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Alberto Rodríguez

Uno más

Uno más

Un paro de maestros más, por lo mismo, dinero. Si el paro se hiciera por calidad, sería permanente e indefinido. Un paro de maestros de la educación pública, es algo tan colombiano, como el pan de la tienda de la esquina, el saqueo al presupuesto público, la arepa y el chorizo, o el fútbol. Los paros de maestro los conocemos desde la primera mitad del siglo pasado. Siempre faltará dinero para cubrir la demanda, es decir, pagar los maestros y costear el proyecto educativo. En esa medida, el costo educativo en Colombia es muy bajo, primero porque paga mal a los maestros, y segundo, porque no invierte en calidad. Las constantes políticas del Ministerio de Educación, sea el ministro un señor homofóbico, de chaleco y gafas de carey, o una linda lesbiana de gafas acorazonadas de gata.

Hasta que el gobierno de Santos no entendió que la condición para que Colombia entrase a ser parte de la OCDE, era subir la calidad, no pensó en serio en buscarle contrapartida al proyecto educativo. Debieron contratar al director General de las pruebas Pisa, pagado por los países miembros de la OCDE, para que viniera a redactarles la agenda programática de calidad. Pero en un país que es el tercero más corrupto del mundo, después de México y Filipinas, y en la lista de Transparencia Internacional 2014, está el puesto 97 entre 175 naciones, las posibilidades de financiar el programa de calidad, son prácticamente nulas.

El Congreso no autorizó, que la solución financiera a la endemia del conflicto docente, se incluyera en el actual Plan de Desarrollo. De entrada les iban a hacer conejo a los docentes. Así que la situación hoy es perfectamente comprensible: nueve millones de niños sin clases, 300.000 maestros parados, suspendidas las conversaciones, diferencias porcentuales irreconciliables para el acuerdo, una negativa rotunda del Ministro Hacienda.

Arreglar a los maestros no es como arreglar a los paperos o a los transportadores. Todos vitales para la economía. Pero sin duda, el paro del sector educativo tiene un mayor impacto, porque hace fracasar la condición reivindicativa de la educación como clave para el proyecto de paz. Un paro le quita razones al prospecto de ingreso a la OCDE. Y muestra que la elevación de calidad, que pasa por la sostenibilidad de la nómina docente, no tiene muelas. Sigue siendo un saludo a la bandera.

Al gobierno y a la linda Ministra de educación, les va a tocar aceptarles todas las colas petitorias a Fecode y dobletiarse en su propuesta financiera, para que una nueva sentada tenga visos de aceptabilidad. Les va a tocar renunciar a lo que consideran una actividad inherente a la elevación de calidad: la evaluación docente.

Y bien que harían en quitar el requerimiento evaluativo, de la manera que lo han propuesto, que en Inglaterra llevó a al paro más largo de la historia del magisterio oficial, la evaluación docente. Porque, si la hicieran bien, y tuviera efectos de contratación, habría que echar a más de la mitad de los maestros. Y porque la forma más inteligente de evaluar a los maestros es evaluando a sus estudiantes. Las pruebas Pisa, Saber, Icfes, Censales, Ekaes, evalúan a los estudiantes, pero lo que en realidad muestran, es que los docentes se rajan.

Si quieren saber qué tan bueno o malos son los maestros, evalúen a los estudiantes a su cargo.

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