¿Por qué lo mataron
Para saber por qué asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado, basta saber quién lo hizo. Lo único que no se ha querido hacer después de más de quince años.
Los más interesados en comprobar la autoría del asesinato de Álvaro Gómez, en noviembre de 1995, son su familia íntima, y su familia de abogados, senadores y empresarios. Hace pocos meses, el mismo día en que uno de los hijos de Enrique Gómez – autor del libro - tenía que abandonar el país, volaron un espantoso busto de Laureano Gómez en el norte de Bogotá.
Jurídicamente el proceso Gómez ha sido víctima de lo que Santofimio llama el “holocausto probatorio”. Enrique Gómez sostiene que la actuación de la Fiscalía, desde la época de Alfonso Valdivieso, hasta la del encargado Mendoza Diago, ha cumplido un doble papel: desviar la investigación con fines de encubrimiento y dilatar el proceso removiendo calculadamente a los fiscales del caso. Durante los primeros diez años de investigación, lo obtenido es nada, una serie inconsistente y burda de prefabricaciones, que ofrecen falsos culpables, falsas pruebas y falsas declaraciones.
Nunca hubo una amenaza de golpe en Colombia contra el narco gobierno de Honesto Samper. Y si bien se la merecía - solo por haber creído que podía hacer pasar su pilatuna de asociación con la mafia para ganar las elecciones - no había con quien. Álvaro Gómez lo dijo en su última entrevista. Además cómo un hombre inteligente y ponderado, como él, hubiera podido dar un golpe con Hugo Mantilla, Hernán Echavarría y Rommel Hurtado.
Todas las investigaciones apoyadas en la hipótesis del golpe son una estrategia desviacionista del proceso. Por eso en 15 años de investigación no se tiene nada. Se quiso hasta vincular a los responsables, con los mismos que atentaron contra el abogado Cansino y sus escoltas, que fungía por entonces como apoderado del Presidente. Falsos positivos de la Fiscalía, en eso se resumen su actuación.
La hipótesis que propone el libro es mucho más verosímil. La idea del golpe salió de Samper y que Serpa con amaneramiento retórico denunció en el Congreso, era políticamente explotable, servía para presentarse como propósito defensivo nacional, como razón de estado, aunque no era más que una simple columna de humo. Samper siempre vio en Gómez al que mayor peso político podría concitar para dirigir un golpe contra el “Régimen”. Y aunque existió más en la paranoia samperista, que en la realidad política, se le vendió al cartel del Norte del Valle como un hecho: si me tumban y queda Gómez, la DEA se los lleva a todos con una orden de extradición. Los narcos se lo creyeron, de modo que para quitarse el dolor de cabeza, le confiaron a Ignacio Londoño Zabala – El Intocable - y a Danilo González, la operación. Le hacían un favor más al elefante.
La fiscalía ha ignorado los testimonios de Rasguño, HH, Fernando Botero, y no ha querido meterle la mano al cartel del norte del valle, a Ignacio Londoño, que con Ramiro Bejarano, intentaron convencer a Medina de guardar silencio.
Las conclusiones a las que llega el libro son claras. Fue un crimen de Estado. La Fiscalía ha inducido sistemáticamente desviación procesal. El crimen se ha encubierto. Al verdadero proceso no se le ha metido la mano, encaminado a encausar a la mafia y al poder, al cartel y al entonces Presidente, al Intocable.
La alianza entre la política y la mafia, como estrategia de cooptación, vino para quedarse. No comenzó con Samper, y no va a terminar con Santos.
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