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Alberto Rodríguez

El arte de ser leído

El arte de ser leído

Las presentaciones públicas de los libros no han cambiado mucho desde la época de los lanzamientos de rollos y códex en la Roma del siglo primero. En la época, el editor que generalmente era el librero, hacía - una presentación –alabanza de lo publicado. Publicarlo, era leerlo por primera vez en público. La lectura solía ser de distinta duración. Dependía de qué tan bueno como lector público era el autor, y del tema. Hoy, el presentador aunque podría ser el editor, en la mayor parte de los casos, es otro autor. Alguien capaz de leer el libro como escritor y poder tener una conversación inteligente con el autor.

La publicación siempre expone al autor. Las presentaciones editoriales se hacen para que la exposición beneficie la imagen del autor, el libro y al sello. Eso justamente les ha dado un aire pesadamente uniforme, casi sospechoso, porque si le creemos a los lanzamientos no hay libro malo. Nada riñe más con la crítica literaria que un lanzamiento.

Podría ser, y ya lo hemos experimentado, que el lanzamiento se saliera de su cauce, y por motivos ajenos a la voluntad del autor, entrara en la zona incontrolada de la crítica. Cuando lanzamos el Segundo disparo, invitamos a un profesor de la universidad y a un escritor, para que hablaran con los autores. El primero aunque había leído el libro y lo había glosado con marcador amarillo, había olvidado traer sus gafas. Confeso, además, con amanerado cinismo que de noche no veía el amarillo. Y el otro, apenas había leído algo. Así que optaron, el primero, por hablar mal del libro, y el segundo, por hablar bien. Naturalmente el auditorio se desconcertó, tanto como los autores. La sorpresa de la “crítica” pesó más que el reconocimiento.

Lo más estimulante para un autor durante el lanzamiento, es encontrarse con un buen lector, sea o no escritor. Podría ser que uno estuviera de acuerdo con Estanislao Zuleta, quien decía que se escribe para escritores, con lo cual una conversación, durante la presentación, sería un diálogo en la misma clave, originada en el oficio común de leer y escribir.

Hace tres días estuve lanzando mi libro Cuidado con el amor en la fiesta del libro de Medellín. Tuve la fortuna de que fuera Mario Mendoza, el lector que lo presentase. Había hecho una lectura por capas. Una lectura argumental, una lectura de las historias subyacentes, una lectura de los personajes. Había leído entre líneas, había leído al autor, leyó las atmósferas. Y fue capaz de adivinar una inefable cercanía entre su “estética de borde” y el abismo al que muchos de los personajes del libro se precipitan por presión o voluntad. Así que cuando comenzó a hablar, me sentí completamente desnudo, conocía él, más del libro que yo mismo, atisbó los pliegues de la ambigüedad atmosférica de los bordes y los abismos, para la que autor y personajes han debido entrar en tórridas y oblicuas complicidades. Mientras él me preguntaba, sentí haber sido leído con el descaro de quien entra al libro como Pedro por su casa, como quien mira con el ojo educado en los bordes, al extranjero que se pasea por el filo de sus páginas.

Se me ha ocurrido que una buena forma de presentar un libro sería la doble invitación. Sentar con el autor a un defensor y a un detractor. El riesgo que se corre - no lo ignoro -  es que el detractor resulte ser un lector más eficiente y agudo que el defensor. Aún así, sería una forma plural de introducir la crítica literaria a los lanzamientos. Estoy seguro que ganarían en intensidad y emoción, aunque el autor saliera incinerado el mismo día en que el libro se ponga en la calle.

1 comentario

Kaos -

Parece que el libro es muy bueno. Ver comentario de Julio César Londoño en http://www.elespectador.com/columna-223760-cuidado-el-amor
Unas pregunticas: ¿Dónde lo consigo. además de la Fundación Casa de la lectura? ¿Cuánto vale?