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Alberto Rodríguez

Los días del Arcoíris

Los días del Arcoíris

Antonio Skármeta, como muchos de los escritores chilenos de su generación, debieron seguir viviendo sin haber podido apagar el efecto de una dictadura fascista que parecería una alucinación. Pero no solo los escritores, a muchos de las chilenas y chilenos de la época del golpe les ocurre lo mismo, no han terminado de digerir el bolo trágico de la experiencia, y quién sabe si lo logren.

Los días del Arcoíris – Premio Planeta-Casamérica 2011 – es una novela directa, cotidiana, en lenguaje llano, avivada con la riqueza de detalles conque sabe Skármeta iluminar cada escena. Pero es también un ajuste de cuentas con la historia. No es solo un exorcismo de la pesadilla nacional, es algo más, un intento consciente de volver a la escena del crimen, una y otra vez, para revivir en un ejercicio de memoria narrativa, el dolor, como una forma de curarlo. Solo que Skármeta intenta hacerlo con alegría, con vida, con pluralidad, con los valses de Strauss, con Billy Joel, con los chilenos que no vivieron el golpe y con un final feliz.

El Arcoíris representa la coalición de 17 organizaciones políticas que enfrentaron el plebiscito pinochetista de 1988. Todos los colores, todas las vertientes, unidas en un frente electoral contra el régimen, que se vio forzado a tener que preguntar, después de quince años, sobre la conveniencia de citar a elecciones. La novela se mueve entre un SI y un NO constantes, sobre los que se arma la trama. Hacer la campaña por el SI y la campaña por el NO, es el asunto, solo que en los hechos de la narración, semejante hazaña apunta a ser la responsabilidad de un solo hombre, el publicista “estrella” de Chile que lleva muchos años sin poder trabajar, porque está en la lista negra, Adrián Bettini.

La novela es un relato en paralelo contado a dos voces intercaladas. Un narrador en tercera y un narrador en primera. Dos puntos de vista diferentes que alternan el relato. El uno que se deleita en los planos generales, en el desarrollo del conflicto grande, entre el SI y el NO, y el otro, en un conflicto de padre e hijo, más cerrado, de primeros planos, desde un punto de vista muy personal, el de un muchacho de 17 años, Nicómaco Santos. Que para nada es culpable del nombre que su padre le adjudicó, porque era filósofo fanático de la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Para salvarse del designio prefiere que lo llamen Nico.

La novela comienza con un ejemplo de tensión, pone al lector en situación de riesgo compartido desde las primeras líneas. Inicia en voz de Nico y dice así:            

          "El miércoles tomaron preso al profesor Santos. Nada raro en estos tiempos. Solo que el profesor Santos es mi padre”.           

 

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario

Caleña -

Me hacés ir a libros que si no es por vos Gitano, no conozco, ni leería...