Para antes del olvido
1913 y 1977 son dos años de referencia en la historia de Alfonso - como antes la de Horacio, y después en la de David - contada en Para antes del olvido, la novela de Tomás González que apareció en 1987. No sobra decir que Alfonso es poeta que sale de su natal Antioquia, para ir a la Bogotá de 1914 y luego emprender viaje a Europa donde se encontrará víctima y extranjero en medio de la primera guerra mundial. Un poeta paisa perdido en los tremedales bélicos de la carnicería europea.
La prosa de Tomás Gonzales es acendrada, atildada, grave y regia. La mesura de sus tonos no linda con la falta de tensión, la prosa viva, sin ademanes innecesarios, se arriesga con alegría casi artesanal a contar.
La novela en su trabajo de escritura muestra a un poeta de la prosa que conduce una novela capaz de producir destellos y matices de habitación, ángulos ceremoniosos y humildes, que accionan la historia sin falsos recursos. Lleva de la mano al lector, como alguien que se inicia quisiera ser llevado. Escenas sepias, en blanco y negro y coloridas, de “luz difícil”, conque Tomás ilumina la novela, como un escenógrafo avezado.
Cuenta una historia González en que la poesía, o mejor la actitud poética campea en el viaje como motivo. Para antes del olvido, recoge el sentido de la novela de viaje del siglo XIX, en la que alguien sale de un punto para ir a otro y entre uno y otro – en un arco de tiempo – se transforma, o es transformado. Los personajes olvidan, se entregan, sienten la nostalgia, envejecen, pero siempre se mueven al ritmo que impone el peso de su propia condición. Se muestran en sus olvidos y sus desamores, en sus ingratitudes y decoros, en la bonhomía y el desasosiego, en la vejez indecorosa y provinciana y en la juventud arriesgada que ama y olvida, pero que escribe para no olvidar.
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