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Alberto Rodríguez

No a la legalización, no a Cuba, no a Malvinas

No a la legalización, no a Cuba, no a Malvinas

 

Si las expectativas del encuentro de las Américas en Cartagena no eran de por sí gran cosa, el resultado político fue aun más pobre. Ni siquiera una declaración, un formalismo conciliatorio para hacer creer que algo habían hecho. Además de la agenda vitalicia de buenos propósitos, el desarrollo, lo ambiental, la lucha contra la pobreza y la cooperación, había tres temas calientes que hacían esperar algo menos soso: la droga, Cuba y las Malvinas. Pero los Estados Unidos y Canadá se encargaron de que ni siquiera hubiera una “conversación constructiva”, mucho menos un examen abierto. Hicieron prevalecer, entre un atajo de presidentes tibios y sudorosos, su posición: no a la legalización, no a Cuba y no a Malvinas.

Lo único que lograron los presidentes fue no tener que firmar un acuerdo avalando la política de USA, por eso no se logró una declaración. Aunque así haya sido mejor, la indignidad sin huella escrita. Fuera de tres o cuatro voces que se perdieron en reclamaciones solitarias, lo demás fue un “consenso” desinflado alrededor de la política del Negro, al que su servicio secreto no lo dejó lucir la guayabera de medio millón de pesos que le regaló el gobierno colombiano.

Fidel Castro tenía razón, Obama no podía ponerse una guayabera para ir a Cartagena. Eso se cumplió. Se cumplió el contrato del gobierno con una empresa de confecciones que le vendió 1500 guayaberas (oye Fidel) con un precio unitario de 500.000 pesos, para regalar a los propios. Aunque en Colombia no saben blindar con elegancia una guayabera. Se cumplió lo principal, el encuentro  de 500 empresarios que se fueron con negocios cerrados. Para eso son las cumbres, ese es el desarrollo, la creación de empleo, el intercambio comercial. Vinieron por ganancias y se fueron con ganancias.

Y a quienes también se les cumplió el encuentro, fue a los miembros del servicio secreto del Negro, que se fueron de putas, o se vinieron de putas, porque como los hombres duros no bailan, lo que hicieron fue pedirlas a un burdel, como si fueran pizas. Un lote de perras finas y que estén sanas. Esperaron en el hotel Caribe, ellas llegaron en taxi. Cada quien fue a hacer su cumbre. Los chicos listos del Negro fueron a despeinar su colibrí. Cuando terminaron, ellas cobraron la tarifa acordada y un adicional por el servicio exterior. Ellos se negaron a pagar el adicional. Una de ellas se agitó y el asuntó llegó a los medios. Al día siguiente once de los chicos listos fueron trepados en un avión de regreso a casa.

Hoy, el jefe de los servicios secretos del Presidente responde ante una sub comisión del Congreso de los Estados Unidos, por el polvo que los hombres de Obama se echaron en la VI Cumbre.

 

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