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Alberto Rodríguez

¡Oh gloria inmarcesible!

¡Oh gloria inmarcesible!

Venezuela, Colombia, la OEA, la ONU, la CIA, la Secretaria de Estado, los medios, los gobernadores de frontera, los  servicios de inteligencia de ambos países, y naturalmente los ganaderos venezolanos que están siendo extorsionados y secuestrados por las Farc en su propio país, saben que las Farc operan en Venezuela con el apoyo del gobierno de Hugo Chávez.

La mayor desgracia en la circunstancia del conflicto entre  Colombia y Venezuela, es que sean Uribe y Chávez quienes estén al mando. A ambos lados de la frontera y a nombre de la dignidad, ambos se “equivocan” de mala fe en el manejo de las relaciones bilaterales, porque ambos anteponen los obcecados propósitos de sus proyectos paranoicos de Estado, a las necesidades de los dos pueblos.

Ayer asistimos al “último acto” de una ópera bufa, patrocinada por la acción oblicua, de un par de gobernantes sin gracia, que ninguno de los dos países se merecería, aunque los pueblos se merezcan a sus gobernantes. La solicitud de Colombia a la OEA, para que se ventile la presencia aupada y patrocinada por el gobierno venezolano de las Farc en Venezuela, tiene un sabor extemporáneo, oportunista, maniobrero de Uribe, que no quería irse sin haber estrangulado las relaciones. El debate se debería haber dado hace dos años, cuando se tuvieron las primeras pruebas documentadas. Y la respuesta venezolana, que no vino a agregar nada nuevo a la situación efectiva de deterioro binacional, de romper relaciones con Colombia, aprovechando la visita casual de Dieguito Maradona al palacio de Miraflores. Una señal inequívoca y radical de que Venezuela no va a permitir ninguna acción de verificación internacional en su territorio.  

A pesar de la denuncia colombiana, ningún país miembro de la OEA condenó a Venezuela, en este sentido Colombia se quedó sola. Se limitaron los miembros del lánguido organismo  a ofrecer insulsas declaraciones de ocasión a favor de la mediación para el pronto  re establecimiento de relaciones.

Babosa y meliflua la diplomacia de Uribe en la OEA. Meliflua y babosa la acción de la OEA, frente a un caso que debería prender todas las alertas continentales (aunque Colombia nunca haya gozado del reconocimiento de terroristas a las Farc, por parte de los países miembros de la OEA) y meliflua y babosa, la cortina de humo de Chávez, rompiendo oficialmente unas relaciones que ya estaban rotas, como respuesta chata y torpe a las denuncias en la OEA, y como recurso de oportunidad para tener un motivo patriótico para promover la campaña electoral de septiembre.

De la insulsa OEA no salió una exigencia perentoria de verificación, que sería el único paso práctico, buscado con la acción colombiana en la sesión extraordinaria de la OEA donde exhibió sus pruebas. Ahora bien, o el carácter de las pruebas es deleznable, porque son artificiales, y porque responden a un montaje mediático, como lo dijo el Embajador Charendton, o las pruebas son sólidas, suficientes, como para que Colombia pueda presionar legítimamente, para que una comisión internacional de verificación, vaya a Venezuela y confirme, si en el sitio que dice Colombia que están los campamentos, efectivamente están o estuvieron – porque a estas horas se debe estar produciendo, por obvias razones de seguridad un movimiento de tropas – los comandantes de las Farc en el cálido exilio venezolano.

Sin embargo, para efectos prácticos, en medio del aire melifluo y baboso que encubre la perversidad política de los actores del conflicto bilateral, da lo mismo que las pruebas sean o no un montaje,  porque la frontera venezolana ha estado, está y estará cerrada para cualquier tipo de verificación. Y ningún organismo – de toda la ristra babosa de organismos internacionales - tiene la competencia para forzar ya condiciones de verificación. Por tanto, la situación seguirá siendo, la de una tensión sin salida, la opera disonante de Chávez y Uribe, hasta el siete de agosto.

No nos los merecemos, y si nos los merecemos, es porque somos países tan babosos y melifluos como los gobernantes, conque la providencia nos castigó. Uribe ha debido dejar el asunto en manos de Santos, si en algo lo estima como su sucesor, y Chávez en vez de romper con Colombia, debería haber roto con las Farc.  

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