El país real y el rey pálido
Los enemigos del Presidente dicen que a Santos el país se le salió de las manos, los santistas dicen que una minoría violenta ha usurpado el movimiento campesino, Petro habla de “fuerzas oscuras”, el Ministro de la Defensa dice que es un movimiento de las Farc, Santos dijo que el paro no existe. ¿Se le puede creer a alguien? En un país de mentirosos la verdad es un bien muy exiguo. Lo primero que se pierde en toda guerra.
Una cosa son los problemas con los gremios, cuya solución en efecto se le salió de las manos a todos los gobernantes, y otra el problema de orden público, que ya ha puesto cuatro muertos. Manejados – si es que alguien pudiera - o no manejados, los cientos de jóvenes que han salido a la calle, a escribir grafitis, a darse piedra contra el Smad, a matar cajeros automáticos y a quebrar los vidrios de las estaciones del transporte masivo, lo que tienen es una rabia profunda y violenta contra todo el establecimiento, contra el gobierno, contra la policía, contra la banca, contra el transporte, contra el comercio. No es un movimiento orgánico, ni aquí ni en Inglaterra, ni en Brasil, ni en París, es la concurrencia desbordada y espontánea de la rabia contenida, que se alimenta de los detonantes que los mismos gobiernos instalan en cada calle, en cada pedazo de tierra, en cada universidad, en cada hospital.
El gobierno de Santos, como ninguno en el pasado, y tampoco los que vengan, resolverán el problema real de los campesinos – a los que dicho sea de paso quebraron – de los transportadores – un negocio entre políticos y comerciantes -, y mucho menos de los estudiantes, que serán los contradictores per se de cualquier gobierno. Los problemas reales del país real no los resuelven los gobiernos reales. Lo que han hecho y seguirán haciendo como táctica, es ceder a pedazos para aplacar el incendio. Y luego, poco a poco, ir incumpliendo para que el fuego se reavive. Ni la tierra para los campesinos, ni calidad para los estudiantes.
Por estos días Santos es un rey pálido, un tartamudo elocuente, un observador que se rasca la cabeza, que sobrevuela la ciudad para ver a sus soldaditos enfrentando una turba de jóvenes cada vez más rabiosos. Nubes de gases empañan el aire contaminado de las ciudades, y el rey pálido se pregunta si al no existir el paro, tal vez tampoco exista el país.
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