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Alberto Rodríguez

La muerte de Artemio Cruz

La muerte de Artemio Cruz

Algunos periódicos y revistas en el mundo tienen en el computador del editor un dossier García Márquez, una nota fúnebre, recopilaciones biográficas, citas, artículos, monografías y muchas fotos, para cuando llegue el momento. “De repente, murió: que es cuando un hombre llega entero, pronto de sus propias profundidades. Se pasó para el lado claro. La gente muere para probar que vivió. Pero ¿qué es el pormenor de ausencia? Las personas no mueren. Quedan encantadas...” Y eso justamente sucedió con Carlos Fuentes, quedó encantado. Aunque su muerte ha sido  mucho menos anticipada que la García Márquez, a quien en Internet ya han matado varias veces. Fuentes no quería probar que vivió, vivió.

Nunca me fue fácil leer a Fuentes, era uno de esos autores difíciles que exigen demasiado del lector. Su literatura está llena de implícitos, de supuestos, de entrelineas, de ironías profundas, fluye por entre un discurso que bordea y se entrecruza entre las escenas de sus historias. Su novela es de pensamiento, como si hubiera sido centro europeo. Con Fuentes nunca supe si narraba para reflexionar o reflexionaba para narrar. Fue un hombre de más de cincuenta libros, que se gastó la vida leyendo y escribiendo. Lo cual ya es prueba de respeto por sus obsesiones vitales.

Tal vez fui un lector por debajo de la obra de Fuentes, no alcancé el registro de tono con el cual era posible descifrarlo. No encontré completamente su voz, no sentí el llamado profundo de ese otro que se nos entrega en lo que escribe. Fuentes era demasiado exigente con su lector. No se dejaba leer por entretenimiento, no se dejaba leer por novedad, o por mero aprendizaje. Fuentes necesitaba un lector- cómplice, un lector demasiado entregado, que quizás no fui yo. Al menos con él.

Le llegó la edad, el momento en el que los hombres llegan de sus propias profundidades. Murió Artemio Cruz. La novela está contada por tres narradores diferentes. Uno que autofocaliza, otro que focaliza en segunda y otro en tercera, con distintas claves lingüísticas.El narrador en primera lo hace en presente. El de segunda lo hace en un futuro. Y el de tercera en clave de absoluto pretérito.

 La primera persona de Artemio Cruz, el hombre que está muriendo, se expresa en monólogo. La segunda es Artemio contándose su propia historia. El tú, un alter ego, el sí mismo desdoblado del personaje. Hablando en futuro ilumina el pasado, es la conciencia crítica de Artemio. La tercera se refiere a Artemio en el pasado. En él se narran los doce momentos sacramentales de su vida.

 El hombre que muere, el hombre que fue, el que queda, el que escribió, el que llevó sus juegos de voces en la novela más allá de todas las “buenas conciencias”, es el hombre que a partir de hoy comienza a ser recuerdo. A recorrer con sus adustas buenas maneras el camino al olvido que será.

 

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