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Alberto Rodríguez

Toño Ciruelo

Toño Ciruelo

¿Quién es ese miserable y generoso, maligno y clarividente, que se llama Toño Ciruelo? “Toño Temadruga, Toño el Infaltable, el Ubicuo, asquerosamente Toño”. Hijo del fetichista senador Antonio Ciruelo. Mi imaginación lo relacionó con, Los hermanos Cuervo, de la novela de Andrés Felipe Solano. Son de esa misma estirpe de sujetos superiores, que saben de todo, lo explican todo, lo tienen todo, lo anticipan todo, como si estuvieran condenados a ser exitosos. Después pensé en Maldoror, esa criatura dios y diablo a la vez, con que Lautremont confunde al mundo.

Toño es como nuestros políticos, una mezcla de canalla democrático y manipulador visceral. Es un personaje prototipo de personas en Colombia durante la última parte del siglo XX. Más que en los Ejércitos, más que en Los Almuerzos, Evelio José Rosero va con su literatura a lo más podrido de la sociedad que él conoce. Con su Toño Cerezo, retrata toda una generación de rufianes de cuello blanco, hijos de senadores, mendigos anarquistas, líderes de secta, vividores de la “vida breve”, aventureros, iconoclastas, violadores, viciosos con temporada en París. También pensé en Rafael Uribe Noguera.  

Rosero va ampliando la estatura humana de su personaje poniéndolo a hacer todas las cosas que los hombres libres pueden hacer en un país como Colombia. Líder de una comuna de niños de paz, fotógrafo de mendigos para una exposición. Y como Cristo, se pierde durante veinte años. Reaparece disfrazado de mendigo, como la sombra maligna e inevitable que siempre va a estar sobre el pobre Eri. Todo un guevón.

¿Quién no ha tenido en el bachillerato un compañero como Toño Ciruelo? De ahí parte Rosero para poner a andar a su criatura. Eri es y seguirá siendo la víctima propiciatoria que los Ciruelo necesitan para ser lo que son.

El final dramático: reaparece veinte años después, tras haber matado a la Oscurana, y caga y caga en el baño de Eri, y sale a beber café y duerme y se despierta y se come de la olla un arroz con pollo congelado y luego extrae sus prótesis y se dedica a limpiar los intersticios. Sabe que va a morir, y le pide a Eri que saque su cadáver y lo deje tirado en la calle. Y como fantasma regresa para dejar un cuaderno escolar con sus escritos.

El diario de Toño Ciruelo, el hombre que podía tener un escribano que iba apuntando las frases célebres que iba soltando al desgaire, no es nada más que lo que dice la novela que es: un discurso vil, titulado: ESTO ES AQUI. 

1 comentario

Felipe Ocampo -

La reseña que hace Alberto Rodríguez del Toño Ciruelo de Evelio Rosero lo explica todo, deja clara la intencion de la obra e incita a leerla. Pica la curiosidad