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Alberto Rodríguez

Veneno chino

Veneno chino   El cinco de mayo Eduardo Arias, un indígena kuna de 51 años, fue a comprar discos compactos al almacén Vendela en ciudad de Panamá. Al entrar encontró, con precios de promoción, como todo lo que se vende ahí, un arrume de cremas dentales chinas que se vendían a 59 centavos de dólar. Se detuvo a ver la pasta y encontró que explícitamente el empaque anunciaba que el producto contenía dietilenglicol.  

 

           El dietilenglicol es dulce, verde  y venenoso. Y en Panamá tenía por qué saberse: el año pasado se mezcló – involuntariamente según el gobierno panameño – con 260.000 jarabes para la tos y mató o dejó inválidas a 138 personas. Curiosamente ninguna dependencia de salud, de control de importaciones o de comercio, del gobierno de Panamá se percató – involuntariamente dirán los funcionarios – antes del hallazgo involuntario de Arias, funcionario medio del gobierno. 

 

¿Están exportando veneno los chinos? El anterior vendría ser el cuarto escándalo sobre exportaciones venenosas en el último año. En principio la “estrategia china de ventas” es un atentado criminal, es terrorismo. Colateralmente, un expediente de juego sucio de mercado. Así lo han visto los chinos, que al parecer más inquietos que por las consecuencias sobre la vida humana, han señalado los eventuales beneficios del escándalo para USA. Pero han ido más allá, han sugerido que es una estrategia de boicot comercial.   Como una medida elemental de protección los productos envenenados se han retirado de los estantes para salvar a occidente de un veneno que ya ni siquiera es rojo. 

                 En los Estados Unidos la misma pasta de dientes fue distribuida, involuntariamente asegura el New York Times, a prisioneros, retrasados mentales y muchachos con problemas de conducta, a los enfermos de algunos hospitales y a los ricos de algunos hoteles de cinco estrellas. 

                El gobierno chino respondió de una manera pronta a la denuncia del gobierno panameño, que puso en alerta a 34 países, de Viet Nam a Canadá. Reconoció que hay problemas y prometió una reforma urgente para regular el uso – involuntario hemos de suponer - de ciertas sustancias en la fabricación de juguetes, alimentos, medicinas y otros artículos. La compañía china que vendió el producto a Panamá es una compañía no certificada para venta de productos farmacéuticos, que además vendió la pasta con etiqueta adulterada - ¿involuntariamente?-. 

                   En 1990 Nigeria tuvo su propia experiencia mortífera con el dietilenglicol, otra vez por causas involuntarias, cientos de niños perecieron tras ingerir medicinas envenenadas. Sin embargo, hasta julio de este año el gobierno chino prohibió el uso del dietilenglicol, ¿también involuntariamente?     

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