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Alberto Rodríguez

La privacidad en la era del gueto virtual

La privacidad en la era del gueto virtual

 Eric Darr - de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Harrisburg -, citó el caso de un estudiante de ingeniería que permanecía en Facebook 21 horas diarias. Mientras dormía dejaba el equipo prendido. Algo más adictivo que el sexo, que la heroína, o que el dinero. Hoy, sin embargo,  está sucediendo algo que podría interpretarse como un alejamiento de la “facebookdicción”. Muchos menores de veinte años ya no se hacen socios, o simplemente se retiran. Comprendieron finalmente que FB es el gran patio donde se vigila y se castiga.

FB es un gueto virtual. Círculos fuertemente cerrados, en medio de la apertura de la red. Aun en las comunidades de una misma lengua, ocurre en FB, lo que ocurre en la cotidianidad, que cada quien tiene su círculo. Pero ese círculo virtual se muestra sin reserva, se exterioriza con los ademanes de una privacidad hostigada. Un círculo que se repite, cada quien con sus bromas eternas, con sus poemas amados, con sus noticias perentorias, con sus citas tiernas y crueles, con sus videos, hasta con sus propios pensamientos. Las comillas en FB se han vuelto más relativas que nunca.

Las galerías de fotos son una reedición del álbum familiar. Como en épocas de los abuelos, se trata de compartir la memoria visual de la familia, con las visitas. La diferencia es que en FB tenemos acceso a los álbumes familiares de quinientas millones de personas en el mundo, que se gastan 700 millones de minutos al mes, subiendo y bajando mensajes. Y los comentarios, las bromas, las comparaciones, que se hacen, son las mismas, cursis, triviales, jocosos, agresivas, agudas. Podemos subir una cita de Virgilio y un selfie cagando. Podemos retransmitirlo todo, copiando y pegando, exonerándonos así de cualquier originalidad, podemos quejarnos, exhibirnos como bromistas, o como pelmazos. Podemos coquetear chateando. Ironizamos y nos cagamos en las figuras de la política y el poder. Al punto que FB no está en China, ni Afganistán, ni Irán.   

Nunca antes la privacidad había sido tan pública, nunca antes nos habíamos sentido tan desvergonzadamente orgullosos de lo que somos, al punto de mostrarnos maniáticamente en la red, pero también nunca antes había sido tan difícil resguardar la privacidad, preservarla de los efectos asquerosos de la manía: información para secuestros expres; ser objeto del seguimiento de madres posesivas, maridos celosos, padres compulsivos; ser víctimas del acoso, del chantaje, del cyberbulling, de la ridiculización y el engaño.

¿Cómo prosperó tanto la manía? De la que ahora solo parecen estar salvándose los desconectados y los menores de veinte.  Todo lo que antes había sido relativamente cerrado, se ha abierto. Sin que en mayor grado, la democratización del medio, la elevación de la participación ciudadana, la interconectividad cultural (como se hizo evidente en la Primavera tunecina, la revolución egipcia, la campaña de Obama y las citaciones a las marchas por la paz en Colombia)   nos haya hecho más maduros, más reflexivos, más críticos, más ponderados. Exhibimos nuestra belleza interior, nuestra fealdad externa, nuestro humor, y nos convertimos en maniáticos seguidores de mitos mediáticos, que hacen negocios a costa de la ingenua adicción.

El ranking de las seis páginas de FB más populares del mundo:

1.  Texas Hold'em Poker 39,922,666 

2.  Facebook 37,121,757 

3.  Eminem 32,693,619

4.  Lady Gaga 31,726,784 

5.  Michael Jackson 30,901,028 

 La primera página es la de los adictos al poker, FB tiene 4660 millones de entradas en Google (Mientras Google solo tiene 2640) Y la quinta es la de un muerto. Una hipótesis seductora: el tiempo en conexión corre más rápido que el tiempo en desconexión. 

 

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