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Alberto Rodríguez

Cuentos del desierto

Cuentos del desierto

Paul Bowles, de origen alemán, nacido en 1910, fue un escritor norteamericano que vivió la mayor parte de su vida en Marruecos, donde murió en 1999.

Los cuentos del desierto, publicados en 1957, son ocho relatos donde Bowles, a la manera de los nómadas, no reconoce fronteras entre el cuento y la crónica. Tan “crónico” se pone, como en el último, El Rif, por la música.

Desde el nombre encierra un misterio como los de las Mil y una noches. Es una consigna para el pueblo Rif, un llamado por su música, sus instrumentos, las agrupaciones únicas y singulares. En las tres primeras páginas informa, editorializa, luego bajo la forma diario, opina y narra, unas veces en primera y otras en primera plural. Pero informa y narra como lo hacen los escritores. Con un ritmo sostenido que deja que el lector se escurra como sobre una sábana de seda. Termina con el tono de un cuento de Hemingway.

Hay dos relatos maestros, donde se revela, más allá de la catadura de escritor que era Bowles, dos cosas. La frontera nómada de los géneros literarios y la tensión argumental. Ellos son: Delicada presa y El tiempo de la amistad. No importa qué sean. Bowles ha conseguido la gran magia de contar una crónica como se cuenta un cuento, y contar un cuento como se cuenta una crónica.

Delicada presa tiene toda la visualidad del relato que necesita el cine. Unos personajes definidos en su acción, en su intención, en un escenario abierto, el desierto. Va creando tensión en espiral, a una velocidad exacta y a un ritmo que atrapa, como el del mejor cuento.

Paul Bowles fue el mentor del cuentista guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. Fue un gringo generoso que jamás quiso regresar a Norteamérica. Un alquimista de la literatura que algunas tardes iba a sentarse a un café en Tetuán o Tánger, donde habrían estado sentados a finales del siglo XIX, Oscar Wilde y André Gide. 

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