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Alberto Rodríguez

El derecho a un polvo digno

El derecho a un polvo digno

Una diferencia entre seres humanos y animales, es que ellos no necesitan intimidad para aparearse. Carecen de ese paradisiaco pudor culpable, que tenemos de siempre, hombres y mujeres. De hecho, una de las situaciones más humillantes a que puede someterse a alguien, es la de ser violentado en su intimidad.

En el centro de reclusión de La Picota - Erón –, en uno de sus patios se cursan apuestas a peleas clandestinas. Y en otro, la actividad sexual de los presos es casi pública. Los internos reciben las visitas conyugales en el piso, en unas celdas semiabiertas sin baño, sin cortina, que convierten el amor de los presos, en un espectáculo de penitenciaria.

Deiler Enrique Sarmiento y once reclusos han puesto una tutela para que su actividad sexual se respete, para que puedan echarse su polvo con dignidad. El Tribunal envió una comisión para confirmar la queja, encontró que las cosas son más graves que la versión. Hay entre 20 y 25 compartimientos sin ventilación, sin luz, sin camas. Algunos testimonios de internos dan cuenta de su renuncia a las visitas íntimas. Además porque el tiempo que les dan es de 12 minutos y no tienen derecho a condones.

¿Habrá algo más denigrante que el polvo de un recluso? Además del castigo judicial que conlleva la pérdida libertad, se los castiga en la íntima dignidad del amor. Ya no va siendo amor, apenas un polvo veloz.

El Estado debe garantizar la protección de los derechos fundamentales del recluso y su pareja visitante. Así que la Corte Constitucional ordenó la creación de ‘campamentos higiénicos’ para el amor de los presos. Aunque la única manera de garantizar el respeto por la intimidad, sería darles a todos la casa por cárcel. Pero la Corte no ha podido hacer mucho para evitar que sean precisamente los “peligrosos para la sociedad” quienes tengan el derecho a echarse un polvo con toda dignidad. 
 

 No veo porque un defraudador como cualquiera de los de Interbolsa, que tumbaron monjas, colegios, viudas, jubilados, empresarios, no sea un peligro mayor para la sociedad, que el que se masturba contra el culo de una señora en el transporte colectivo. Que al fin y al cabo, termina siendo más desventurado que polvo de recluso, por la afrenta de la intimidad.

Si los reclusos quieren tener el derecho constitucional a un polvo digno, deberán emular con los agentes de Interbolsa. Mientras sean un “peligro para la sociedad”, y por tanto permanezcan encerrados, tendrán que renunciar al amor.




1 comentario

Jaime Cano -

Pretenden resocializarlo a uno haciendo hasta lo imposible por degradarlo. Mi compañera resistió la humillación durante tres años, un buen día dijo: me cansé, no vuelvo. Perdí una de las más valiosas cosas que me ataban a la vida, al mundo, a la sociedad: PERDÍ A LA MUJER QUE AMABA.