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Alberto Rodríguez

El Profesor Moncayo

El Profesor Moncayo  La tragedia del Profesor Moncayo es que el intercambio humanitario dependa de las FARC y del Gobierno de Uribe. Ninguno de los dos puede ser humanitario. Ambos quieren victorias, no sólo Uribe, como le dijo López a última hora. La gesta caminante del Profesor es el recurso extremo de la sociedad civil para hacerse oír, cuando ni el uno ni el otro son sus interlocutores. Un pedido pacífico y efectista a que renuncien a las victorias a cambio de los hombres.    

De cómo un hombre se transforma caminando. Uno es el Profesor que salió de su casa en Sandoná el día del padre. Y otro el que llega a Bogotá. El que recibe al Presidente en su oficina, en una carpa que el Alcalde Garzón le puso a disposición. Un hombre que 47 días después de haber salido de su pueblo ahora se cree más su misión. Los medios y la gente le han hecho el favor de proyectarlo y esa imagen le da fuerza para caminar, para creer, para hablar. ¿Qué va a ser de ese hombre, que de ciudadano padre pudiera convertirse en causa? Una causa espontánea, inocente, sentida, justa. 

De la mera petición para que le devuelvan a su hijo, hoy está el Profesor con el proyecto de una mesa nacional de la sociedad civil para el acuerdo humanitario. Tiene invitaciones de varias ciudades del país y de afuera. Ha apelado al mismo recurso de Gandi y Luther King. Un hombre encadenado, con los pies ampollados, la barba descuidada, con un aura de arrogante humildad. El Profesor Moncayo es el personaje de la obra nacional que resume el sentimiento de desesperanza de las víctimas de un conflicto que los gobiernos no entienden, y que el de Uribe ni siquiera acepta. Como si el carácter terrorista de las FARC le quitara realidad.  

Toda la caterva de oportunistas electorales, de fundaciones pantalleras, el clero, la policía, la defensa civil, el Alcalde, los partidos y los candidatos irán en peregrinación a la carpa de la Plaza de Bolívar   a ofrecer asistencia, recursos, cooperación. Todos los que nunca fueron a la casa del Profesor en Sandoná, vendrán para ser sus aliados. Dios libre al Profesor Moncayo de caer en la tentación de esas solidaridades.   

Pese a todo, lo que más cuenta no es lo que ha cambiado el Profesor tras haber caminado 1200 kilómetros. Lo que más cuenta es la forma como lo ve un país. Mañana podrían sacarle enfermos a la vera del camino. Le pedirían que los tocase, que se dejara tocar. Lo que diga podrá ser creído. Se lo consultará y se lo oirá con respeto. Ya vimos hoy cómo interrumpió el discurso de Uribe, quien descendió de su podio frente a las columnas del Congreso para ir a entregarle el micrófono.  

Las FARC, tan estratégicamente brutas y contrahumanitarias, por supuesto no mediarán para el intercambio del Cabo Pablo Emilio. Si lo hacen rompen una posición política y militar, pero si no lo hacen, le dejan la puerta abierta a Uribe, para que la falta de humanidad de su gobierno pueda ser convenientemente escudada en el argumento de que es la guerrilla quien lo tiene. Pero igual, la sociedad civil ya no sabe ante quién tramitar, si ante el Gobierno o las FARC. El Profesor Moncayo también estuvo en el Cagüan y los jefes no lo recibieron.                              

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