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Alberto Rodríguez

De la U a la Z

De la U a la Z

La U: un “partido” reclutado por Santos -para reelegir a Uribe- que vino a ser el mismo que lo eligió y reeligió a él. Una guarida variopinta de clientelistas, trásfugas solemnes, varones electorales, intermediarios eficientes, “ñoños” y “musas”. El partido de dos presidentes, el eje de la unidad nacional, la más alta representación en senado y cámara, línea directa con Santos, favorecimiento oficial completo para todos sus miembros e información privilegiada. Era un poder constituido que le daba todo el margen de gobernabilidad al presidente, la “aplanadora legislativa” que sacó adelante todo lo que se le propuso, que le dio apoyo al proceso de paz, que al final,  quiso apresurar los mecanismos de aprobación para sellar de garantía la causa de la paz.   

Hoy la U es un “partido” con sus Ñoños y Musas en el ojo de un huracán que envuelve las campañas de Santos, a través de una cadena identificada de sobornos internacionales, pago por favorecimiento legislativo y lobby en las agencias del estado. Un antiguo elector de Sahagún, Otto Bula, el jefe de negociaciadores con Odebrecht, al servicio de un puñado de intermediarios y para que Santos y Uribe engrasaran sus campañas. La conexión entre el antiguo y el nuevo elector de Sahagún, Bernardo Elías, muestra las vísceras reales del Gólem que es la U, una gerencia electoral que concibe el poder de un estado como oportunidad de negocio. Otto Bula, quien no lo sepa, fue quien se quedó con la curul de Mario Uribe cuando lo echaron a la cárcel por parapolítica en 1995. Antes había sido investigado por un asunto de tierras, vinculado a una sociedad de los hermanos mafiosos Meyendorff.

El panorama de la U es casi de extinción: despareció la unidad nacional, es el último año del gobierno, hay un paquete legislativo pendiente para implementar el proceso de paz, está bloquedao el recurso del fast track, tenemos una economía que roza la recesión, un hueco fiscal imposible de cubrir, siguen los precios recesivos del petróleo, unas expectativas de crecimiento que cada trimestre se reducen, con la más baja popularidad del presidente, con una desaprobación elocuente, con los alfiles levantando arreos para ir a hacer campaña y con el “hijo político” del presidente, Juan Carlos Pinzón, echado de la casa. Pinzón renuncia oficialmente al partido, Roy Barreras declina su aspiración presidencial, y la U, irá a las elecciones 2018, sin candidato propio.

Dos caminos se abren a la U, el recurso con el que Santos podría seguir jugando en política, una vez deje la presidencia. Acoger la propuesta de De la Calle, una gran coalición nacional promovida por el partido liberal para defender la paz, donde esté la sociedad civil, el país representado (que tratándose del partido liberal, no es cosa de confiar ni que huela bien). O adherir a la candidatura de Vargas Lleras, el antiguo uribista que abandonó las toldas de Monseñor, por temor a untarse y que le sirvió a Santos como alfil político principal durante sus dos periodos.

Si el partido de Santos fue la U, el de Iván Márquez podría ser la Z. En Colombia llegamos al fin de los partidos. Se disolvieron como miasmas ambiguos y babosos a los que la sociedad civil llegó a despreciar y maldecir. Que sigan poniendo votos, es natural, la política en Colombia es un negocio.

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