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Alberto Rodríguez

El último mago de Bolivar

El último mago de Bolivar

 

Nicolás ataviado con sudadera tricolor, con un turbante pastel que le prestó Piedad Córdoba, la bola bolivariana en la mesa, la bandera, un cuadro de Bolívar y la pata disecada de un conejo surdo. Suena al fondo un joropo. Y en directo, la televisión estatal transmitiendo en vivo el acto de magia por el cual el presidente sostiene la economía del país de un hilo, en medio de cuchillas curvas que se mueven en espiral.

Lo primero es un ensalmo, tiene fundamento en la mini-constitución de bolsillo editada por la revolución. La revolución necesita magia. Maduro procederá invocándolo, para que por un sortilegio el precio del barril que cerró el viernes en 21.90 dólares, suba a 50, para el próximo fin de semana. Una vez cumplida la primera parte del plan, otro ensalmo lo devolverá a 100. Como todo en Venezuela, es cuestión de fe.

“Estamos haciendo magia, no de ahora, de hace varios meses atrás para mantener los suministros del país, para seguir cumpliendo con las cuentas externas y compromisos para mantener la producción y más en estos tiempos cuando estamos casi ras con ras (igual) con el costo del barril petrolero” dijo Nicolasito en declaraciones a la prensa, después del primer acto. Según Maduro, el precio se está acercando a trece.

Pero ni el pago de la deuda externa ni el precio del barril se han querido someter a la magia ejecutiva. Porque la magia se agotó antes de terminar el segundo acto. La magia previa, la que debería haber torcido el destino económico a su favor, no se pudo hacer, el mismo Jefe de las Fuerzas Armadas, se opuso a la magia que Maduro quería practicar. No dijo, Vladimiro Patrón, todo el mundo nos está viendo, descubrirían el truco.

El tercer y magistral acto del mago Nicolás, haría ver a David Copperfield, como un principiante. Hará desaparecer toda una Asamblea Nacional, desde el presidente hasta la señora de los tintos. Y lo mejor, nos los traerá de regreso, los dejará en el limbo astral de su magnífica magia.

Maduro adivinó, su bola se lo dijo, que la caída del petróleo se debe a una “estrategia obcecada” de USA. Sacó sus reservas al mercado mundial, sobreofertó y desplomó el precio. Quebró a Venezuela. Algo que la CIA no habría sido capaz de hacer. La magia de Obama, seguramente es tan poderosa, porque tiene sus ancestros en África.

 Solos no podemos salir de esto, recalcó Nicolasito. Debería, como su último gran acto de magia, proponerle a la OPEP un cese de las exportaciones, guardar petróleo, provocar una crisis global de la demanda, a ver cuánto tiempo sostendría USA la demanda mundial de crudo.

Con el turbante de Piedad y su magia desabrida, Nicolasito se condenó a ser el último mago de Bolívar.

 

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