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Alberto Rodríguez

Los Intocables

Los Intocables

Un especialista de los que escriben en prensa explica en su columna que la corrupción tiene como principio el egocentrismo, el etnocentrismo, el egoísmo concentrado de uno sobre los demás, o de un grupo sobre otros grupos. Un retrato deficiente del principio egoísta, motor del capitalismo, con el que Marx inicia su Manifiesto. Se han dado mil explicaciones más: la puerta giratoria entre lo público y lo privado, el costo especulativo de las campañas, la participación de la mafia en elecciones, la sustitución de los partidos por pandillas, la política como negocio, la falta de moral pública, la falta de veeduría ciudadana. Todos los medios se han dado a la tarea de explicarnos la corrupción a propósito del despelote político continental que se armó cuando el escándalo Lava Jata en Brasil hizo estallar públicamente el negocio de Marcelo Odebrecht: comprar gobiernos.

Al descubrirse que a la campaña 2010 del Santico entraron dineros de Odebrecht, no se nos está diciendo algo que no sepamos. Desde las épocas de López Michelsen, siempre han entrado a todas las campañas, dineros que legalmente no deberían haber entrado. Hasta la apoteosis de la corrupción, el escándalo 8000 de Don Honesto Samper, al que la  familia Rodríguez de Cali, puso en el cargo.

Ramiro Bejarano, tituló su columna de hoy domingo en El Espectador: 16000. Quiso mostrar todas las semejanzas históricas que recordaba. Pero, creo más interesante mirar las diferencias: el carácter del inversionista; el momento político; las consecuencias civiles y penales; y desde luego, el origen de la filtración.  

El Presidente, lo mismo que Samper, fueron progresivamente enterados a través de sus agentes (si sabían o no, es una pregunta retórica), porque nadie -ni siquiera un gerente o un tesorero  de campaña- va a querer echarse a la espalda la responsabilidad por el riesgo de una filtración, aun habiendo de por medio comisiones generosas. Informando se evita el riesgo en pellejo propio y no se elimina la opción de la comisión.

En el caso Santos, el inversionista es una empresa legal, entroncada en la más alta estructura de poder financiero en Brasil, con  representación internacional, con entronque con la banca, con una hoja de vida empresarial atractiva, que se somete a las reglas licitatorias de cada país, que seguramente con lo que invirtió (US$1.400.000), no daba para poner presidente, como lo cree Antanas Mockus. En el caso Samper se trataba de la mafia a secas, el “enemigo público” del mundo, pero ante todo de USA y de todos sus “países aliados”, un socio secreto, para el que todo vale, que no paga impuestos y que utiliza la fuerza a discreción para la resolución de conflictos.

A Santos le llega el escándalo con el “sol a las espaldas”. A Samper lo asperjó desde el primer día. Santos está hasta el pescuezo intentando dejar amarrado el proceso de paz, material y jurídicamente. Samper no hizo nada más que defenderse, lo dicen hasta sus amigos.

Samper debería estar en la cárcel, a punto de salir gracias al jubileo proclamado por la visita de Pachito el Che. Si no pagó cárcel fue porque la justicia no operó, porque el Congreso se autoabsolvió, absolviéndolo, porque el Fiscal de la época, Gustavo de Greiff, no quiso actuar y además tenía vínculos non sanctos, porque el espíritu de cuerpo de la corrupción los arropó a todos para salvarlos. A Santos no le va a pasar nada, todos los términos por delito electoral están vencidos y la Corte Electoral está constituida por sus amigos. Desde luego que le dio un oleoducto completo al uribismo,  que no va a poder quemar a gusto, porque también dos de sus candidatos están untados con la mermelada de Odebrecht. (Ya llamaron a María del Rosario Guerra a calentar).

La filtración de los casetes que delataron a Samper se consigieron en una operación encubierta, a cargo de un ex militar mercenario que se las entregó a Pastrana. En el caso Santos,  fue algo menos sofisticado, pillaron a sus lavaperros, al Noño y a Otto, a quien le apretaron las pelotas para que ayudara a soltar la madeja, hasta que el hilo llegó al gerente de Campaña, un señor Prieto Uribe, que fue a tomarse un tinto mañanero a Blu Radio, donde cantó todo. (Tiene más contratos estatales que los Nule). El Presidente por la tarde salió a decir que apenas se estaba enterando, "condenó enérgicamente" el hecho y le pidió al Gerente que respondiera. Y aquí no ha pasado nada: “Odebrecht vino por lana y salió trasquilada”.

Sin desdeñar todas las explicaciones que se han dado para explicar el fenómeno de la corrupción, el auténtico problema es que no hay contraparte a la corrupción. El Estado se corrompió, no tiene reservas de ninguna clase para enfrentarla. No hay quien tome la decisión, con el poder suficiente, la integridad, la protección, las herramientas y la autoridad política y moral, para reducir a los corruptos, hacer que se cumplan los estatutos anticorrupción y extinguir las prácticas clientelistas de la política como negocio. No hay en ninguna parte unos “Intocables”, como los de Chicago en la década de los años veinte, que quieran y puedan enfrentar el crimen, la mafia, la corrupción. La novísima troika contra la corrupción Martínez, Maya, Carrillo, es apenas una comparsa de marimondas que ondea la bandera anticorrupción en medio de un carnaval que se devora el país.     

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