Pensar sin el deseo
Lo que ni la guerrilla ni los distintos gobiernos, en cada fase del conflicto, consiguieron por acción militar directa, los llevó a tener que negociar.
A ambos les interesa un principio de fin del conflicto. Lo que no quiere decir que cada uno evite sacar ventajas políticas en la mesa. La guerrilla, o el “cartel rojo”, le impuso una política de tierras al gobierno. Le dicto la línea del asunto agrario. En materia de narcotráfico, se pusieron de acuerdo con relativa facilidad, se comprometieron a erradicar cultivos y a no producir ni traficar. Casi nadie se lo creyó, pero igual es una declaración oficial de la negociación. La participación política es clara. Una vez entreguen las armas se les reconocen derechos políticos. Las Farc dicen, no entregamos las armas, las dejamos, lo cual equivale a: las encaletamos mientras vemos qué pasa. La reparación no se va a hacer, se formalizarán los compromisos, se seguirán reclutando víctimas para que vayan a La Habana a hablar con los victimarios. O si se hace, nunca se sabrá en qué año. Las buenas intenciones se perderán en los trámites de la burocracia del pos conflicto. Los académicos publicarán libros negros, libros de la verdad, largas listas de asesinados y desaparecidos. Dejarán constancia histórica. Lo más peliagudo, hasta ahora, es el problema de la justicia. Descartada la justicia ordinaria, para atender la masa del delito, entrará en ejercicio una nueva justicia, que concede algún tipo de status a los excombatientes, y cuyas penas no pasan necesariamente por prisión, lo que se ajusta a la situación de reintegro de una población que estaba fuera, a la civilidad. La justicia de la transición, aplicable al proceso de retorno de un grupo que al desarmarse regresa a la civilidad. “No vamos a pagar un solo día de cárcel” han dicho las Farc. Y Santos ha dicho que no se puede esperar que sin haber sido derrotados, vayan a dar a una cárcel. En eso ya hay un acuerdo.
De ahí en adelante, profetizo la tragada de todos los sapos, si queremos que los comandantes de las Farc, no tengan que salir por la noche de La Habana a dar la orden a todos sus frentes de reiniciar acciones militares. Que el estatuto de Roma, que la CPI, que la Comisión Interamericana, que la Carta de las Naciones. Nada, para parar la gresca, gobierno y Farc se llevarán en las astas todos los protocolos.
El secreto de la paz está en que de un lado aprendamos a tragarnos crudos los sapos, y que del otro lado paguen el cover de ingreso, respetando las reglas de la sociedad civil.
Si los sapos crudos les saben muy feo, tenemos un menú alternativo: sapo en mermelada.
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