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Alberto Rodríguez

Setenta años de vergüenza

Setenta años de vergüenza

 Se cumplieron durante la semana los setenta años de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Setenta años   de una deuda de humanidad que tal vez nunca se salde. A mí me deshonra pertenecer a una especie capaz de hacer algo así.

Nunca un presidente de USA ha estado en Hiroshima celebrando un aniversario. Pidiendo perdón por el gobierno, por el estado, por los matones apocalípticos de su país que lanzaron las bombas para mostrar al mundo quién sería el patrón en adelante.

La segunda guerra ya estaba ganada. El 21 de abril habían entrado las tropas rusas a Berlín. Fuentes de inteligencia de la cancillería japonesas certificaron a USA la disposición del Japón a rendirse una vez el frente europeo colapsó. La guerra en el Pacífico Mac Carthy la había ganado. Pero la pandilla norteamericana aun tenía una segunda deuda que cobrarle a los japoneses, el ataque sorpresa sobre Pearl Harbor. Los matones nunca pueden dar impresión de debilidad, había que cobrárselo para que el mundo supiera cómo cobra el patrón lo suyo.

Leó Szilard el auténtico padre de la bomba, que entregó los protocolos de sus investigaciones a Einstein, le pido que enviara una carta a Roosvelt advirtiéndole de los riesgos de la la tecnología aplicada al servicio de la guerra. Fue Szilard el que descubrió y formuló la reacción en cadena.   

Lo de Hiroshima y Nagasaki no era necesario. Lo cual hace el genocidio planificado, una aberración mucho más letal. En términos de procedimiento, los norteamericanos alcanzaron a hacer primero, lo que los alemanes de haber tenido la bomba a tiempo habrían hecho. ¿Qué los diferencia? Que los norteamericanos han invadido países durante toda su historia con el argumento, que a donde fueran, llevan la democracia. Con ese argumento entraron al Irak incendiado, implantaron la democracia y salieron. Pero a juzgar por lo que dejaron en Irak, desprevenidamente uno podría pensar que la democracia norteamericana no funciona por encima de los treinta grados.

Un minuto de silencio en el orbe, durante  el cual cada uno pida perdón por Hiroshima y Nagasaki.

1 comentario

Johnny Delgado Madroñero -

Muy bien Alberto. Este crimen que Truman y sus halcones nunca pagaron era el chantaje nuclear que querían imponer al mundo. Por eso tanta persecución a Irán. Nadie puede hacer terrorismo a la altura de ellos. El poder les da inmunidad e impunidad.