Medios intocables
Sandra Borda
No me sorprendió la reacción que generó la columna de León Valencia en Semana sobre la labor periodística de RCN TV Noticias: se produjo solidaridad de gremio y se descalificaron los argumentos, al presentarlos como “ataques”. Tristemente, esta intolerancia del periodismo a la crítica es algo que después de un par de años de trabajo cerca de ese gremio, estoy empezando a identificar como tendencia.
Creo que Julio Sánchez fue la persona que articuló este miedo con más claridad. Dijo que le resultaba “muy extraño que los periodistas se vuelvan jueces de otros periodistas; el único juez que tiene un periodista es el oyente, televidente, lector”. Viniendo de la academia, en donde el principal mecanismo para asegurar la calidad del trabajo que se produce es la temida evaluación de pares, me parece que censurar la crítica entre periodistas es contraproducente.
Periodistas y directores de medios no se pueden escudar en la libertad de expresión para decir lo primero que se les ocurra, de la misma forma que un profesor no puede entrar a un salón de clase y soltar un sartal de barbaridades arguyendo la libertad de cátedra. Por supuesto que no es un debate legal, porque poder poder... pues pueden, y nadie los va a llevar a la cárcel por hacerlo. Pero no deben, y así como hay formas (ciertamente imperfectas) de asegurarse de que un profesor dicte una buena cátedra, también las hay para lograr que un periodista haga bien su trabajo. El problema es que en ese gremio se rehúsan a emplear el mecanismo. Ya lo sentenció Sánchez: ¿cuándo se ha visto que un periodista critique públicamente a otro?
El argumento de Sánchez es que en este asunto de la calidad periodística es la audiencia la que juzga y decide. Pero la audiencia no tiene formas de comunicación directa con los medios para manifestar su insatisfacción y, peor aún, los medios no tienen mecanismos serios de rendición de cuentas frente a la audiencia. Lo único que puede hacer el consumidor de información es cambiar de proveedor, y con una oferta tan restringida, es un descaro salir a decir que la audiencia está en libertad de escoger el medio. En Colombia, simplemente, y digámoslo claro, no hay de dónde escoger. No nos hagamos ilusiones ni engañemos con argumentos de libre-mercado en medio de semejante monopolio.
La otra contradicción es fácil de identificar a lo largo de la entrevista que le hace Sánchez a Claudia Gurisatti. Ella primero asegura que no está buscando peleas políticas, que solo está buscando noticias, solo está informando. Después, sin embargo, insiste en que ella tiene absoluta libertad de definir su línea editorial, y Sánchez la apoya con un argumento de autoridad un tanto lamentable, que voy a dejar sin discutir justamente por lo lamentable: “una periodista con esa hoja de vida es libre de decir y de expresar lo que quiera”.
Esa contradicción que existe entre decir que los periodistas se dedican “solo al negocio de informar”, y asegurar que pueden “tener la línea editorial que quieran”, es clave. De hecho, todos los días periodistas y directores de medios transgreden la línea que divide el ejercicio de informar del de opinar y analizar. Yo no tengo problema con eso. El asunto es que las facultades de periodismo y comunicación insisten en enseñar que dicha barrera no se debe cruzar, y que la información debe ser entregada de forma aséptica y sin “contaminarla” con posiciones políticas.
En vez de hacer eso, deberían de una vez por todas aceptar que dicha contaminación sucede, y más bien enseñarles a los periodistas a contaminar bien: con sofisticación, con análisis bien informados y sobretodo, con rigurosidad. Porque el problema que tenemos con nuestros medios hoy, es que de todas formas tienen líneas editoriales, informan y analizan/opinan simultáneamente (creo yo, inevitablemente), pero lo hacen a punta de intuición y vísceras. No saben cómo hacerlo de otra forma.
Mi problema con las líneas editoriales no es que existan, mi reparo está en que no son reconocidas abiertamente (“solo estamos informando”) y son muy pobres conceptualmente. Y si el periodismo sigue promoviendo pactos de silencio como el que propone Sánchez al mejor estilo de una mafia, la cosa no va a mejorar. Ese silencio con cara de complicidad en la mediocridad, es lo que no permite avanzar. Nadie tiene más autoridad y criterio para identificar cuándo se hace buen periodismo y cuándo no, que un periodista. Propongo que los medios se enfrasquen en la sangrienta revisión de pares que usamos los académicos. El costo del buen producto que resulta de ese ejercicio son sólo unas magulladuras en el ego. ¡Imposible que no puedan con eso!
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