Joy
Una novela de inteligencia y contrainteligencia cubana, escrita por Daniel Chavarría, un uruguayo que vivió en Buenaventura, secuestró una avioneta, llegó a Cuba, abrazó la revolución, y se quedó para siempre en la isla. Hoy tiene 83 años y ha recibido todos los premios, el Hammett, Planeta-Joaquín Mortiz, Ennio, Casa de las Américas, el Allan Poe, el Alejo Carpentier, el Camilo José Cela y el Premio Nacional de Literatura de Cuba en el 2010.
Joy es el nombre de un perfume con el que se bautiza una operación encubierta de la CIA, en el año 1975, para introducir a las cepas de los cítricos en Cuba, una sustancia que activa los vectores de los virus de la enfermedad más agresiva contra los cítricos. Una operación, que de haber dado resultado, no habría dejado un solo cítrico en la isla para 1980.
Es una novela informativa, abunda en datos sobre virología, citrología, control de plagas, genética, biología, informática, tecnología, siglas por kilos, de tal manera que por momentos siente uno, como lector, que se le está tratando de informar, más que de narrar. Probablemente la cantidad de información verídica le dé un tono realista a la novela, pero la sobrecarga le resta agilidad.
Es una novela con un tono definido, con un oficio claro de autor, con el manejo de intriga suficiente para que uno se meta un poco más de cuatrocientas páginas. Hay personajes estereotipados, hay otros frescos. La novela peca de anticipativa, no bien comienza, cuando se revela el inmenso riesgo ambiental y económico que va a suscitar, y el lector adivina que la inteligencia cubana va a derrotar a la CIA, a salvar a la patria, las cosechas de cítricos, al pueblo y la economía. La tipificación dramática de los héroes es estereotipada y manida. Científicos de la inteligencia, inteligencia ambiental, suspicacia aterradora, disciplina organizativa, estrategia corporativa, redes internacionales de inteligencia cubana. De su condición más privada, conflictiva, no se nos cuenta casi nada. Son personajes completamente funcionales, que no dan lugar a una recreación de la condición humana en la diversidad de matices, y tonos. Los personajes heroicos resultan planos, preformateados, un poco tiesos, sin vacilaciones, requiebros, matices. Hay otros personajes mucho más frescos, más humanamente trabajados, creíbles, precisamente los que hacen parte de la conspiración, los enemigos, comenzando por Felipe Carmona, con el que abre la novela.
Chavarría tiene los suficientes méritos como escritor, los suficientes méritos para ser un escritor revolucionario, con las garantías para ser publicado, que hace una literatura reveladora pero al mismo tiempo convencional, a la que su compromiso le confiere el aire fatal de la anticipación, el desenlace obligado.
La novela incluye un índice de fechas, que va del primero de enero de 1974, hasta el 25 de julio de 1975. Que en el contexto de la acción resultan irrelevantes. La necesidad de precisión informativa, más que la necesidad de orientación cronográfica, hace que la novela termine siendo víctima de sus propias contradicciones. En julio diez se graba la acción de los saboteadores, que disparan material orgánico desde los manubrios de sendas bicicletas, se los ve desde los satélites y se los registra en cámaras, tranquilos, como turistas, por las carreteras secundarais de Cuba, arrojando la letal sustancia sobre los campos de cítricos. En julio 25 (quince días después) el Presidente de los Estados Unidos, cita al director de CNS y de la CIA, para preguntarles, cuál es el quilombo que se ha armado en París, con la presentación de una película cubana que exhibe pruebas contundentes de un plan encubierto de la CIA de sabotaje ambiental, como debió haber muchos. Una película con un guion artístico, manejo documental de inteligencia y con un acabado estético digno de festival.
Daniel Chavarria, escribió Joy, cuando tenía 45 años. Vendió más de un millón de ejemplares en el campo socialista.
Daniel Chavarría, otra voz.
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Alston E. Newball -