La Habana: música, diversión, rumba
Es agresivamente paradójico que cuando llegaron los barbudos al poder, La Habana fuera el burdel del Caribe, y hoy sea un burdel del mercado negro. De la misma manera que muchas argentinas, que jamás habían ejercido la prostitución, tras el “corralito” fueron lanzadas al negocio, muchas cubanas, forzadas por la miseria, han terminado en redes manejadas por chulos locales y de fuera de Cuba.
La prostitución del malecón se la dejaron a las putas viejas, mayores de cuarenta, que aparecen maquilladas a las cinco de la tarde donde desemboca la avenida que pasa por el Habana Libre. Se han retocado con una cierta nostalgia pasada de moda, huelen a aguas mentoladas, mueven sus tetas generosas bajo tafetanes amarillos, y llevan zapatos rojos. Mientras se fuman un cigarrillo, ofrecen su casa con generosidad como un lugar para que el turista conozca cómo viven los cubanos, como si fuera un museo. Te vienes conmigo y tomamos un cafecito. ¿Cuándo llegaste amol? Yo vivo aquí no más. Tomas mi dilección y mi teléfono y me llamas. O si quieles, vamos ya mismo. Mira, si llamas y no te contesto, hablas con Gregorio y le dices que me pase. En algunas casas han reservados lugares discretos para que por veinte pesos convertibles, uno conozca un poco mejor a las cubanas. Porque “si has venido a La Habana y no has probado cubana, no has estado chico”.
El panteón brillante de las jineteras jóvenes se reúne en los locales del Vedado, antros semisubterráneos, iguales a los que hay en todo el mundo. UN DJ sobreactuado que siempre grita. Una licuadora de luces, un poco de hielo seco y música rítmica, electrónica, balada rock, disco, reguetón, y pantallas, mucho video. Imagen, semioscuridad y una música que nunca para, por entre la que se agitan, flotan, danzan y mueven los culos como si se fueran a venir. Es el lugar de las citas, donde los clientes locales y los turistas, invitan a un trago, hablan un poco, se mueven y luego van a echarse un polvo en un lugar que ella sabe.
Y por contactos en bares y hoteles, llamadas locales, Internet, se encuentra el grupo de las divinas, las nenas de cien dólares y más. Las estrellas titilantes en el cielo nocturno del mercado negro.
La música esta sectorizada. La de La Habana vieja la suenan formaciones clásicas que se presentan en hoteles y bares, con repertorio cubano turístico. Cuando terminan pasan vendiendo sus compacts y luego si no compras, te pasan el sombrero. Cada lugar tiene un pianista, un trío, un cuarteto, de músicos cubanos, con sabor, clase, gusto, que se benefician, de paso, de los pesos convertibles. En Centro Habana, en el sector alrededor del Capitolio, están los bares para cubanos, donde van los extranjeros que viven en La Habana, y algunos pocos turistas que logran sobrevivir al “Habanatour”. Y más al oeste, los bares donde van los cubanos que pueden ir a los bares, pagar en pesos convertibles, o los que atrapan a un turista, para sacarle tres mohitos, mientras hablan del son y la santería.
El hombre nos abordó en el paseo central, cerca al Hotel Inglaterra. Si vienen a La Habana y no se toman un negrón, es como si no hubieran venido. Yo los voy a llevar al sitio donde sirven el mejor de toda Centro Habana. Y después de tres, entonces nos ofrece una sala de bolero clásico, pero antes nos lleva a un lugar caliente de son. Y antes de llegar, en una esquina como una aparición, aparece su esposa. Y entonces nos vamos de rumba por Centro Habana. Y cuando a alguna hora salimos, dice que nos va a poner en un taxi de un amigo que nos llevará al hotel. Pero antes de llegar, la policía nos detiene. El policía le recuerda la advertencia. “A los turistas déjalos quietos”. Él dice que somos amigos, que hemos venido a visitarlos. El policía no le cree. Mira, los pongo en el taxi, y ya hablamos tú yo, le dice al policía. Entonces nos conduce a donde el tipo del auto y mientras nos acercamos dice que es cardiólogo y que por favor le deje para comprar dos bolsas de leche. Luego me da un beso en la mejilla y se despide.
“Cuba ocupa un lugar privilegiado en el mapa de las rutas del narcotráfico y pocos saben que la mayor parte de la cocaína procedente de Colombia hace escala en la isla antes de partir hacia Europa y Estados Unidos”. Es lo que dice en la contraportada de “Conexión Habana”, una crónica de Santiago Botello y Mauricio Angulo, que publicaron en Ediciones Temas de Hoy en 2005. Son dos periodistas españoles que entraron a Cuba como turistas, con el propósito de contactar a la mafia habanera, para comprarle droga rumbo a España. Después de un año de trabajo hicieron contacto con el nivel más alto de la mafia local. Dejaron grabados videos secretos, registros de voz, fotos y la crónica que da cuenta de todo.
Cuba ya no es un lugar para divertirse. Al menos no, de la misma manera a como se divertía el turista norteamericano en la década de los cincuenta, ni un revolucionario afiebrado que iba a participar de la zafra en los sesenta, ni los militares soviéticos que buscaban diversión en los setenta, ni los intelectuales latinoamericanos que se han divertido en todos los tiempos. Con el “periodo especial” caballero, “llegó el Comandante y mandó a parar”. La diversión ya no es la misma, ahora los tiempos, son más los de Guillermo Fariñas, Tomás Zapata, las “madres de blanco”, Yoany Sánchez, y hasta de Pánfilo, un miserable habanero que en medio de su borrachera diurna, dijo ante cámaras, y lo repitió diez veces, antes de que lo detuvieran y lo llevaran a un hospital psiquiátrico: ¡Aquí lo que hay es hambre!
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