Están notificados
Un tipo que de llegar a controlar la calle donde vivo, me haría ir. Si llegara a controlar el barrio me cambiaría de barrio. Si llegara a controlar la ciudad, me iría a otra ciudad. Pero es que se propone controlar el país. Con la seguridad democrática, la inteligencia del “ingreso seguro” y el Estado de opinión. ¿Así cómo?
Felipe Zuleta Lleras hizo el intento de llegar al Senado, confiado en ser Lleras, nieto del Gran Alberto, autor de un prestigioso blog y una prestigiosa columna desde donde se despacha a gusto contra lo que lo indigna, que es casi todo, y seguramente imbuido por la legitimidad de la causa GLBT. Tres ventajas imparables, que a la hora de probarse no alcanzaron a llevarlo un paso más allá del umbral. ¿Quién dijo que por ser Zuleta y ser Lleras, y todo lo demás, tiene derecho a entrar a las alcantarillas? Nadie entra impunemente a ellas, fue la dosis de cálculo inteligente que faltó al diseño de su campaña.
Retirado, tras brevísima campaña, como la de los reyes carolingios, Zuleta regresó a su ordenador, para lanzar ráfagas contra las alcantarillas, contra el Santo – el enmascarado PIN,PAN,PUN - al que acusa, sin ambages, de no tener credenciales morales para aspirar al cargo de Presidente. Escribe una columna en la que anuncia que ha creado una Fundación de “Madres de Soacha” que llevará la reclamación por el asesinato de sus hijos, hasta los tribunales internacionales. El argumento es, el Estado cometió un crimen de lesa humanidad. El Santo, que siempre tiene una respuesta para todo, dijo que crímenes imputados a las Fuerzas Armadas hay desde 1984. Nada nuevo, nada que no hayan hecho ellos, he hecho yo. El Santo tiene máscara, lo que le faltan son hígados.
Zuleta utilizó la imagen de las alcantarillas para ilustrar su oferta política de limpieza. Un servicio que el Moreno Descaro ya había ofrecido en las elecciones en las que lo admitieron en las alcantarillas. Él a pulso, se ganó el derecho a ser elegido a ellas. El día de la posesión se presentó a la cámara alta con dos gatos persas, que se dejaban cargar tranquilamente, mientras miraban con apetito a los asistentes. La cena a la que el Moreno las había llevado. Otro día, apareció en la prensa promocionándose a sí mismo como un cazador de ratas. Había ido a cazarlas y terminó convertida en una de ellas, meliflua rata consentida, ahijada por el poder, relamida, aconductada, al punto que Monseñor la envió a Sur África, como su Embajador. Regresó a Colombia tras un breve periodo, diciendo que no concebía su vida sin los consejos comunitarios. Una rata que desplegó todos sus encantos de legación, al punto, dice él mismo, que sedujo “un maricón que me manda plata para hacer política”.
Zuleta va a crear una unidad de investigación periodística, una especie de cuerpo élite de medios, con recursos de las universidades y de fundaciones. El proyecto, que viene andando, es una unidad de investigación periodística blindada que siga a los miembros del Congreso. Un cuerpo civil de “Intocables”, que va a cazar ratas, como quien va a cazar vampiros.
Están pues notificados, el Santo, su gabinete, y el Estado al que representan, de que son incriminables en cualquier corte penal internacional, o susceptibles de ser solicitados mediante protocolo de crímenes de lesa humanidad. Debió ser que en un descuido del Santo, se le metieron algunas ratas a las fuerzas militares. Durante su administración, siguiendo la tradición de crímenes de Estado, solamente se reportaron 1687 “falsos positivos”. Del Santo se podrá decir todo, menos que no es un hombre de resultados. Ha sido Ministro de todos. A todos ha servido. Comenzó vendiendo café en Londres, como los López en Honda. Y, salvo que Dios en un acto de parcialidad, se resuelva por la oposición, terminará controlando el país. El Santo nunca debió haber abandonado Ciudad Juárez.
Demos gracias que Zuleta no entró al Congreso. ¿Se imaginan de todo lo que nos habríamos perdido? Seguramente hoy no estaría notificándolos de la misma forma como lo hizo hace un par de días desde su ordenador. De haber ingresado, aunque digo yo, no se lo merecía, no podría haber tenido el mismo tono su notificación. Tendría que haberse hecho como se hace una notificación en el Congreso. Y estaría, sin siquiera un gato de angora, solitario y aterido, frente a las huestes del Santo de la U.
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