El yoga español
La crisis española tocó fondo profundo, pasó lo peor. Políticos - ellos que viven a costa de todos - y algunos medios, han dicho que están a favor de que se reduzca legalmente la siesta, o se la deje de doce minutos y medio, como si los españoles fueran unos malditos japoneses. Ya Zapatero, ese desalmado, desde el 2005 se había ido contra la siesta. Natural, el amargado, desde que se volvió presidente no pudo volver a hacerla. La siesta está en el ADN español, como los toros, el futbol, las tapas y el flamenco.
Los ingleses y alemanes, que envidian a los españoles, dicen que la siesta nacional no contribuye a la productividad española. Curioso argumento el de los expertos en trabajo. A mí me parece que es todo lo contrario, por ejemplo, los japoneses la ordenan en las plantas de producción. Aunque en una colchoneta, en medio de 1896 japoneses haciendo la siesta de doce minutos y medio, ya no sea una siesta, quizás una caricatura.
El promedio de la jornada laboral semanal de la Unión Europea es 40.4 horas, la de España 40.2, por encima de los holandeses, que no hacen siesta y trabajan 39 horas. La productividad es exitosa si en vez de reducir la siesta reduce la jornada laboral. La idea, un poco estúpida, de que trabajando más, se es más productivo, es como la de que escribiendo largo se es mejor escritor. De ser así, se habría perdido todo el sentido del desarrollo tecnológico. No puede ser que con todo el avance, apenas estemos trabajando un poco menos de lo que lo hacíamos en 1900. ¿Cuál es el avance? ¿Qué sentido tendría la robótica?
Quienes van contra la siesta tienen una idea de productividad que bien envidiaría Homero Simpson. Si España se hace una siesta de dos a cinco, esas tres horas se ponen al final de la jornada y no ha pasado nada, que es lo que en efecto se hace. Un pueblo bien dormido, reposado, trabaja mejor, que los pueblos insomnes y disciplinados.
Un pueblo que hace una pausa en la tarde para entregarse al sueño, es en el fondo una sociedad más libre, que aquella donde el descanso es improductivo, o el sueño va contra el trabajo. Ahora, que quien no quiera hacer la siesta, y prefiera ser más productivo, pues allá él, pero que deje quieta el privilegio productivo de una larga siesta, que nos retorna al seno, que nos da para levantarnos reconciliados con el mundo.
Siempre después de una buena siesta la tarde luce mejor.
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