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Alberto Rodríguez

Matemos a los niños

Matemos a los niños

Un país en que se matan niños no tiene remedio. 342 niños asesinados en el Valle del Cauca. 264 en Antioquía y 145 en Bogotá. Todo en el 2011, 1304 en el país. Es una enfermedad incurable, es una monstruosidad rediviva, el desprecio absoluto por la vida. La última frontera del tabú por la vida se rompió y las fuerzas criminales, más vivas que nunca, rompieron el dique. Y lo rompieron porque del lado de la institucionalidad, la ley, no hubo nada que los atajara. La impunidad  por el asesinato de niños es del 95%.

En lo que va del 2013 ya van cuatro niños asesinados, en Medellín, Barranquilla, Valencia y en Cúcuta. Niños a los que se los mata queriendo y sin querer, pero que se los mata. Porque estamos alegres, porque tenemos pistola, porque es navidad, porque es año nuevo, porque coronamos – el estilo que impuso Pablo Escobar en Medellín – porque no coronamos, porque estamos borrachos, porque estamos aburridos,  matarlos, matarlos, porque si los dejamos vivos, ellos nos matarán más adelante.

Políticos, políticas, funcionarios, director del ICBF, especialistas en derecho de infancia, catedráticos, nos dan cifras, muchas cifras, discriminan por edad, por zonas, por género, por estrato. Analizan, vuelven y analizan. La prensa y la televisión se limitan a “registrar el hecho”. Se ha vuelto una noticia usual. Si seguimos así, pronto, no lo va a ser.

Pero a ninguno de los clarividentes defensores de la infancia, se les ocurre pedir el desarme total. Les da tanto miedo, como miedo les da a las instituciones en USA, pedir el control de la venta de armas. Como miedo les da a los gobiernos y a los empresarios la legalización de la cocaína. Malditos miedosos, que por no tener el coraje de exigir una ley de desarme, una acción de desarme total, terminan por ser cómplices taimados de los niños a los que matan, e incluso de los que se suicidan, 193 en el 2011. 

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