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Alberto Rodríguez

El autismo de los halcones

El autismo de los halcones

Me he preguntado después de leer el artículo de David Grossman, “Un Israel sin ilusiones” publicado en The New York Times, al que respondió Miguel Ángel Bastenier en El Espectador: ¿Qué tan representativo –en sentido democrático – es Hamas, del millón ochocientas mil personas que viven en condición de refugiados permanentes, en una franja controlada geográfica y militarmente por Israel?

El punto de partida de Grossman es que Hamás y el gobierno de Israel viven encerrados en sendas burbujas, como si fueran los autistas geopolíticos del primer conflicto regional del mundo, con más de medio siglo de historia. Los habitantes de la franja de Gaza, desde luego que lo confirman, es como si todos hubieran sido aislados bajo “La cúpula” de Stephen King. El gobierno de Israel tiene mucho más aire, más capacidad internacional de juego, más recursos tecnológicos y el respaldo absoluto de USA. Dice Grossman que,  “Israel es un estado brillantemente creativo, audaz, que durante más de un siglo ha estado dando vueltas a la muela de un conflicto que podría haberse resuelto hace años”. Si el gobierno de Israel estuviera en una burbuja no haría tanto daño, no desbalancearía el delicado estado de cosas regional, no violaría resoluciones de la ONU -242- ni los derechos humanos del pueblo palestino. Así que debo lamentar que el ejemplo de las burbujas no resulte completamente ilustrativo, no hace honores al hecho comprobado, de que Hamas está aprisionado en una burbuja, y el gobierno de Israel, va tan libre como un halcón.

El carácter irresoluble del conflicto, después de 67 años, está pintado en lo que Bastenier llama las “tablas eternas”, que no se explicarían, a no ser, que reconozcamos que en ambos lados hay sectores a los que no les interesa la paz. Su negocio es la guerra. Guardadas proporciones, lo que sucede en Colombia. Del lado de las Farc y del lado del  establecimiento, hay sectores a los que no les interesa la paz. Sus negocios no pasan por ahí. Dice Grossman, que “en la época en que vivimos no hay victorias inequívocas”. No hay victorias, sólo una "imagen de victoria", que ribetea una verdad: en la guerra sólo hay perdedores. 

Israel y Hamas atacan, se defienden, mueven sus máquinas de guerra, hacen noticia. De lejos el conflicto que más disparidad informativa ha ocasionado. Ambos hacen “uso de su legítimo derecho a defenderse”, ambos buscan “dar lecciones ejemplares” al enemigo. Los lanzamientos de cohetes de Hamás, son tan terroristas, como el lanzamiento de  los cohetes de Israel. Su impacto de fuego se hace sobre población civil. ¿Qué tan representativo es el gobierno de Israel del pueblo de Israel? Grossman confirma la existencia de “grupos de presión que nos controlan”.

En cada caso la labor abierta y soterrada de los halcones de ambos bandos, nos confirmaría una perspectiva sin solución. Ni siquiera si  el primer ministro de Israel fuera David Grossman, y Hamas estuviera comandada por Mahmud Abas. Los halcones de ambos lados han echado al traste todas las tentativas de paz, todos los acuerdos, todas las resoluciones, con los que se ha intentado poner fin al conflicto. Su negocio no está en la paz.  

 Hamás y el gobierno de Israel son el principio activo de la resolución y/o la agudización del conflicto. Son los representantes bélicos permanentes. Si Hamás reconociera el estado de Israel, e Israel reconociera un estado árabe en Gaza, habría términos estables de resolución, apoyados en el contenido de un auténtico reconocimiento entre pueblos, que podría hacer valer el peso de los argumentos pacifistas, contra el mercado de la muerte de los halcones de ambos lados.

 “En marzo de 2002, la Liga Árabe reunida en Beirut ofreció el reconocimiento a Israel por todos sus miembros, con relaciones plenas, a cambio de una retirada también plena, y Simón Peres la rechazó displicentemente argumentando que era un artilugio de Arabia Saudí para distraer la atención mundial de la participación de sus nacionales en el atentado de las Torres Gemelas —septiembre, 2001—. ¿Quién sabe? El propio Grossman lamenta que Israel mirara para otro lado” acota Bastenier.

Una percepción realista de la naturaleza del conflicto, alumbra un sentimiento fatal, respecto al futuro cercano de una paz negociada. Que no dependería solamente de la liberalización bilateral de las actitudes, del paso de la vocación de paz, a los hechos de paz, de la aceptación del derecho de la existencia mutua de los estados, o de la convicción de que con la guerra pierden los dos. Y que tampoco dependería de la desactivación, o neutralización del poder de fuego de los halcones de ambos lados. O al menos no solamente. Sería necesario, que de parte y parte, hubiera una reconfirmación de legitimidades, de representaciones. Que los respectivos pueblos, víctimas directas del conflicto, ratificaran el grado de representación que les han conferido, tanto a Hamas como al gobierno de Israel, para que en su nombre, adelanten una puta guerra, que nadie va a ganar.        

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