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Alberto Rodríguez

Fútbol 2010

Fútbol 2010

Suráfrica prende los reflectores. Durante cuatro semanas que equivalen a 64 partidos de futbol, la atención mundial estará dirigida sobre el evento más multitudinario: la copa del mundo de fútbol. Es el país en el que hasta solo hace 16 años tuvo sus primeras elecciones libres, y cuyo  ex presidente Nelson Mandela – hoy de 92 años - estuvo 27 años en la prisión de Robben Island.

Es la primera vez que un mundial de fútbol abre con un concierto y además con dos grandes estrellas colombianas: Juanes y Shakira. No tenemos un equipo entre los 32 que participan, porque nuestro futbol, está muy lejos de poder representar el país, a la manera de los cantantes. La farándula pesa más que el futbol, y será así por mucho tiempo, mientras el fútbol se libra del aura corrupta que opaca los sueños deportivos.

 Al mismo tiempo Suráfrica es noticia, porque los ladrones locales no podrían tener mejor y más bella oportunidad, que el millón de turistas que serán declarados objetivo de los ladrones locales, que ya han hecho víctimas a los griegos, cuyo país quebró, y a los chinos, el país que más e beneficiará de la quiebra de los pobres de Europa.

Para Suráfrica el mundial es un negocio, más precisamente para los empresarios blancos surafricanos, para los mestizos de los clanes que tienen su negocio de publicidad, televisión, hoteles, turismo, aerolíneas, restaurantes y toda la cadena de consumo que se ha levantado para satisfacer la demanda del millón de turistas que durante este mes serán víctimas de la avidez futbolística.

También Suráfrica, como cualquier otro país de los nuestros,  embellecerá sus escenarios, y parques, también guardará sus mendigos, limpiará las calles, para mostrar que son mejores de lo que son, que pueden sufragar una campaña de maquillaje para que el mundo crea que no es un país tan desigual, donde la riqueza está tan mal distribuida como en todos los países, donde las desigualdades, apenas ocultan el  pasado de apartaheid.

El mundial es una forma vistosa, costosa  y brillante de tapar un país, que en el fondo no le importa a ninguno de los hinchas que puede pagarse un pasaje para ir hasta las graderías y comprarse una cerveza para sentarse tranquilamente a ver el juego. Un país que no le importa a los hinchas, atrapados en el frenesí idiota por el futbol, cuyos reflectores no dejarán que se vea la Suráfrica del Soweto.

Tal vez la única voz de todo el lindo espectáculo, sea la  de Desmond Tutú – Premio nobel de la paz- que ha dicho · : “A pesar de lo que somos,  de lo que tenemos, la corrupción nos está llevando hacia atrás, una minoría gobernante se está enriqueciendo y los pobres son cada vez más pobres”. Una minoría negra, que ha reemplazado a la minoría blanca. O si prefieren algo más radical, la voz de  Julius Malema, un personaje tan insólito, como que ha llegado a ser comparado con Hugo Chávez, lo cual no enorgullece a nadie, no obstante lo cual es posible que se lo haya comparado, porque Malema ha levantado la más agria bandera del racismo, incitando a la lucha radical y frontal contra los blancos, reviviendo todo el odio racial, con la diferencia de que ahora son los negros radicales quienes llaman a “matar al boers,  a los granjeros”.     

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