Piruetas neocoloniales
Las islas Malvinas tienen el tamaño del Caguan, están a 480 kilómetros de la Patagonia y en ellas hoy viven 3500 personas. En 1833 Inglaterra las anexionó con su flota pirata al servicio de la corona, como anexionó todo lo que quiso, por la fuerza y el asentamiento. Según la ONU, hoy es un territorio “no autónomo administrado” por el Reino Unido, un eufemismo colonial, admitido por un tal “comité de descolonización” en el que se sientan las antiguas potencias coloniales. Para Argentina, hace treinta años y hoy, las islas son una parte integral e indivisible de su territorio que se halla ocupada ilegalmente por una potencia invasora. Los nativos quieren seguir estando bajo el protectorado británico, que durante casi dos cientos años ha ejercido la regencia cultural del archipiélago.
Cualquier decisión que con la mediación internacional se tome, en términos de decencia política, debería tomar como punto central, la opinión y el deseo de los nativos, los directos implicados en las consecuencias de cualquier conflicto entre poderes bufos. Pero el asunto que treinta años después de la guerra ha reactivado la disputa, se llama petróleo.
En abril, va a hacer treinta años, los militares fascistas argentinos, en un alarde bufo de fuerza se embarcaron en la aventura de ir por las Malvinas, para enmascarar el baño de sangre en el que habían ahogado a su país. Inglaterra respondió militarmente con ardor colonial, mandó su flota, y en la refriega tan absurda como vil, dejaron la vida 649 muchachos argentinos, 225 ingleses y tres isleños. Eso fue el resultado de la imbecilidad belicista, orquestada por los payasos fascistas argentinos, y los monarquistas constitucionales ingleses.
Hoy miércoles, el Príncipe Guillermo, un sujeto de sonrisa malévola, segundo en la sucesión al trono, disfrazado de piloto, emprendió viaje a las Malvinas, para ratificar la declaración del Foreign Office, en el sentido de que la administración de las islas no es negociable, con lo que dieron respuesta tajante al reclamo diplomático de Argentina, para que se reabra una negociación sobre soberanía.
¿Nostalgia colonial de Inglaterra? ¿Autodeterminación populista de Argentina? Un poco de las dos, pero además yacimientos de petróleo, que ya Inglaterra está explorando en el Atlántico sur.
La mesa del debate tiene tres patas, el argumento de la territorialidad que invoca Argentina, el argumento administrativo innegociable que invoca Inglaterra y el argumento de los nativos isleños, esas 3500 almas que son capaces de vivir en el culo gris y gélido del mundo.
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