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Alberto Rodríguez

“Solo los imbéciles no cambian de opinión”

“Solo los imbéciles no cambian de opinión”

Deliciosas besatones, abrazos a los soldados, senos al aire, nalgas pintadas, disfraces, comparsas teatrales, consignas imaginativas, persistencia en el movimiento y justeza en los fines. Así describiría el movimiento estudiantil en Colombia, que desde abril tomó para sí dos banderas de la educación: derecho y calidad. Dos retos tan poderosos, que ningún gobierno actual en América Latina puede asegurar.

El movimiento de los estudiantes tiene el eco de los indignados de todo el mundo y se puso al margen de las banderas mastodónticas de las viejas izquierdas. Recoge de manera inevitable algo de la ola fresca de indignación mundial contra los abusos naturales que el Poder necesita para mantenerse: concentrar la riqueza, reducir los derechos y empobrecer las mayorías. No importa qué nombre se le dé a semejante abominación, es igual en todo el mundo. La democracia neoliberal amenaza con tragarnos.

La concentración de la riqueza en un mundo quebrado, Europa al garete en manos de los chinos, USA con la mayor crisis económica, dos frentes de guerra y ad portas de un conflicto militar en Irán. El panorama mundial no podría ser más desolador. En manos de los actuales gobernantes no podríamos ir más que al precipicio. Todos deberían hacer lo de Berlusconi.

El gobierno del Santico se mostró resuelto y firme en la reforma a la ley 30, que el Congreso terminaría aprobando por subordinación de bancada. Pero las circunstancias primero lo obligaron a excluir del proyecto la expresión con “ánimo de lucro”, que históricamente define a todos los Santos. Y la semana pasada debió anunciar el retiro del proyecto. Lo fue desactivando por pedazos y en la medida en que el movimiento estudiantil no solo se sostenía, sino que crecía. Porque el Santico no está para  arriesgar su capital político, de la misma dogmática manera como lo ha estado haciendo un imbécil como Piñera en Chile, que sin embargo hoy está sentado concertando con los estudiantes, que le van a ganar el pulso.

Santos tiene un instinto político de animal fino, que le evita el defecto de las ideas fijas. Echó para atrás las modificaciones a las tablas de fletes, echó para atrás los proyectos  hoteleros en el Tayrona y ahora echa para atrás la reforma a la ley 30. Con lo que logró recuperar la calma y el control en los sectores. “Porque - según lo exoplica él mismo - solo los imbéciles no cambian de opinión”. Aunque hay opinión de opiniones. Los oportunistas también saben cambiar de opinión, aunque sean unos imbéciles, con una facilidad que estremece.

Los estudiantes han aceptado hacer un alto, mantener la presencia, esperar a que retiren efectivamente el proyecto y sentarse a la mesa a concertar una nueva ley para la educación superior. A pesar del llamado de Piedad Córdoba, a mantener en pie el movimiento, a seguir en la  luchar contra el neoliberalismo, contra el santismo, contra el imperialismo. Contra todos los ismos que no le caben a la matrona en el alma. Qué sospechosa consejera para el movimiento estudiantil, puesto que resulta mucho más imbécil que Santos.

¿Si el gobierno, como consecuencia de la movilización estudiantil, se sienta a concertar una nueva propuesta de ley para la educación superior, por qué habría de sostenerse un movimiento sin bandera? Si concertar es como procede una democracia deliberativa. Renunciar a pactar la ley de la educación le restaría al movimiento estudiantil  legitimidad combativa y le daría un punto a Santos.

Si Santos se atreve a cambiar de opinión, así sea porque perdió el pulso, el movimiento estudiantil también puede hacerlo, porque ninguno de los dos quiere pasar por imbécil.

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