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Alberto Rodríguez

Dioses rellenos de paja

Dioses rellenos de paja

Cuando muera Chávez los chavistas nos dirán: el comandante no ha muerto, vive en nuestros corazones. No estoy seguro de que todavía esté vivo, hace un mes que nadie dice nada oficialmente acerca de su estado. A Nicolasito, una vez posesionado, le tocó ir a La Habana, para saber si todavía está vivo. Si llegara a morir, como seguramente lo hará, pueden mandarlo a embalsamar, el régimen cubano es especialista en momias, tal como hicieron con Lenin y con Mao. Dioses rellenos de paja que no descansarán para siempre en los santuarios de la revolución, en donde amigos y enemigos harán cola para ir a bendecir y maldecir al comandante.

La Señora K que anda metida en los peores líos, por corrupta – su patrimonio pasó de seis millones de dólares en el 2003 a 82 millones de dólares en 2012 – por inepta, por demagoga y manipuladora, salió corriendo de Buenos Aires, para ir a La Habana a presentar sus condolencias. Lo particular es que llegó de luto. ¿Será que sabe algo que nosotros no sabemos? Cayó como una viuda negra que recibió en su momento, “cuando a la Argentina no la ayudaba nadie”, los favores del Reprimerísimo, y los siguió recibiendo y vaya favores que sí le hizo. Y además con una biblia en la mano, como regalo para el comandante, con un  separador en la primera página del Apocalipsis. Se reunió con los Castro en una visita gerontológica de cortesía y luego fue a reunirse con las hijas del Reprimerísimo.   

Uno ya no sabe si la visita es para ver al enfermo o cerciorarse que ha muerto. En el primer caso, seguramente a Chávez no le caiga en gracia que la K haya allegado vestida de riguroso luto, con un collar de perlas auténticas y gafas negras. Coño, como si ya se hubiera muerto, y con el libro de la profecías, para acompañarle al buen morir. Cuando seguramente el canceroso todavía tenga, como buen creyente que siempre dijo ser, tiempo de arrepentirse. De lo que no hizo.

El problema de la sucesión es y será un problema de los venezolanos, porque lo que deja el Reprimerísimo es una sarta de ineptos, tan ambicioso como él, que intentarán repartirse lo que queda de Venezuela.

Brille para él la luz perpetua. 

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