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Alberto Rodríguez

Así van a ser

Así van a ser

No es que las conversaciones para el fin del conflicto en Colombia hayan comenzado mal, es que así van a ser, porque lo único que no se puede soslayar, es el carácter de quienes se sientan a “firmar la paz”.  

Ayer desde la Habana, vimos después de diez años a los hombres de las Farc, El Médico, París, Granda, Calarcá, convertidos en interlocutores del gobierno de Santos. Como a plomo no se pudo, pues hay que hablar. Y para hablar, el gobierno, más que las Farc, tendrá que tragarse una variedad adobada de sapos venenosos. Al fin de cuentas se está hablando con el “cartel rojo”. Eso no se le puede olvidar a nadie.

Lo primero que pidieron las Farc, fue que Simón Trinidad, condenado a sesenta años en una cárcel norteamericana, sea liberado, para que vaya a Oslo a conversar. El primer sorprendido debió haber sido el gobierno. No caben dudas que fue una primera sorpresa, lo que nos hizo pensar que las conversaciones preliminares, hubieran podido ser utilizadas como mecanismo para agitar la causa de los “presos políticos” en cárceles norteamericanas. Si no hubiera sido una sorpresa, el gobierno habría tenido que disuadir a las Farc de la petición de última hora, porque no es realista, según Santos. No está en manos de los negociadores satisfacerla. De no haber sido posible disuadirlos, no se habría publicitado el inicio de una ronda más de conversaciones para la terminación del conflicto.

No es que se haya producido un aborto. Ninguna de las partes quiere desistir, porque a ambos les conviene. Al gobierno porque de lograrse, Santos se convertiría en el “presidente de la paz”. Y a las Farc, porque les permitiría hacer política, ir a la cámara y al senado, como Pablo Escobar, como el Gordo García, como Eleonora Pineda, o Alberto Santofimio. Y además, se le bajaría la presión al negocio de los “empresarios de la industria vegetal”, como se autocalificaba Gustavo Gaviria.

El mensaje que deja el primer round, es que los hombres del “cartel rojo” llegan como si tácticamente no hubieran sido golpeados; como si  hubieran utilizado las conversaciones previas para sacar de la chistera un conejo explosivo, jugándole sin realismo al gobierno; diciendo que desde febrero no secuestran oficialmente, aunque las asociaciones  de víctimas del secuestro de las Farc reportan entre 500 y 800 secuestrados; y llegan diciendo que ya no son narcotraficantes.

Nada de qué sorprenderse, son los hombres que se van a sentar al otro lado de la mesa, empresarios del terror, administradores de campos de concentración, secuestradores, homicidas, violadores, narcotraficantes. Tienen el prontuario suficiente para ser senadores.  En ningún cálculo está, que acepten que son lo que son, aunque de hacerlo – con justificaciones por causa del conflicto – darían una bofetada política a todos los gobiernos, al de Santos, haciendo explícita la aceptación – tantas veces rechazada con patriótica indignación – de que es con terroristas y narcotraficantes con quienes hay que negociar el fin del conflicto. Es realista.     

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