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Alberto Rodríguez

Las gafas de Cano

Las gafas de Cano

 ¿Qué significa cuando los medios de prensa se refieren a Alfonso Cano como ideólogo de la guerrilla? Una palabra en manos de los medios corre dos riesgos, cuando se usa reiteradamente, o se desgasta - pierde su significado -, o se trivializa. Es el caso de la palabra ideólogo aplicado a Cano, quien pasará a la historia como el ideólogo joven, el hijo político de Jacobo Arenas, el marxista de la UN que llegó a la dirección de la guerrilla. En cualquier caso es un equívoco, porque las FARC no tienen ideología. Y no sé si alguna vez la tuvieron, y si así fue, sería el mejor ejemplo de lo poco o nada que sirve tener una.

Si una ideología es la guía, el camino de ideas coherentes que acompaña el accionar, para llegar al fin global, las FARC no tienen una ideología, o tienen una a la que la realidad rebate. ¿A dónde condujo la ideología de Cano, o el ideólogo Cano, a la organización armada?

Fue un mito de los políticos liberales y de la prensa, con el que asustaban por temporadas a un país poco pensante, el cuento de que las FARC buscaban tomarse el poder. Y si ese fue el propósito – guiado por una contrapropuesta ideológica – hicieron todo lo que estuvo a su alcance para no tomarlo jamás, porque jamás se ganaron a la población, jamás conmovieron a sectores de la sociedad para producir el levantamiento civil que políticamente conducido fuera capaz de tomarse el poder. Por el contrario, terminaron poniendo de blanco a la sociedad civil. ¿Qué clase de ideólogo promueve acciones contra lo sagrado de la revolución?     

 Las prácticas de la guerrilla la lumpenizaron, y como enseñó Marx, el lumpen no tiene ideología. Las FARC están tan implicadas en el narcotráfico que son el “cartel rojo”. Están tan instalados en el boleteo, la extorsión, el secuestro, el asesinato, el asalto y el bombazo, que terminaron legitimando los procedimientos del enemigo al que combaten como sus formas de lucha. Administran campos de concentración. Son responsables de etnocidios, a Cano se lo señaló como determinador de la masacre de los Iwa en Nariño. Tan errática, prevalida del todo vale, la guerrilla se pervirtió “ideológicamente”, al punto que terminaron actuando como los mafiosos y fascistas. Todas las formas de lucha, tal como aparece en la cartilla ideológica.

La muerte de Cano, no dejó a las FARC sin ideólogo. Y si así hubiera sido, la ideología no haría más que refrendar la vieja nostalgia de los dinosaurios del poder. Cano era un marxista modelo setenta. Cuando llegó al secretariado fue el único interlocutor que tuvo Arenas. Llegó con conocimiento, había estudiado antropología, y con ideas nuevas. Era terco, dogmático y tenía un yo demasiado grande. Todo lo cual lo hizo pésimo negociador, pésimo estratega y pésimo político, tan malo que nunca vio lo que significó el Caguán para las FARC.

No sé si alguna vez Cano se enteró que los berlineses, del oeste y el este, tumbaron el muro a patadas. No sé si se enteró de que la URSS y el PC desaparecieron. No sé si supo que el PC chino se pasó al capitalismo. No sé si supo de una revolución a noventa millas de USA que terminó derrotada por el Internet.

Siento un dolor al momento de la muerte por Cano, como el que se siente por un personaje que huye por las arracimadas montañas caucanas, con una escolta diezmada, que en un momento en el que las bombas caen y va a producirse el desembarco de fuerzas especiales, tiene que huir sin sus gafas, las culo de botella del estudiante miope, sin su caja de dientes, sin sus armas, sin sus 194 millones de pesos en el morral y sin su escolta. Medio ciego, abrumado, disminuido, flaco, sin su barba marxista, sabiendo el final, escondido en un rastrojo no alcanzó a ver al soldado que le hizo tres disparos.    

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