El incierto valor del centro
Ayer caminando por Cali encontré el siguiente grafiti: “prefiero el parkinson de antanas que la gonorrea de santos”. Se me ocurrió creer, por asociación, que la política goza de una inmunología, que tiene que ver con el lugar que se ocupa en el campo, como en el futbol. Aun sin detenerme a pensar, que a Antanas no le temblará la mano contra los corruptos, y en el respingado tipo Chucky de la nariz de Juan Manuel.
¿Se imaginan lo que sería la política sin derecha e izquierda? Un lugar de difícil clasificación, en el cual, los hombres – que no son otra cosa que animales que clasifican – tendrían más problemas de orientación, que los que ya tienen para entenderla: el arte de no resolver nada mediante una reforma. Por algo, las reformas a la salud, a la justicia, las fiscales, las de administración de tierras, y las educativas, no solo no han resuelto el problema, sino que lo han agudizado.
Eso de la izquierda y derecha, se lo inventaron los políticos durante las deliberaciones de la Asamblea pre revolucionaria y revolucionaria en Francia, según el lugar en el que dieron por sentarse los señores de la revolución y los monárquicos y sus acólitos. No había entonces un centro, como no suele haberlo en tiempos de polarización, porque cuando la confrontación sobrepasa el argumento y se torna de hecho, la única doctrina válida de Estado es: “si no estás conmigo, estás contra mí”. Miren a Venezuela.
Uribito ataca a Antanas porque es de izquierda, pusilánime con la guerrilla, y Petro, porque es derecha, continuador velado de la seguridad democrática. Para los extremos de la tabla política el centro no existe, porque no lo pueden ver, y menos en momentos de urgencia electoral, cuando la doctrina sigue siendo válida. Si le damos igual valor de certeza formal a ambos juicios, Mockus no está en ninguna parte.
Mi modesta hipótesis, es que por primera vez en Colombia hay un centro político, que amenaza la opción electoral de los extremos. Creo con Petro, que el espectro político necesita de una izquierda democrática, tanto como de una derecha democrática. Pero voy más allá, también un centro democrático que pluralice el poder. Sin embargo, los verdes, que según los extremos, no está en ninguna parte, se van a tomar el poder, “si no los detienen”. Y cuando en Colombia se utiliza semejante expresión, sabemos de lo que son capaces.
Si revisan el origen de los verdes, van a encontrar la confluencia de cuatro tonos tenores de la escala: Lucho que viene de la izquierda, Peñalosa de la derecha liberal, Antanas de los visionarios y Fajardo de los independientes. Las concurrencias abrieron un nuevo espacio político, un centro real, que dista y equidista de las fuerzas del espectro.
El centro nunca es más polémico como cuando se trata de definir dos cosas: el manejo de la economía y el manejo del conflicto. Los verdes fluctúan entre la solución armada “humanitaria” de Uribe, y la solución dialogada del Polo. Ambas históricamente fracasadas. En economía, fluctúan entre el capitalismo salvaje de Uribe y los modelos estatales del Polo.
No sé exactamente cómo entre cuatro animales políticos que estrenan el centro verde, se pueda conservar la equidistancia sostenible entre los modelos fracasados. Confío, si se me permiten metaforizar a la manera de Orwell - en la Rebelión en la granja-, en que para sostener el centro, Lucho sea un perro ovejero, Peñalosa la hormiga metódica, Fajardo el tío conejo y Antanas, un delfín pedagógico.
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