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Alberto Rodríguez

Un trago muy amargo

Un trago muy amargo

En lo que va corrido del año, el precio oficial de la carga de café (125 kilos) descendió - a comienzos de enero - de 511.300 a 402.075 pesos (el viernes). Producirla cuesta 700.000 y el gobierno otorga un subsidio por carga de 60.000. Supongamos que con algunas otras gabelas que se den por descuentos en insumos, el subsidio suba a 100.000. Aún en tales condiciones, cada productor está perdiendo por carga 200.000 pesos. El negocio del café en Colombia es de pequeños productores. De haber sido un negocio de grandes productores, asociados al TLC, miembros de Interbolsa, los cacaos de la palma africana y la caña, se estaría cocinando un impuesto nuevo para ayudarlos a salir de la crisis.

La versión del gobierno es la misma, siempre la misma, frente a cualquier sector que se levante. El Santito ha dicho, que el paro que cumple una semana es “injusto, innecesario, inconveniente”, “el paro persigue intereses de otra índole y no le sirve a los cafeteros ni a Colombia”. El Ministro de Agricultura dice que el paro busca presionar el alza del precio para favorecer a quienes tienen café acaparado. Lo cual es creer imbéciles a los pequeños productores que están quebrados. El Ministro no distingue entre una operación de acaparamiento de mercado y una quiebra industrial.

Tengo la impresión de que el gobierno quiere dejar quebrar a los cafeteros, le resultan muy costosos, en la medida de la pérdida internacional de competitividad, contra productores de Viet Nam, Centro América y Brasil; y de la revaluación monetaria crónica. Pero el costo de dejar quebrar 300.000 pequeños caficultores, es muy alto y el Santito no tendría con qué pagarlo, creo que ningún gobierno. Al café, como a la marihuana y la coca, terminará decretándoseles la “sustitución de cultivos”. Es la gravedad del mercado. El café en no muy largo tiempo podrá sustituirse por un alcaloide cafeínico sintético, de buen aroma, justo ph y mucho cuerpo.

El gobierno no está dando soluciones económicas, no quiere salvar el café, quiere levantar el bloqueo y resolver el desabastecimiento de alimentos. No es cierto que la Federación y los ideólogos del café tengan soluciones estructurales. No las hay para una industria en declive. Llevamos más de diez años de malos precios. La participación de Colombia en el mercado mundial, perdió en el mismo lapso, la mitad de su participación. Un definitivo trago amargo, que hará permanecer el café en el mercado por un rato, pero en condiciones de extinción.

El gobierno no ha puesto en la mesa negociadores, ha enviado bomberos. ¿Hasta dónde van a ir las protestas? Hasta que el gobierno resista y los cafeteros ejerzan presión sostenida. Cuando terminen arreglando, la siguiente semana,  el Santito nos dirá que se llegó a un acuerdo justo, pero les refregará a los cafeteros el billón largo de pesos que ha invertido en subsidios. El café es un negocio insuficientemente subsidiado por el Estado. Los cafeteros no piden más que lo que se necesita para que el café no de pérdida. Estarían dispuestos a regresar a trabajar a sus chagras, si el gobierno ofrece un pago que compense el costo de la producción. Lo que todavía, los dejaría en pérdida.

Si los camioneros se unieran a la protesta, el gobierno tendría que dar lo que se le pide, más rápidamente. A pesar de las exultantes y  optimistas declaraciones del negociador De la Calle, desde La Habana, aquí el panorama no es tan bueno. Tenemos problemas de comida, combustible, quiebra de transportadores, orden público, y ni más faltaba, infiltración. Todos los amigos de los cafeteros, también exultantes y optimistas, han ido a plegarse a su causa.

 

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