tiene que disparar en dos sentidos. Contra el Ejército Libre de Siria que lucha contra Bashar Al Assad, y contra ISIS, que lucha contra todos. Desde luego que en ningún caso tener que elegir entre ellos dos es una tarea digna. Sin embargo, no se puede luchar contra los dos al tiempo. Hay que escoger aliados, es lo que le ha dicho Putin a Donald. Pero no, a Bashar hay que castigarlo por utilizar armas químicas contra la población civil. El justiciero sheriff invierte el sentido de la acumulación de fuerzas y objetivamente se pone del lado de ISIS. Ambos son unos hijos de puta, pero Bashar es “nuestro hijueputa”.

Hoy fue Afganistan. La bomba no nuclear más grande (MOAB) fue lanzada contra un reducto al este del país de ISIS K, la filial afgana del califato. Tendrá que bombardear todo el país para destruir el sistema de túneles que han utilizado los guerreros afganos desde que Alejandro Magno los invadió buscando un imperio persa/helénico. Es más una exhibición de poder, un acto propagandístico de guerra, que sujeción a un plan estratégico para ganar la guerra en Afganistán.

Mañana será Corea del Norte, y entonces otro loco le responderá a Donald con bombas, que ya apuntan a Corea del Sur, a Japón y a los mismos Estados Unidos. Y no dudará en hacerlo, se inmolará llevándose consigo todo un pueblo. Megalomanía atómica que dará al mundo un rostro distinto, más convulsionado y hostil en el siglo XXI. Lo de la bomba no nuclear es un claro preaviso para quien se quiera dar por aludido.

Con seguridad a todo el sistema norteamericano de seguridad no se le pasará por alto que algunos de los enemigos de Donald estarán planeando un golpe contra los Estados Unidos. La bravuconería bélica tiene un precio que Donald no podrá pagar, o que ni siquiera sospecha que alguien pueda cobrar.

 

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